martes, 9 de noviembre de 2010

LA HISTORIA DE MARMATO.

"...MARMATO EN LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA NACIONAL ACERCÁNDONOS A LA GRANDEZA PROVINCIANA..."
"...MARMATO EN LA PERSPECTIVA DE LA
HISTORIA NACIONAL 124..."

Palabras de gratitud.

El homenaje que hoy me rinden mis entrañables amigos de Marmato, su ciudadanía sin distingos, al descubrir un busto mío en hermoso paraje, me devuelve a las horas de encantamiento de mi niñez. Por estas garridas, extrañas y duras breñas gocé parte de ellas. Por cada uno de estos socavones, galerías, molinos y singulares caminos, corrí mi incipiente afán por la vida. En Echandía, como aquí, tuvimos casa, que era albergue que abría la amistad para quienes pasaban en peregrinaciones de negocios, de política o de simple aventura. De suerte que me obligan, gratuitamente, a regresar a los relatos que pusieron en vigilia mi infancia; a los que me ofrecieron comprensión de la vida y, más tarde, fortalecieron mis convicciones políticas y les dieron tono nacionalista a mis palabras. Mirando esta obra escultórica - que ha esculpido el joven artista Jorge Vélez Correa-, vuelvo, en gratísima remembranza, hacia el poder desbordado de convicciones para los empeños de mi padre y se me tornan venturas de reminiscencias la gracia y belleza de mi madre. Ellos, que convivieron aquí, son la raíz y la única justificación de este tributo que les entrego en reverencias.
Para mí es reconfortante, y lo declaro sin rubor, el obtener este halago colectivo, pero me doy cuenta de que refleja un viejo aprecio hondo y comunitario, y esta actitud aminora mi confusión interior. Lo consiento como gesto de amistad; como acicate para renovar más constantes reflexiones sobre la provincia. Sé cómo es de acendrado el ademán; de noble el propósito; cómo son de espontáneas las esencias de la voluntad ciudadana. Gracias, hermanos y compañeros.

Aspectos de nuestra historia.

Para que mi consagración tuviera un marco adecuado a mis preocupaciones, han organizado esta "Cuarta Cita con la Historia y con Marmato" acerca del pasado de Caldas y de Colombia. Debo declarar que es otro gesto que me conmueve. Es la oportunidad de compartir con mis colegas las preocupaciones que nos desvelan.
Voy a rozar algunos temas de la historia de Marmato. Es una manera de revivir las tertulias que inquietaron mis años iniciales. Eran recias las convicciones de J. Olimpo Morales; claros los conceptos; radicales las posiciones. Los adjetivos se iluminaban o tomaban un tono gris de angustia o de reproche al contar lo que aconteció. En muchas ocasiones, por cierto, un vivaz retozo asomaba en los calificativos al recordar el paso del amor, las brujerías y las nigromancias en que sucumbían hombres y mujeres. O las leyendas, entre cautivantes y embelesadoras, que circundaban los apremios del minero por localizar las esquivas vetas. Así viví parte muy vital de lo que le da una fisonomía peculiarísima a estas lomas de ensueños y desgarramientos. Luisa Benítez, mi madre, asistía complacida a esas memorias y las completaba con sus observaciones de ricas sugerencias. Ella así nos ataba más certeramente a esta comarca.
Parte de estas pláticas es a lo que me voy a referir. Ahora he buscado datos, referencias, comprobaciones, memorias administrativas, jurídicas, legislativas, archivos y el apoyo de autores eruditos para comprobar aquéllas. No aspiro a agotar ninguna materia. Lo que deseo es despertar pasión histórica por ellas; que se forme un afán de investigación hacia el futuro. Que se convierta en mandato de la inteligencia de muchos. Soy, pues, apenas un colono abriendo brechas. O, mejor, un minero, lleno de afecto y rendido éxtasis, que dice dónde está la yeta. Después llegarán con el taladro, el almocafre, los cinceles y las luces, ceñidas a la cabeza, de la sabiduría para armar la cabal historia. Para mí sería suficiente compensación el descubrir que mañana estos programas se mecerán, como las pepitas de oro en la maestría de los barequeros, que van separando lo inútil hasta que brillan, deslumbrantes y comprometedoras, como hazañas de los hombres.
Me interesa insistir en que se entienda cómo las historias locales son de vivísima importancia y parte esencial de la nacional. Ésta no se puede explicar sin aquéllas. Porque la de la patria estaría perdida en su falta de soportes. Para mí no hay dudas de que es la más eficaz manera de integrarnos.

Los filones de la vida marmateña.

Lo primero que hay que exaltar es la afluencia espiritual de lo marmateño. Por el lado que se explore. Su prestigio no nace sólo del oro, sino de la sucesión de acontecimientos de su vida civil, política, económica. De la vivacidad de su dimensión humana. De que sus hechos no tienen alcance regional, sino que en casi todas las ocasiones son almendra en el discurrir patrio: la economía internacional; las protestas y las deliberaciones antiimperialistas; la esclavitud; la formación de nuestra democracia; el ímpetu de claridad en las relaciones de los partidos y el clero; la educación y la reacción; las luchas populares; las guerras civiles y sus héroes naturales; el oro que, por acción del gobierno, se filtra por las manos extranjeras o cae a la aventura matrera de dirigentes nacionales; el mestizaje como síntesis de la vida nacional.
Marmato ofrece a la inteligencia las más amplias posibilidades de creación. Sus materiales sirven para el más erudito estudio histórico. Si se desea escribir una novela con deslumbramientos, están los personajes: desde la negra "Chenga" que a todos nos ilumina el recuerdo y la euforia con su encanto, hasta la locura colectiva por el oro; o la vivacidad inglesa tratando de reventar estas rocas para aplacar su codicia; o las leyendas que cruzan de hazañas arteras y resplandores ladinos el paso de los aventureros; o los ayuntamientos apasionados entre pillos, bribones y golfos expertísimos en el manejo de los cuchillos sigilosos, y las socarronerías, entre filtros de pasión y truhanerías de la media noche. Con un cielo que descarga rayos, centellas entre agorerías y sahumerios paganos. Al fondo, la tragedia del individuo que trata de armar su vida en torno del socavón donde el oro es tan huidizo como la pasión de las negras llenas de encanto y picardías. Así se pueden zurcir las aventuras novelísticas.
Con estas leyendas y sueños se puede izar el canto lírico o el poema épico que consagre su primacía, que se reparte entre la telúrica y la humana. Para el cuento están los sucesos diarios, donde hay una urdimbre sutil entre gesta y esperpento, proeza e insolencia. El antropólogo, el sociólogo, aquí pueden detenerse para penetrar en las entrañas individuales y colectivas con más furor que en las de la montaña como lo hacen los mineros. El de más allá puede explorar en los asuntos relacionados con lo externo, en relación con los principios capitalistas universales y las corrientes económicas del universo. El geólogo puede ahondar en los fenómenos científicos de la formación de la tierra. Cuando irrumpa un escritor que venga de la fuente de la literatura, hallará cabal representación en la inmigración de seres fantásticos, a los que cruzan extrañísimos resplandores. Estamos, pues, en ambiente singularísimo. De allí viene la fuente de mi pasión por esta comarca y mi fraternal adhesión a sus gentes.

La etapa precolombina.

En los recientes años, los caldenses nos hemos propuesto volver sobre nuestra vida precolombina. Se ha desatado un interés por saber cómo fue nuestro pasado. Durante mucho tiempo, parecía no interesarnos. Un nuevo grupo de historiadores penetra en lo ancestral y cada día tenemos sorpresas y revelaciones. Ello es admirable, porque así vamos dándole solidez a nuestra identidad. Lo acontecido y lo que hoy sucede tienen explicaciones que se van internando en lo remoto.
Marmato es una voz indígena. De la roca marmita, que es una blenda, localizada en sus minas, se tomó el nombre. Está ubicado en el relieve del macizo de "Los Mellizos". Los Cartamas fueron sus habitantes primitivos. No eran los únicos, pues por la región de occidente primaban los Tachaguíes, Tabuyos, Guáticas, Quinchías, Pirsas, Montañas, Cañamomos, San Lorenzos y Supías. A veces fraternizaban. En otras, primaban sus combates. Hay petroglifos, que denuncian su pasado aborigen.
Lo indispensable es profundizar. En un libro de reciente publicación Santiago de Arma y la conquista española en el encuentro de dos mundos, del Profesor Javier Ocampo López, se mencionan nombres de diversas tribus y, básicamente, se relievan los apelativos de sus jefes. La mayoría de ellos presentaron resistencia a la colonización. Como sucedió en el continente. La posición era de beligerancia. No hubo sometimiento ni fácil subyugación, ni los indígenas aceptaban las imposiciones españolas sin protesta. Al contrario, se vivió un hervidero de choques dramáticos. Al rojo vivo en las contradicciones.
En la región de Marmato quedan pocos auténticos indígenas. Se han entremezclado. La política racial hispánica era reducirlos. Uno de los sistemas era trasladarlos de su lugar de origen a otro. Los de Arma y aquellos de la actual región del norte de Caldas debían trabajar en Quiebralomo, el Chocó, Mariquita. Los nuevos deberes y el clima los reducían físicamente. Se iba garantizando la devastación y el dominio. De Riosucio se exportaban a Marmato. Así se producía otro fenómeno: el indígena huía, especialmente al Chocó.
Se lograba que las gentes primitivas perdieran su cohesión y que no organizaran la resistencia. Extraviados, quedaban sin identidad cultural. Dejaban de tener motivaciones para su lucha. Fue una política hábilmente calculada por los conquistadores y quienes ejercieron poder en la Colonia. Estaban rompiendo la unidad. Fue algo que destaca la cruel conducta frente a la organización de nuestros antepasados. Los diezmaban climas desconocidos, sin control de las enfermedades. Pero la repulsa explotaba llena de vigor. Hay necesidad de hacer un estudio, lo más minucioso posible, de cómo fue el ardor de las luchas indígenas. Estas adquirieron categoría mítica. El continente ardía en reacciones y así fue la situación de dramática, también en Caldas.
Gilma Mosquera y Jacques Aprile-Gniset, en su estudio Dos ensayos sobre la ciudad colombiana, recuerdan la fundación de nuestros pueblos. Ellos dividen los períodos: 1501-1515; 1515-1535; el tercero comienza en este año. El desvarío era localizar oro para sostener las guerras de España en Europa. Para los desplazamientos se apela a los ríos Cauca y Magdalena y a los caminos iniciales de los indígenas. Es cuándo Robledo pasa por el actual territorio caldense. Van localizando y repasando desde Cartago a Anserma, Arma, Marmato, Supía, culminando en Santa Fe de Antioquia. Es el gran eje minero. Por ello recibirá de la corona, en un futuro inmediato, títulos, ventajas y primacías. Siguiendo a Juan Friede, los autores cuentan cómo se fueron organizando los poblados:
"En medio de celos, calumnias y rivalidades de intereses materiales que desembocan sobre pleitos y luchas sangrientas, con fortuna diversa, unos se vuelven colonos, otros pudientes terratenientes o encomenderos.
"Sacerdotes y funcionarios reales actúan en beneficio de los unos o de los otros, lo mismo que en su propio interés.
"Nacido del saqueo y de la violencia, el poblado se edifica en medio de numerosos antagonismos, bajo la más completa corrupción e inmoralidad, prospera en base al trabajo de los peones nativos y de los esclavos de 'servicio personal', crece sin ninguna mística, por la codicia y el arribismo de sus fundadores".
Esos autores señalan el "esbozo de la primera red urbana", así:
"Hacia 1570, los españoles habían fundado unos treinta poblados en Colombia. Sobre el mar Caribe fueron San Sebastián de Urabá. Santa María del Darién, Santa Marta, Cartagena, Riohacha y Tolú.
"En el interior, Pasto, Almaguer, Popayán, Cali, Timaná, Neiva, Ibagué, Mariquita, Toro, Anserma, Cartago, Arma, Supla, Caramanta, Marmato, Santa Fe de Antioquia, Cáceres, Remedios, Tamalameque, Chiriguaná, Vélez, Tunja, Pamplona, Leyva, Tocaima, Bogotá, etc.
"Dispersas en el territorio, las fundaciones son escasas: unos contados pueblos-escalas sobre algunos ejes de comunicaciones fluviales y terrestres, y que resultan más del afán de un jefe de columna militar que de una programa racional dirigido o preestablecido.
"El tamaño de los pueblos no pasa de ser el de un caserío con un núcleo inicial de pioneros del orden de diez, veinte o treinta fundadores, con un número igual de casas repartidas en unas cinco o seis manzanas".
Su importancia depende de la permanencia de la producción de oro. Después declinan; pierden su nombradía; se hunden en el silencio colonial.

Cronología básica para la historia de Anserma, Marmato y Supía.

En una investigación rigurosa del profesor universitario Víctor Álvarez Morales, de la Universidad de Antioquia, que nos ha facilitado con generosísimo gesto de amistad, hallamos múltiples datos que consideramos se deben destacar para despertar ansias intelectuales para futuras pesquisas. El nombre de este catedrático se deberá citar, respetuosamente, en el futuro examen de la vida histórica de Caldas.
En la "Relación de Popayán 1559-1560, se dice que "en la comarca tienen minas de oro en toda esta tierra y ellos los indios lo sacaban antes de que los españoles viniesen y lo han poseído y lo poseen el día de hoy en joyas... Hay treinta pueblos en 18 vecinos encomenderos... En 1559 sacaron ocho negros, en 15 días, 40.000 castellanos". Robert West confirma su extensión cuando informa que, en 1627, "el distrito minero de Anserma tiene 5 reales de minas de yeta: Quiebralomo (110 esclavos, 20 indios); Supía la Alta; Marmato (70 esclavos); Mápura y la Montaña (40 indios)". En 1771, en la "Relación de Popayán", se transcribe el informe de Diego Leonín de Estrada, alcalde ordinario de Anserma: "... se compone de... 6 pueblos de indios, un real de minas nombrado Quiebralomo, una agregación de indios a él anexos llamado Cañamomo; otro real de minas llamado MARMATO, una agregación llamada Sevilla y otra nombrada Anserma la Vieja... aunque hay varias minas en actual labor y con copia de negros esclavos, como son las de MARMATO, están en la falda de un cerro muy elevado, vertientes al Río de Cauca y con 100 piezas de esclavos chicos y grandes; el dueño de ésta que lo es el alcalde provincial D. Agustín de Castro, se halla vinculado con varios censos de capellanías y deudas particulares. Otra nombrada el Guamal la que se compone de 130 negros, chicos y grandes, cuyo dueño era D. Simón Moreno, difunto, y ni aún se sabe si les tocará algo a sus herederos por estar la causa mortuoria sin determinar y ser sus acreedores infinitos. Otras dos minas que poseen el cura de Anserma la Vieja, D. Esteban de Guevara, y la otra del padre Montaño, ambas se compondrán de 25 a 30 piezas de esclavos. Y otra mina que labora D. Adrián Becerra se compondrá de 10 piezas de esclavos, su dueño a más de tener crecida familia y avanzada edad, no tiene más medio para mantenerse que el poco usufructo que le da dicha mina y los demás vecinos son por el común muy pobres..."
En otra relación del 59 se hace una aseveración: se advierte que los indios de Anserma "son los más remediados porque las minas de los términos de esta villa son las mejores de toda la gobernación".
Un hecho que hay que destacar es que a esta región se trajeron los negros desde el comienzo de la conquista española. Los requirieron porque el exterminio indígena fue muy acelerado. Fray Jerónimo Escobar, en 1582, cuenta que Anserma "es y ha sido el más rico pueblo de toda esta Provincia de Popayán. Los indios eran muchos y grandes señores porque sola esta Provincia de Anserma tenía 40.000 pero hanse asolado por juicio secreto de Dios de tal suerte que no hay 800 indios". Germán Colmenares toma el informe del factor de Cali, Miguel de Lerzundi, del 8 de septiembre de 1559, en el cual manifiesta que un "filón de oro en Anserma había producido, en sólo una semana, más de 100.000 castellanos a su propietario".
Sardella, Cieza de León, Oviedo, V. M. Patiño, Jijón y Caamaño, han puntualizado cómo era la variedad de los alimentos: se habla de "frutas o yerbas guisadas", "grandes palmares... sacan.., sabrosos palmitos... y sacan leche y aun hacen nata y manteca singular..." , "... choclo, ques maíz tierno e melones de la tierra e ahuyamas e yuca e batatas... hermosas arboledas de frutales... y llenas de legumbres...", "... yuca, frisoles, axis..." , "pueblos muy grandes... llenos de mucha comida y frutales". Se habla de "sus manjares..." ; "... siembran maíz dos veces en el año..." ; "muchas y muy hermosas arboledas de frutales..."; los españoles "encontraron melones de la tierra...".
La palabra choclo, como maíz tierno, la escucharon "abajo del pueblo de los gorrones y la segunda en el paso de Irra". La chicha de maíz... "hácenla fuerte con ciertas yerbas que ellos echan...".
En las crónicas del siglo XVII se destaca a Quiebralomo como centro principalísimo en la producción del oro. Así comprendemos cómo la jurisdicción de Anserma era muy amplia. Comprendía varios de los actuales municipios del occidente. En 1756 "en la colina de Ouiebralomo trabajan algunos mulatos...". Gregorio Moreno de la Cruz descubrió, en Quiebralomo, la mina de plata de nombre "Chachafruto". Debemos recordar que los indios de la región de Arma se enviaban a este lugar para que cumplieran sus labores de mineros. Muchos de ellos desertaron hacia el Chocó.
A Supía se le nombra permanentemente. Cieza de León dice que "...más adelante de este pueblo (Ciricha) está la Provincia de Zopía. Por medio de estos pueblos corre un río rico de minas de oro... Allí hablan con el demonio... por la cual pasa el río grande arriba dicho. De la otra parte de él está la provincia de Pozo". Para nosotros no existen dudas de que se refiere al Cauca.

La Colonia, salturiamente.

En este estudio queda un vacío al no repasar el período colonial detalladamente en cuanto a la política española acerca del oro y en relación con Marmato. Damos noticias, y varias, pero saltuarias. En cuanto a la historia de las minas de Supía y Marmato, de Anserma para ser más exactos, no abordamos sus complejos mecanismos. No hay un repaso riguroso acerca de esta materia que le da carácter a la época. Ni señalamos la actividad económica general en lo descubierto en la provincia y sus relaciones con Santafé y Popayán; la estructura de la propiedad minera y el papel del estado español. Además, quienes explotaban, con qué carácter lo hacían; el tipo de pertenencia; la forma como se trabajaba: de dónde venían los productos que se necesitan en la región. La función recaudadora de Cartago y de Santiago de Arma. Cómo operó la esclavitud, su organización, su sistema de explotación humana, los vejámenes y el aprovechamiento de su fuerza de trabajo. La lucha entre capitanes: la muerte de Robledo, por ejemplo, debe estar determinada por el control que se estableció sobre una región excepcionalmente rica en oro. Es parte de lo que aún falta por precisar en relación con el territorio de Caldas. Queda esta etapa de la Colonia abierta a las inquietudes de uno de nuestros actuales historiadores.
Destaca J.H. Elliot, en el capítulo "España y América en los siglos XVI y XVII", que "antes del descubrimiento de México, las exportaciones de dinero desde las Indias eran exclusivamente de oro, pero en la década de 1520 hizo su aparición la plata". Entonces fue evidente que "España y América vieron a las Indias como un imperio de plata". El mantener las minas en producción era muy costoso. Pero tanto Europa como España, en lo económico como en lo financiero, dependían, en parte substancial, de "la llegada regular de las flotas de las Indias". Por ello hay una política sobre estos productos.
"A finales de la década de 1530, ya se habían localizado los primeros grandes yacimientos auríferos de Nueva Granada, en las cuencas del Cauca y del Magdalena", recuerda Peter Bakenwell. Éste afirma que "la corona no hizo nada para racionalizar la exportación del mineral. De hecho, hizo más bien todo lo contrario... Además, las minas de fibras de oro eran infrecuentes; los principales ejemplos se encontraban en las tierras altas de Nueva Granada. La mejor parte del oro procedía de yacimientos aluviales, de donde se extraía mediante técnicas relacionadas con el placer o lavadero de oro".
La transformación de los materiales hay que relacionarla con las experticias de los indígenas. Debemos abandonar la costumbre de juzgar que nuestra historia comienza con la presencia de España. Al contrario, tenemos demasiados elementos para rescatar como primordiales en cuanto se hace un balance de lo que fue y es nuestra cultura en sus diferentes aspectos. Viene el escrutinio de la refinerías; la forma de la trituración de los materiales; las machacadoras y la utilización del agua; las prensas; las amalgamas y las formas como se conducía el proceso con el mercurio, que son muy complejas; la separación del material rico del pobre, y las formas de su aprovechamiento; la fundición, que "era la técnica preferida por los mineros pobres y sin medios o por los trabajado indios, que recibían mineral como parte de su salario"; la separación del oro de otros metales a través del ácido nítrico.
En su ensayo "La minería en la Hispanoamérica colonial", Peter Bakenwell se detiene en el uso de las materias primas que eran indispensables en la minería: la sal, las piritas, el plomo, el hierro, madera o carbón de leña, el agua, el mercurio y el ácido nítrico.
El autor citado reafirma que "la minería dependía de la fuerza del trabajo indígena. Los negros, esclavos o libres, representaban tan sólo una pequeña proporción, excepto en las minas de oro, donde integraban la mayor parte de la mano de obra". Los sistemas para el reclutamiento fueron la encomienda, la esclavitud, el trabajo forzado y el que se realizaba a base de un jornal. La mita fue de crueldad por el exceso de trabajo. Anota Bakenwell que "la minería de tierras bajas era, pues, el dominio de los trabajadores negros. La mayor concentración se dio sin duda en el siglo XVIII en Nueva Granada, donde en 1787 las tres principales regiones auríferas (Antioquia, Popayán y el Chocó) reunían un contingente de unos 17.000 negros, muchos de los cuales estaban ocupados en la minería. En esta época ni mucho menos todos eran esclavos. En el Chocó, en 1778, por ejemplo, el 35 por 100 de un total de 8.916 negros eran libres; hacia 1808, el 75 por 100."
"Las condiciones de trabajo en la minería y las refinerías eran siempre incómodas y a menudo peligrosas". El que se ejecutaba bajo tierra tenía múltiples dificultades que conducían a riesgos mortales. La extracción del mineral era labor muy pesada. La conducción de éste se cumplía a las espaldas. Las temperaturas enrarecidas propiciaban las enfermedades respiratorias.
"La minería tenía consecuencias sociales profundas". Quienes lograban fortuna, mejoraban su sitio social y, a veces, poder político. Los indios eran alejados de su vida rural, para adaptarse a unas relaciones urbanas, y así se veían, en poco tiempo, compartiendo las costumbres españolas o las mestizas. Desde luego, las rudezas del trabajo llevaban a muertes aceleradas."
La corona exigía una parte de la producción como tributo. No quería participar en los costos de su extracción. Tuvo política errante, en muchas ocasiones. Pero su afán por el aumento de aquélla era evidente: "La Corona obtenía ingresos directos substanciales de la minería; el estímulo del comercio le reportaba indirectamente impuestos de venta y derechos de aduana; los impuestos indígenas pasaron pronto a ser pagados en especias; todo ello contribuyó a dinamizar las diversas zonas de la economía colonial. No es de extrañar, por lo tanto, que los reyes mostraran un ávido interés por la suerte que corría la industria".
En la producción de oro, el autor destaca que "Nueva Granada ocupaba el primer lugar. Durante las primeras décadas que siguieron a la colonización, fueron varias las zonas de tierra firme que tuvieron un buen rendimiento en oro: por citar sólo las más importantes del sur de Nueva España (Colima, Tehuantepec), Centroamérica (Honduras), el sur de Quito (Zaruma), la zona oriental del centro del Perú (Carabaya), el sur de la zona central de Chile (Valdivia). Pero solamente Nueva Granada disponía de yacimientos lo bastante abundantes como para permitir un incremento constante de la producción a lo largo del siglo XVI; y tras un hundimiento en el siglo XVII, experimentó un auge aún mayor en el XVIII. En el siglo XVI, el principal distrito neogranadino fue Antioquia, entre los ríos Cauca y Magdalena. Se empleaba mano de obra de encomienda y esclavos negros. El siglo XVIII presenció una crisis debida en parte al derrumbe de la población indígena ante las enfermedades, y también al agotamiento del filón aurífero de Buriticá y de los yacimientos de placer de los ríos. La recuperación del siglo XVIII se produjo en gran parte gracias al Chocó, las selváticas laderas andinas encaradas hacia el Pacífico en el centro de Nueva Granada. En esta zona las arenas fluviales ricas en oro fueron trabajadas por esclavos negros y también por hombres libres a partir de la década de 1670. También otras zonas de Nueva Granada, especialmente Popayán, desarrollaron una importante minería aurífera".
Allí es donde tenemos un trabajo especialísimo: destacar el sitio que le correspondía a Marmato en las fuentes de abastecimiento de oro de Popayán.
El ensayista concluye con una observación fundamental en cuanto al manejo de los recursos naturales en nuestros países: "La independencia permitió el acceso directo a las legendarias zonas mineras los extranjeros. La afluencia de capitales ingleses a las minas mexicanas y andinas en las décadas de 1820 y 1830 es un episodio típico de la historia decimonónica hispanoamericana..."
124 Lectura hecha el 15 de octubre de 1993.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 2
Marmato.

J. B. Boussingault, en brevísima descripción, como relator de fina y penetrante sensibilidad, subraya que "era un curioso espectáculo el del cerro de Marmato con las pobres chozas como suspendidas a la entrada de cada excavación y sus habitantes negros ocupados en la molienda y lavado de la pirita".
La historia de Marmato apenas ahora se vislumbra. Utilizo esta palabra con la rigurosa acepción que le da el diccionario: "ver débilmente" o "conjeturar por algunos indicios". Necesitamos un esfuerzo conjunto de muchos apasionados por la historia para puntualizar cómo fueron su desarrollo, su crecimiento y, luego, su merma en la categoría económica. Es apasionante por los diferentes aspectos que proyecta. Éstos tienen relación con los más extraños avatares nacionales e internacionales. Se entrelazan con el destino de la patria desde la época de la Conquista; con gran significación y alcance en la Independencia; con incidentes, alegrías colectivas y pesadumbre en la República. Se va internando hacia demasiados asuntos vitales de la nacionalidad.
Pero volvamos al camino de la investigación. Algunos historiadores consideran que ya desde la época precolombina las minas las explotaron los indígenas en socavones. Hay otros que sólo admiten que éstos aprovecharon el oro de aluvión. Que sólo con la presencia de los conquistadores son perforadas las rocas. Robert West, en su libro La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial, que editó el Banco de la República en 1972, afirma que se utilizaban molinos de madera, impulsados por agua, para triturar la roca, en 1650.
El rompimiento de ésta se hacía apelando a la fuerza física, con taladro manual y con martillo. Es un espectáculo humano ver al hombre enfrentado a un cerro majestuoso que, en el silencio de la mina subterránea, va descubriendo la veta de la riqueza y de la esperanza. En cambio, el barequero anda confundido con la corriente de agua, en medio de los remolinos del río, con un sol desafiante, sumergiéndose, a veces, hasta lo más profundo y allí, inclusive, libra combates de una ferocidad diabólica con los otros trabajadores que esperan encontrar la redención económica de sus vidas.
Pero no nos desviemos. Ya en 1607 se trabajaban en Marmato más de doscientas minas. Germán Colmenares menciona que, en 1622, se acentúa la decadencia de Anserma por "dificultades técnicas en la explotación de Marmato y Quiebralomo". Alguien que no identifico escribió: "..los cerros de Loiza y Salazar en Marmato tenían, cada uno, más de doscientas minas, pero hace treinta años no se trabajan por falta de negros". Coinciden en las fechas ambas aseveraciones.
Jacinto de Arboleda, en 1623, funge como dueño de las minas. Éstas las manejó y disfrutó el imperio español. Después pasaron a la república. Allí principia a enmarañarse su tradición. Es un verdadero laberinto seguir la multitud de pleitos. Son innumerables. Arboleda fue dueño de minas en otros sitios y participó en expediciones al Chocó. Él entra a trabajar las de Marmato con cuarenta esclavos. Pero no se empeña en perforar. Se refiere que se deben "desmontar las vetas, ramas y criaderos, y echar la tierra a la quebrada con pilas de agua". El desperdicio de oro es inconmesurable. En 1671 apela a noventa y tres esclavos para continuar sus tareas.
En la "Relación de Popayán" de 1778 se leen afirmaciones que deslumbran al lector más desprevenido: "El cerro de Marmato es el más elevado... es todo oro desde el capote hasta su cimiento". A quien tenga ambición por el dinero, esta noticia lo pone en azogue. Agrega: "Éste lo posee D. Agustín de Castro, vecino y minero de aquel sitio; llámase dueño de él contra las reglas que prescriben las ordenanzas reales de minas..." Lo califica de "indigesto y avaro". Anota que "luego que sabía que se había descubierto alguna vela rica, lanzaba y perseguía a la gente, hasta que ha conseguido desterrar a todos..."
Es justa la palabra que se emplea: desterrar, que destaca la majestad de su capacidad de crimen para atesorar. Lo hacía prevalido de la preeminencia oficial que recibió: alcalde ordinario. Su bizarra y jactanciosa actitud no le asegura verse "jamás libre de crecidos empeños y pleitos que sostiene con vigor, para salirse con sus ideas...". Lo acompañaban en sus tareas dos mil esclavos.
Para nadie escapaba la riqueza de Marmato. Moreno y Escandón, ya en el 77, en su libro Indios y mestizos en la Nueva Granada, había informado que la vega de Supía "es digna de atención por tener muchas minas de yeta de oro y especialmente las que llaman de Marmato".
Esto lo manifiesta a pesar de que en 1756, como lo afirma West, se cerraron muchas de estas minas por falta de mano de obra. En cambio, en Quiebralomo trabajaban algunos mulatos.
Detengámonos en algunos pasajes relacionados con el señor Agustín, el de las agallas ilímites. En 1783, muere, dejando tres herederos: Manuel, José Pablo y Bárbara. Y en 1794, la Real Audiencia deposita las minas en Sebastián Moreno, hijo de ésta. En 1803, el juez le ordena a éste que deje "trabajar a los demás libremente', afirmando que sólo tiene propiedad sobre "La Cruzada". Desaparecido Sebastián, en 1804, José Pablo Castro ocupó las minas. Pero la audiencia dispuso que siguiera el depósito en manos de José Domingo y Josefa, hermanos de aquél. En 1806, el juez de minas declara "desposeída a Josefa Moreno de las propiedades de Marmato".
Seguimos navegando por instrumentos: ¿cuándo llega Ana de Castro a ser la propietaria de tanta riqueza? Ella lega, regala, organiza fondos para la iglesia, reparte haciendas para salvar su alma. Es una verdadera romería de sucesos. No tengo datos para complementar la historia y la leyenda. Porque ambas se entretejen en los acontecimientos inquietantes y mágicos de Marmato.
El último episodio se vivió hace pocos años, cuando unos indígenas trataron de tomar para sí lo que doña Ana (otros autores dicen que Josefa Moreno) llegó a la iglesia de Santa Ana en Guamal. ¿Hay demasiada versatilidad en este proceso? ¿Cómo fue el pleito contra doña Ana para que entregara al estado colombiano las minas del "Guamo", que así llamaron las de Marmato? Es un trabajo apasionante. Estos pleitos contienen los datos más relevantes para el hombre de imaginación. Dejo la denuncia planteada para un futuro historiador. Aparecen, como repito, datos y motivaciones para la historia, la novela, la poesía. Que se vuelve así Marmato cantera para la creación intelectual de Caldas y del país.
En 1797 se explota la plata por una compañía de payaneses. Mientras que al año siguiente, Domingo Echandía descubre la mina que lleva su apellido. En 1801, West calcula que sólo quinientos esclavos trabajan en la comarca. Colmenares cuenta que el virrey Pedro de Mendinueta le comunica a su sucesor Antonio Amar y Borbón que debe establecer una "cátedra de mineralogía y metalurgia". Entre los sitios que la aprovecharán se menciona el de la Vega de Supía. Boussingault afirma que entre 1805 y 1809 la producción de oro, en Supía, alcanzó un valor de ciento ocho mil cuarenta y tres (108.043) pesos fuertes. En Marmato ascendió a ciento sesenta y tres mil novecientos noventa y siete (163.997) y advierte que "con pocos esclavos".
La población en 1843, según los datos del erudito profesor Albeiro Valencia Llano, se distribuía así: "Riosucio: 1.042; San Juan de Marmato: 1.057; Supía: 2.200. En 1870, había sufrido la siguiente evolución: Riosucio: 5.689; San Juan de Marmato: 2.811; Supía: 3.005".

Marmato y la Independencia.

Para la Independencia se tuvieron que conseguir empréstitos. En los documentos respectivos, se habla de que se hipotecan: "2) las rentas procedentes de las minas de oro y plata".
En ese momento se presenta otro hecho singular: los banqueros Powells Illingworth & Co. enviaron al ingeniero Eduardo Walker para que adquiriera las que pudiera en la misma región. La operación fue de una sagacidad y rapidez sin término para la imaginación. Las compras se sucedían vertiginosamente. Cuando el gobierno fue a cumplir con sus deberes como arrendador, no pudo entregar sino las más pobres y las que estaban abandonadas, como lo indica Salvador Camacho Roldán en sus Memorias, que cita Gabriel Poveda Ramos.
Durante muchos años he escuchado que las minas de Marmato y Supía se dieron en garantía para los préstamos que se consiguieron para la Independencia. Ya establecimos que las minas nacionales en general se pignoraban. Hay una concordancia bien particular: los rendimientos de las minas se hipotecaron, en una figura que no es semejante a la garantía. Igualmente, se dan en arrendamiento a la firma Goldsmicht. Nos parece que era una manera de tener el control de la producción. Quizás así amortizaban directamente los intereses y el capital. Son preguntas que se deben absolver.
No queda duda de que estas minas se dieron en garantía para los empréstitos. En mensaje presidencial de Francisco de Paula Santander a Bolívar, quien estaba en el Perú, le comenta el 9 de junio de 1825 acerca de los empréstitos, las obligaciones de pago, las urgencias de dinero, pues "los gastos aquí son enormes todavía y las rentas siguen improductivas". Más adelante dice el prócer neogranadino: "He arrendado cuantas minas tenía el gobierno..."
Él está refiriéndose a esta tierra de bendición aurífera.
Walker quien venía en misión con Boussingault y Roulin, ya había adquirido las minas que tenían mineral. La nación pudo cumplir en parte mínima. ¿Qué pasó, entonces? ¿El gobierno reclamó, peleó, interpuso recursos, trató de despojar a los particulares o, simplemente, dio consentimiento? Es algo que evaluar avanzando en confrontaciones de múltiples documentos.
De esta circunstancia se deriva otra preocupación esencial: Boussingault llegó, según se nos ha enseñado, para crear cátedras de metalurgia, etc. ¿Por qué termina manejando los negocios de una firma particular? ¿O aquellos afanes de enseñanza eran sólo interés en nuestro gobierno? ¿O su actividad es sólo parte del engranaje que se armó entre científicos que venían a Indoamérica para localizar riquezas y, después, aconsejar los negocios lucrativos a los imperalistas? Se deduce que es otro factor apasionante por la misma calificación científica del personaje.
Se debe estar pensando que varios de estos asuntos no se pueden esclarecer sin un viaje a Londres. Es buena tesis y alguien debe aprovecharla. Serviría para conocer la organización imperalista de esos años, las ideas que surcaban el dominio de lo económico. Penetrar en los apremios de los inversionistas amigos de Walker quien, como un relámpago, se vino a adquirir para la Powells Illingworth & Co. y logró el dominio. Fue un verdadero manotazo económico. Tan fuerte, que Goldsmitch, a quien el gobierno le había hipotecado las minas, termina suicidándose. Están, pues, estos episodios en el torbellino de una aventura mercurial de impresionantes contornos.
Sería ocasión para comprobar las beligerancias entre los diversos grupos que se cruzan en los designios históricos de las minas de Marmato. Al consultar los archivos de las compañías, sus cartas, sus instrucciones, la producción, las ventas, los precios, se daría un resplandor desconocido a lo que nos preocupa en cuanto a aspectos primordiales de la historia marmateña y nacional.
Pero Marmato presta otro contingente más eficaz en cuanto a la Independencia. Zamira Días de Z. nos facilita datos de las contribuciones para la campaña del Perú. Era lo natural: "En Anserma se estimaron en 34 los contribuyentes entre uno (1) y diez (10) pesos, lo que dio un total de $59. En Supía: total de contribuyentes 65: 60 de $1 a 10; 1 de $10-25; 2 de $25-50 y 2 de 450- Total: $389,7 sobre $7.080 del Valle del Cauca". De suerte que, desde el comienzo de la república, se ha vivido muy cerca del destino no sólo de la nación sino del continente. Éste es un aspecto que es indispensable destacar.
Se apreciaba esta región en la Independencia. Quedan los datos sobre la garantía de los empréstitos de ésta. Pero se destacan las contribuciones relacionadas con el Perú. ¿No fueron más? ¿Faltan otras por descubrir? Tendremos sorpresas si seguimos avanzando. En Caldas proclamamos el orgullo de que no hemos estado ausentes de ninguno de los grandes fenómenos de creación y proyección del acontecer de Indoamérica.
Tulio Ospina juzga que por 1835 los Goldsmicht ceden el contrato de arrendamiento a la Powells, que, como ya hemos indicado, ha comprado la mayoría de las buenas minas de la región. Pero este traspaso requería el consentimiento del gobierno. ¿Cuál de los nuevos investigadores lo encontrará?
El hecho es que se acentúa una concentración en pocas manos. El gobierno, ante esa perspectiva, ¿qué medidas adoptó, cuál fue su política? Habrá que escudriñar en archivos nacionales para ir delineando lo que será una interesantísima revelación histórica. Quien logre realizarla aportará a Caldas y al país descubrimientos de muchas incidencias desconocidas en nuestro desenvolvimiento minero y en las políticas iniciales de la patria. Será una manera de entender cuál era el criterio que predominaba, en esa etapa, en la economía internacional en cuanto a los minerales.
Friedrich Von Schenck, en sus viajes por Antioquia, anota: "Los pueblos de minería de Marmato, Chandía, San Juan de Marmato parecen pegados a la vertiente como unos nidos de golondrinas. El pueblo de Marmato, de bastante importancia, recuerda más a las regiones californianas de oro en Norteamérica a mediados de nuestro siglo, que a Colombia. La población, compuesta de algunos empleados ingleses y alemanes, de muchos negros y aventureros antioqueños, que tuvieron que abandonar el territorio al otro lado del Arquía por una u otra causa, da una impresión bastante atrevida y temeraria".
El viajero indica que el prestigio de las minas de Marmato viene de una larga travesía en la historia económica. Añade que "hoy (escribe en 1880) se encuentran entre las más ricas de Colombia". Más adelante repite lo que se ha escuchado: que ya no es rentable por agotamiento y el alto costo de la administración. Termina declarando: "Pero otras minas localizadas en la misma pared de la montaña o en la misma vertiente, se caracterizan por sus resultados excelentes".

Pleitos y más pleitos.

De acuerdo con lo resuelto por la H. Corte Suprema de Justicia, con fecha mayo siete de mil novecientos seis, el proceso confirma los siguientes hechos: la nación solicita la tenencia sumaria del grupo minero llamado El Guamo o Cerro de Marmato y de las vetas mineras llamadas San Antonio y La Cruzada y de todas las pertenencias que son indispensables para la explotación de las minas. La acción se dirige contra "The Western Andes Mining Company Limited", con domicilio en Londres.
Intentemos un breve recuento: en virtud de la ley 9 de 1823 se dieron en arrendamiento las minas, por veinticinco años, prorrogables por dos períodos de la misma duración, a la Goldschmith & Co. de Londres. A ésta se le dio posesión del 14 de agosto al 30 de noviembre de 1825, y luego del 7 de octubre de 1829 al 22 de enero de 1830. Se incluyó la vertiente salada de "El Peñón". Hay un interregno entre una y otra entrega, sobre el cual no nos ha sido dado establecer causas y razones por no existir continuidad en las fechas. Presumimos que la nación debió intentar una serie de acciones para cumplir. Se le habían creado dificultades de acuerdo con las ventas que habían hecho los particulares a Walker. Esta es sólo una advertencia personal, sin que pueda comprobar mi apreciación.
Se prorrogó el contrato por dos períodos de veinticinco años cada uno. Irrumpe otro detalle sin explicación aún: el segundo se concedió a través de la ley 53 de 1871, por la cual se consiente aquél. El documento se subrayó el 17 de abril de 1871. Ahora figura como arrendatario el inglés Percy Brandon, exceptuando la mina de sal.
De qué manera se surtió el cambio de la Goldschmith a Brandon, no lo conocemos. Más adelante, éste cede los derechos a "The Western Andes Mining Company Limited", por escritura pública ante el notario 2o. de Bogotá, el 6 de mayo de 1873. Lo ratificó el ejecutivo. Es incitante seguir el curso a estos hechos tan sugerentes. Es indispensable que alguien los verifique.
El gobierno reconoció a la entidad cesionaria como subarrendataria. El contrato lo suscriben Aquileo Parra, posteriormente presidente de Colombia, y Percy Brandon y Thomas Robertson, éste como representante de la compañía últimamente aparecida en este relato, que quedaba como sustituta, en los derechos y obligaciones, conforme a los contratos de 18 de abril de 1825, 10 de noviembre de 1853, 22 de abril de 1871 y 15 de julio de 1872. Un escudriñador vigilante podrá encontrar variantes en la política minera colombiana repasando estas páginas legales. El arriendo se prorrogó el 19 de junio de 1900 por un año más. Las minas de las cuales se dio posesión en 1825 permanecieron en poder de los tratantes desde 1873 hasta el 10 de julio de 1905. La compañía rehusó restituir el establecimiento minero de El Guamo o Marmato y las minas de San Antonio y La Cruzada "alegando no estar obligada a ello".
Y así hablaba Alfredo Vásquez Cobo en el juicio, quien ya era el nuevo arrendatario:
"11. Además del contrato que ajusté con el Gobierno para promover varias acciones judiciales, el cual consta en la escritura número 1687, hecha ante el notario 2o. del Circuito de Bogotá 11 de septiembre de 1905, el mismo gobierno me ha conferido poder, por medio de la escritura número 369, de 16 del presente mes, para demandar, entre otras cosas, el desahucio, posesión, entrega y restitución de las minas nacionales de Supía y Marmato".
Más adelante habla Vásquez Cobo de que "el gobierno ha poseído las minas de Marmato desde el nacimiento de la República, sin interrupción alguna, pues no lo es una demanda propuesta por los herederos de Ana María de Castro, por cuanto la sentencia definitiva a que ella dio origen no se refirió precisamente a los inmuebles demandados por mí".
La Corte Suprema de Justicia afirma lo siguiente:
"1. Que efectivamente la Nación tiene desde la Independencia el dominio y posesión regular de las minas denominadas de Supía y Marmato, situadas en el antiguo Cantón de Supía (hoy Provincia de Marmato), como consta de varias leyes, resoluciones, decretos y contratos publicados en códigos, colecciones y periódicos oficiales: y que conforme a la ley 9a., Parte 4a., Libro 5o., Recopilación Granadina (1823), el Gobierno ha podido dar en arrendamiento esas minas'.
Se presenta una solicitud de la "Western" para que se revoque el auto de siete de mayo que hemos venido comentando. Se llevan al expediente muchos documentos. Entre ellos, uno que hace referencia a un juicio ejecutivo de Percy Brandon contra la "Compañía Mariquita Mining Company Limited". Lo registramos en forma especial, porque es otro de los innumerables "pleitos" en este torbellino del oro. Se destaca otra sentencia de la H. Corte Suprema de la Confederación Granadina, del 29 de septiembre de 1859, en el juicio civil de José María Vélez contra el gobierno. Es otra fuente de nuevos motivos de comprobación y reflexión y seguramente aclarará muchos aspectos.
Otras sentencias del juez 1º del circuito de Bogotá, del 3 de octubre de 1864 y otra de la Corte Suprema Federal del 11 de noviembre del mismo año, en el juicio ejecutivo de Januario Salgar, como apoderado del gobierno, contra la compañía arrendataria. ¿Qué pasaba?, es la pregunta para formular: al no cumplir, ¿no podía el gobierno caducar?
Son múltiples los interrogantes. Para tos investigadores está abierto el camino de las exploraciones y análisis.
En el "Diario Oficial", No. 7095, se lee "el testimonio de posesión de las minas nacionales dada al Dr. Francisco Roulin en 1825". Se conoce la categoría del declarante y la vocación de hombre científico.
Es bueno escucharlo y escudriñar sus palabras.

Historia de las minas.

La H. Corte Suprema de Justicia de Colombia, para puntualizar cuál es la historia de las minas de Supía y de Marmato, aprovecha el "Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia", escrito por Vicente Restrepo, en su segunda edición de 1888, y transcribe:
"Como dijimos antes, en el Cerro de Marmato se explotaban minas de filón desde la mitad del siglo XVI. La labor de dicho cerro ha sido siempre y es desmontar las vetas, ramas y criaderos y echar tierra a la quebrada con pilas de agua, de cuyo beneficio y labor ha resultado perderse la mayor parte de aquel oro, por ser volador y llevárselo las pilas de agua, causa principal por que se desampararon las dichas minas, y no se ha hallado modo de coger dicho oro". El que esto escribía en 1644, el capitán Jacinto de Arboleda, alcalde de Anserma, entró a trabajar en las minas de Marmato en 1634, con una cuadrilla de cuarenta esclavos. Él halló modo de evitar la pérdida del oro y de continuar con provecho las labores de las vetas, haciendo construir un ingenio, de lo cual resultó un aumento a los quintos reales de más de cuatrocientos pesos anuales. El capitán Antonio Guzmán, fundidor y ensayador de la real caja de Anserma, certificaba en 1644 que "en tres años que hacía que estaba ejerciendo sus funciones había llevado a fundir D. Jacinto Arboleda más de doce mil pesos de oro que saca de sus minas, y sin esta cantidad, es más de otra tanta la que diferentes personas han fundido del oro que saca el dicho Capitán". En el mismo año se le concedieron otras minas en el cerro llamado de El Pantano con la condición propuesta por él de hacer construir dos nuevos ingenios. Para atender a los nuevos trabajos de explotación había comprado otros veinticinco esclavos, que le costaron once mil patacones.
"Todavía en 1776 eran los Arboledas los que más labores tenían en el Cerro de Marmato. En el dicho año trasladaron sus cuadrillas de esclavos al Chocó. Consta que en 1801 pasaban de 500 los negros que había trabajando en Marmato.
"El capitán Carlos Stuart Cochrane, de la marina real inglesa, visitó el Chocó en 1824. De su diario de viajes y residencia en Colombia traducimos lo siguiente: 'El Sr. Hurtado me informó que todas las minas del Chocó no producen más de diez y ocho a veinte quintales de oro y cerca de diez quintales de platino por año. Anteriormente producían más; pero la guerra de la Independencia ha hecho salir a todos los mejores negros... El oro se vende allí a doscientos pesos la libra. En Jamaica lo pagan a doscientos cincuenta pesos'. El mismo viajero, hablando de las vetas de la Vega de Supía, dice: 'la mejor mina de Supía, según la opinión de M. de la Roche, mineralogista francés y el hombre muy entendido, es la de Chachafruto. En esta mina había una galería de unas cuarenta yardas y luego un pozo de cincuenta yardas de profundidad. Al sacar el mineral de la parte inferior el pozo se llenó de agua e interrumpió los trabajos de la mina. El filón tenía dos yardas de anchura. Cuando se dio principio a los trabajos, el mineral no daba sino cinco onzas de plata por quintal, y después se enriqueció muchísimo. Esta mina pertenece a particulares que fueron arruinados por la guerra de la Independencia y que no tienen dinero para trabajarla... Últimamente están las minas de Marmato, que son muchas: dan un oro blanco de baja ley, como de catorce quilates. Las explotan actualmente moliendo el mineral (en piedras) y lavándolo en albercas formadas en corrientes de agua; de esta manera se pierde mucho mental... Todo el distrito del Valle del Cauca es rico en producciones minerales; pero hasta ahora no ha sido explorado sino superficialmente; quédales mucho por examinar y ganar a los hombres entendidos y emprendedores'.
"Todavía se pasaron cuarenta años después del viaje del Capitán Cochrane antes de que se comenzasen a explotar formalmente las ricas minas de plata de Supía, descubiertas desde el siglo pasado. Este ejemplo bastará para probar la indiferencia con que hemos mirado en Colombia nuestras riquezas minerales".
La corte recurre a otra serie de instrumentos que hablan de nuevas y lejanas operaciones: las ventas de María Josefa Moreno de la Cruz, que servirán para bordear y profundizar en el origen y evolución de las propiedades; la política referente a muchas materias del estado soberano del Cauca; hay una escritura de José María Vélez a la nación de lo que se le reconoció por sentencia del 27 de septiembre de 1859, que es otro filón jurídico aclaratorio.
La Corte expresa: "En todos esos actos se reconoce que en Supía y Marmato ha habido otras minas además de las pertenecientes en propiedad a la República". Este capítulo sí que es intrincado y lleno de sugerencias para poder formular un reconocimiento de la riqueza nacional. Permite un repaso acerca de las compras, traspasos legítimos o posesiones irregulares, aprovechando el descuido tradicional de los gobiernos en la custodia de los bienes nacionales. Es otro capitulo que despierta las mayores posibilidades de análisis y confrontaciones.
Se hace relación a un deslinde que se propuso ante el juez de Supía el 17 de julio de 1833, por R. S. Illingworth, como director de las minas de Marmato. Puede tener dolencias jurídicas, pero ayuda a enriquecer el conocimiento de datos. Se menciona a Josefa Moreno, de quien hicimos cita anteriormente, quien vende la yeta de "El Salto". Es una de las ataduras hacia Agustín de Castro y, desde luego, a Ana María de Castro. A ésta se refiere la sentencia de la Corte Suprema de la Confederación Granadina, del 27 de septiembre de 1859. Se alega, con razón o sin ella, que hay bienes que son de la sucesión de esta dama.
Los pleitos, las disputas, se centran en una impresionante y poderosa poedra. La corte dijo: "Cerro o mole gigantesca que a muchas leguas a la redonda se destaca en la inmensidad azul de los picos de la cordillera occidental, por su altura y por su forma, que no se confunde con ninguno, como el cerro del volcán de Puracé, como el nevado del Tolima, como el cerro de Monserrate, que permanece casi aislado y único en su especie, y que tiene como linderos el cerro de Cien Pesos hacia el Norte y el cerro de Cascabel hacia el Sur".
Este capítulo de los pleitos nos permite asegurar que los hay grandes, pequeños, a nivel municipal, de circuito, de tribunales departamentales, de la Honorable Corte Suprema de Justicia. Es un verdadero alud. El combate jurídico es de una abundancia que compromete inteligencias de muy diversas densidades culturales.
Estos pleitos, a la vez, trascendían sus denuncias a la prensa, el parlamento, a la procuraduría. Hay toda clase de argumentos: los de la razón, los de la verdad, los de la viveza taimada, los que provienen de la misma trampa sigilosa de funcionarios. No termina esta odisea jurídica.
Quienes no han trasegado por juzgados y tribunales no alcanzan a imaginarse el potosí de datos reales; de sueños que se tratan de volver realidad; de alucinaciones que sufren quienes se empeñan en combates jurídicos. Se sacan las armas más extrañas: viejos infolios, recientes escrituras, leyes derogadas que en un momento expandieron su vigencia, amparo de tratadistas, el recurso de una tesis ideológica, la leyenda sobre lo que se anhela. Es verdaderamente impresionante ese mundo. Allí está la declaración de limpio antecedente, la que monta sobre una parte de la verdad una imaginación que trata de orientar a veces, de confundir en otras.
El arsenal es "vario pinto". Pasan, entonces, las tendencias de una etapa nacional. Las influencias que cursan y determinan su destino. Las hipótesis que se han fraguado para obtener ciertos rendimientos. Las posiciones sociológicas, las claridades ideológicas en cuanto a ciertos principios que regulan la vida colectiva. No hay un solo aspecto que no se toque. En estos casos relacionados con las minas de Marmato, necesariamente se rozaba con lo internacional y las políticas económicas del gobierno. Para un hombre de fantasía allí están acumulados los elementos. Lo único que se demanda es que levante el expediente y lo convierta en materia de inequívoco delirio de creación intelectual.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 3
Personaje de fábula.

Hay una familia que nos debe poner en vigilia. Me refiero a los de Castro. En la "Relación de Popayán", de 1778, se sabe que Agustín de Castro posee minas en contra de lo que "prescriben las ordenanzas". Se denuncia una grave transgresión legal. Ese apellido lo advertiremos comprometido en muchas acciones demasiadas veces. Se requiere que se establezcan confrontaciones históricas.
Se necesita un análisis de las disposiciones del Cauca, que fueron más generosas que las de Antioquia. A veces sus orientaciones hacen evidentes directrices políticas muy claramente enfrentadas desde el punto de vista ideológico. De suerte que es bueno detenerse en estos intrincados, y cada vez más, albures de actos inexplicables.
Más adelante hay una sentencia de la H. Corte Suprema de Justicia, de fecha V-7-1906, en la cual se habla de Ana María de Castro y de un pleito de ésta contra la nación. Hay que ubicar el expediente y analizarlo.
Es aconsejable aclarar la situación de los terrenos que pertenecen a la iglesia de Guamal. Hay autores que sostienen que los donó Josefa Lemos de Moreno, como Bonel Patiño Noreña en su estudio inédito Contribución para un enfoque socio-económico de la tenencia de la tierra en Caldas. Otros dicen que fue doña Ana, pues la devoción se dirige a la santa que lleva su nombre. Estos terrenos siguen despertando litigios. Es una disquisición apasionante. Lo mismo que verificar el nacimiento de Guamal, sus ramificaciones familiares con Marmato, su formación social y el origen de los negros que lo habitan. Es un centro social bien diferenciado, con características muy particulares. Con una vida llena de categorías propias, de profunda diferenciación.
La inquietud se aclara paladinamente: en el año de 1944, escribía Luis Duque Gómez en su estudio "Grupos sanguíneos entre los indígenas de Caldas", en la Revista del Instituto Etnológico Nacional, entrega 2, que Guamal es un caserío, cercano a Supía. Constaba, en ese entonces, de doscientos cincuenta negros. El patrimonio comunal de las tierras, lo dirigía un administrador, elegido. Producían caña y café. Trabajaban en las minas de aluvión cercanas.
El Real de Minas de Guamal se trabajó desde la mitad del siglo XVIII. Sus vecinos llevan el apellido Moreno en su mayoría. Lo han tomado de su último dueño, doña María Josefa Moreno de la Cruz, cuyo protocolo lo revisó aquel estudioso en el protocolo más antiguo de Riosucio, del año de 1827. Ella habla de que deja ciento setenta y cinco piezas de esclavos. Debe mencionarse que en 1717 llegó del Chocó don Sebastián Moreno de la Cruz, con su cuadrilla de esclavos, y denunció minas de aluvión en el llano de Supía. Esto lo contaban habitantes de Guamal y aparece la misma reseña en el libro de Vicente Restrepo.
Acerca de los habitantes de Guamal, hay que tener en cuenta el testamento de doña María Moreno de la Cruz: Duque Gómez hace una síntesis muy afortunada: "Don Sebastián Moreno de la Cruz, a quien había adjudicado estas minas el Alférez Real de Cali, dejó sus bienes, lo mismo que la cuadrilla de esclavos, a su hijo don Simón Pablo Moreno de la Cruz, cuando éste era aún niño. Muerto don Simón Pablo en el año 1760, testó sus bienes a sus tres hijos, Sebastián, Gregorio y María Josefa de la Cruz; murieron luego los dos primeros, quedando como única y legítima dueña de la cuadrilla de esclavos María Josefa, a cuyo testamento nos venimos refiriendo. En uno de los apartes de este documento, que constituye elemento de suma importancia para la historia de estos negros, dice textualmente: 'Ítem, declaro por bienes míos una cuadrilla compuesta por ciento setenta y cinco piezas de esclavos poco más o menos entre hombres y mujeres, grandes y chicos, cuyo número fijo resultará del inventario que se forme por familias, y casas de la ranchería en que habitan, de que dará escrupulosamente cuenta poniéndolos de presente mi negro Capitán Joaquín'. En el mismo documento, expresa cómo es su voluntad que estos negros permanezcan indefinidamente en este Mineral del Guamal, observando obediencia para con sus nuevos amos, al tiempo que de las normas necesarias para el buen gobierno de esta cuadrilla después de su muerte, haciendo a los esclavos algunas concesiones y otorgándoles privilegios. Fieles a la última voluntad de su dueña, permanecieron en este sitio, aún después de haber conseguido la independencia, y los descendientes son los que forman hoy en día este caserío de Guamal, a cuya historia nos hemos referido".
En los pleitos que entabla, años más tarde, Vásquez Cobo, vuelve a aparecer el nombre de Ana de Castro para objetar que los de ella no interrumpieron la posesión que el gobierno tuvo "desde el nacimiento de la república". Sí que es vital conocer este expediente para comprender muchos aspectos de la formación irregular de la riqueza minera nacional.
Cuando se adelanta el debate en la H. Cámara de Representantes contra el contrato que se celebró con Vásquez Cobo y que éste cedió, el general al intervenir hizo referencias a Ana de Castro:
"El Gobierno Nacional vendió el Salado del Peñol en 1873, señalándole como linderos un globo de tierra que años después reclamó como propio, la comunidad de indígenas de Cañamomo. Defendió a la propietaria del Salado el señor doctor Carlos Gartner por medio de un juicio de deslinde que ganó y surtió todos sus efectos ante el Tribunal de Buga.
"A ese juicio de deslinde que presentó la entrega de 1829, donde junto con las minas del Cerro de Marmato estaba el Salado del Peñol, todo perteneciente a los herederos de la señora Ana de Castro. De ese expediente se obtuvo el título para reclamar de la compañía inglesa arrendataria la entrega de lo entregado por los Agentes del Gobierno en 1829.
"He dicho que todos esos bienes arrendados por el Gobierno en 1825 y entregados en 1829 pertenecían a los herederos de la señora Ana de Castro. Esa es la verdad: tanto en las diligencias de entrega de 1829 como en la sentencia de la Corte Suprema de la Confederación del 27 de septiembre de 1859, a favor de uno de los herederos de la señora de Castro, consta que el Alcalde de San Lesmes procedió a inventariar los bienes de dicha señora y a ponerlos en depósito y eso fue lo que en un principio el Gobierno Nacional arrendó en 1825 y entregó luego en 1829".
En el informe acerca del proyecto de ley de 1924 se repiten nuevas afirmaciones en torno a personaje tan inciertamente conocido: "El 6 de octubre del año de 1829 el señor Juan Enrique Bodmer, representante de la compañía inglesa arrendataria, elevó un memorial al señor Juez del Cantón de Supía, en que le decía que hallándose prevenido por el Superior Gobierno que verifique la entrega de la hacienda del Guamo y Salina del Peñol a esta compañía en virtud del contrato celebrado el 18 de abril de 1825 por el Supremo Gobierno con el señor Segismundo Leindendorf en Bogotá", pide se obre así, agregando sus esclavos y utensilios, previo inventario y avalúos judiciales. Al efecto, las autoridades procedieron en vista de lo ordenado por el Gobierno de Bogotá a nombrar los avaluadores y a hacer lo pertinente en debida y legal forma.
"Esta es la segunda entrega, la que constituye el contrato de arrendamiento del 18 de abril de 1825, pues las minas que se entregaron en dicho año de 1825 fueron una especie de aumento voluntario que les hizo el Gobierno a los Contratistas.
"Por el contrato de 18 de abril de 1825 el Gobierno Nacional dio en arrendamiento las minas y demás bienes que había dejado a su muerte la señora Ana de Castro como consta en la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Confederación, de 27 de septiembre de 1859, en la cual se declara que las minas que dio en arrendamiento el Gobierno en 1825 son de los herederos de la señora Ana de Castro, y ordena entregarlos a José María Vélez, quien los reclama como heredero de dicha señora ante el Juez letrado de Buga en Julio de 1843. Parece que Vélez le vendió sus derechos a la Nación en 1860".
Doña Ana de Castro es un personaje interesantísimo, con múltiples facetas, que está esperando un novelista. Su vida es la más cabal representación de la fábula.

Van saliendo capítulos de la novela.

Siempre he pensado que la historia de las minas de Marmato tiene una sucesión de capítulos de novela. Son tan intrincados los incidentes, andan tan confundidas las tramas, el diálogo podría ser sobre tantas y controversiales materias, el rumbo humano tiene su flujo y reflujo, sobre un panorama social inquietante, que de allí se pueden tomar los materiales para construir un mundo de fantasía. Ésta, viniendo de la aguda y angustiosa realidad. No hay necesidad de inventar un personaje. Es retratarlos sin alargar la imaginación, sólo escuchando lo que dejaron escrito; de cómo se comportaron en cada episodio, cómo fue su conducta de recta o de fácil al acomodo. Ellos van emergiendo nítidos en sus nudos de ambición, en sus prédicas, en su violenta vocación por el dinero. Hay un telón de fondo, donde la vida se refleja con el hilo del amor, de la leyenda, de la bohemia colectiva. Del son que va cayendo sobre las almas en las noches de aventura.
Cuando comienza a actuar, la "Western Andes Mining Company Limited" afronta pleitos; desata, apoyada en su poder económico, otros; se trenza en largos litigios. Es un signo en el recorrido histórico de esta comarca minera. De allí, de esos expedientes, se pueden tomar los elementos para la picaresca, la aventura, la proyección de la existencia.
En 1899, el jurista Luis Eduardo Villegas, a quien se evoca en los estrados por la dignidad de su prosa y la versación en incisos, artículos, tratadistas y jurisprudencias, publica un folleto en el cual hace una sinopsis de los juicios que se han incoado entre la Western y "Ospina Hermanos", de Medellín. Él menciona cómo se han unido varios de los que se adelantan para resolverlos bajo una misma cuerda:
"Los pleitos acumulados sobre los cuales vais a decidir, son: 1o. Uno de la Western Andes Mining Company Limited contra Ospina Hermanos, para que éstos indemnicen los perjuicios del arraigo en la persona del Sr. Charles W. Brandon, Superintendente de la primera Compañía, decretado por el Sr. Juez 2o. en lo Civil de este Circuito, como acción accesoria en un juicio ejecutivo por ciento cincuenta mil pesos, en el cual fue absuelto mi comitente: arraigo cumplido durante sesenta y cuatro días, y revocado luego por el Tribunal 2o. Otro de Ospina Hermanos contra la Western Andes Mining Company Limited, para que se declare rescindido el convenio de arrendamiento de las minas de Marmato, entre las mismas partes, a causa de haberse cumplido la condición rescisoria de vender D. Tulio Ospina aquellas minas, conforme a las instrucciones y al poder que para ello se le dieron; sobre declaraciones consiguientes; sobre devolución de 387 libras esterlinas, 11 chelines y un penique de un 5% de reserva, y, subsidiariamente, sobre devolución de las minas y sus frutos y del terreno de Naranjal y sus frutos. 3o. Otro de la Western Andes Mining Company Limited contra Ospina Hermanos, para que se determine que se resolvió el mismo contrato de arrendamiento, con declaraciones consiguientes, por haber faltado Ospina Hermanos, como arrendatarios, al cumplimiento de sus obligaciones".
Pero aún más: se señalan las nuevas oportunidades de litigio que aún subsisten. No tenemos afán de señalar las tesis que se debatían. Nos inquietan tantas acciones, que, sin límites, continuarán ampliándose en el futuro. Ya en esos días, se habían acumulado muchos pleitos, llegando algunos hasta la Corte Suprema de Justicia. Me impulsa a denunciar dónde están los materiales. Cómo es posible localizarlos para quien vaya a entrar en un examen más minucioso que el que intentamos en estas páginas. Pero allí andan los detalles, las minucias, las grandes líneas de cómo fue evolucionando la propiedad, de qué manera el estado tuvo o no políticas rigurosas de defensa del patrimonio nacional. Cómo de allí, de esos voluminosos expedientes, se pueden tomar los elementos para el fabular.
El abogado Villegas denuncia que sólo se han examinado unos pocos asuntos. Que quedan otros que pueden conducir a confrontaciones nuevamente en los estrados. Él lo manifiesta sin ninguna ambigüedad:
"LXXXX. No se ha seguido juicio alguno para que se decida si la Western Andes Mining Company Limited tuvo ó no derecho a recoger sus minas abandonadas, a fin de impedir que se arruinasen; si ha tenido ó no derecho a beneficiarlas, para conseguir con qué mantenerlas en buen pie, y si, por consecuencia de su laboreo, tiene derechos y obligaciones, y hasta dónde alcanzan unos y otras. Sobre esos puntos no halla inconveniente alguno la Western Andes Mining Company Limited en entrar en un litigio con Ospina Hermanos. Lo que no puede aceptar es que, sin haber sido llamada a debate forense acerca de ellos, se les vaya a decidir; porque con ese procedimiento, sobre llevarse de calles el Poder Judicial de Colombia disposiciones precisas, se quebrantarían los más sencillos prolegómenos en el arte de juzgar".
Pero allí no paran las controversias. Marmato vivirá en agitación jurídica. Siempre habrá partes litigantes. El pleito parece un signo controversial, ineludible. Entre oponentes y pleiteantes, se irán acumulando los asuntos que darán pie para muchas elucubraciones en el futuro. Para contarnos, como en un gran verbal, cómo fue la animada vibración humana entreverada con su destino económico.
El que se dedique solamente a hacer un escrutinio histórico sobre los diversos litigios en torno de Marmato - de inspecciones de policía a la Honorable Corte Suprema de Justicia- hallará joyas de la sabiduría jurídica. Páginas de inmortal grandeza por la prosa de abogados que conocían la elegantia juris: dominio de la ley, manejo erudito de la lengua, riqueza y pureza en la adjetivación, frase de noble aliento en la exposición de los argumentos, apoyo en tratadistas, jurisprudencias y repaso de la historia legislativa. Lecciones de dignidad desde el empleo del idioma hasta la búsqueda de la raíz perdida en los principios más remotos de la ley. Sabiduría, gracia y riqueza en la exposición. Elegancia y pulcritud en la defensa de las tesis que se patrocinaban.
Como, también, se hallarán juicios equívocos, truhanerías y maliciosas presentaciones, riqueza de picardías en el manejo de los recursos, verdaderas aventuras en el mundo de las leguleyadas, que no deben tolerarse en los estrados. Desafortunadamente, de todo se ve en el mundo del Señor!
Pero en medio de ese río de argumentos, documentos, recursos, interpretaciones, el historiador atento encontrará cómo anda la verdad, que, lentamente, se va separando. Brillará tanto como el oro de las vetas marmateñas. Será un recorrido por episodios de grandeza y otros de mezquina raponería legal. Pudiendo, a la vez, hallar cómo se han manejado las riquezas naturales del país. Éste es otro estudio bien urgente por cierto.
La indagación en los archivos de las compañías que tenían su asiento en Londres, sus relaciones con el gobierno británico, lo mismo que las de los ministerios que han manejado esta materia en Colombia, reclaman un largo y minucioso escudriñamiento. Se descubrirán datos, noticias, anales, que ni la imaginación más fértil alcanzará a señalar. Son fuentes inéditas. Crecerá la historia de parte esencialísima de las riquezas nacionales, en los leves papeles que traían y llevaban las noticias y en los libros de contabilidad, que denunciarán la realidad de lo que aquí aconteció como ayuda y soporte de la economía europea y mengua y expoliación de la colombiana.

Boussingault.

Para las gentes del occidente de Caldas, y con especial beneplácito las de Riosucio, la presencia del sabio J. B. Boussingault es un homenaje a la existencia de estos pueblos. Sus Memorias engrandecen sus historias, recogen sus leyendas; les dan permanencia a muchos de sus aconteceres sociales. Nos sitúan en el tiempo y en la creciente energía de tos acontecimientos populares. Él contó cómo eran las costumbres, las inclinaciones de los indígenas, las manifestaciones de la vida de relación. Básicamente, son apreciables sus evocaciones por la picardía humana que tienen, la exaltación de las mujeres que con él rozaron, las aventuras que le dieron un tinte de regocijo a su camino por entre montañas, ríos y quebradas. Sus crónicas están revestidas de exultante gracia humana.
En el libro del padre y científico Enrique Pérez Arbeláez acerca de Humboldt, encontramos, en la página 234, una carta de éste a Simón Bolívar, desde París, del 29 de julio de 1822, en la cual recomienda a Boussingault. Éste, en sus Notas sobre A. de Humboldt, se refiere a dicha epístola y considera que en ella se "hacía de mí un personaje. Exageración dictada por un buen sentimiento". El hecho es que el retrato que se dibuja de nuestro personaje fue tomando perfiles en cuanto actuaba y, más tarde, cuando se hicieron las lecturas de su obra. Así decía el mensaje:
"Al ofrecer a Vuestra Excelencia el homenaje de mi vivo reconocimiento, tengo que pedirle un favor muy particular. Esta señal de vida y de nuestra antigua amistad os será transmitida por un joven sabio, el señor Boussingault, quien debe hacerse cargo de la cátedra de Química y Mineralogía en Santa Fe de Bogotá y cuya suerte (para expresároslo enérgicamente y en pocas palabras), me interesa como si él hiciera parte de mi familia. El señor Boussingault es tan notable por la profundidad de sus conocimientos, la sagacidad y extremada exactitud de su inteligencia, como por la amabilidad de su carácter.
"Bien merece ser feliz en vuestra patria, porque abandonando un país donde todos le quieren y donde sus descubrimientos químicos (sobre el acero y el hierro) le han asignado ya un puesto muy distinguido entre los químicos, sacrifica sin vacilaciones todas tas ventajas que su patria le ofrece a ese noble deseo de emprender algo grande y útil y de ver de cerca esa naturaleza tan rica y tan variada en sus producciones. Vos no tendréis (y he aquí un gran punto para la industria naciente en Colombia), no tendréis en el señor Boussingault sólo un profesor de Química y Mineralogía extremadamente distinguido, sino que también hallaréis en él un gran conocimiento práctico de los trabajos subterráneos del minero y del arte de toda suerte de metales. Adquirió esta práctica en los socavones, y, como yo mismo tuve en otro tiempo la dirección de las minas de una parte de Alemania, célebre por sus explotaciones, sé que mi testimonio en esta materia será de algún valor ante Vuestra Excelencia. Vuestro territorio colombiano, y por tanto, el de la Nueva Granada, es, desde el punto de vista mineralógico, uno de los más curiosos que conozco en el mundo entero. Desde el tiempo en que las explotaciones o lavados han existido hasta estos últimos tiempos no han sido casi nunca interrumpidos desde hace siglos. Pamplona, El Topo, Zipaquirá, Tequendama, Chire, Villeta, La Vega de Supía, Antioquia, El Chocó, Barbacoas, la Quebrada del Azogue del Quindío, Almaguer, el Condorachi cerca a Riobamba, la montaña del azufre de Alausi, Azogues cerca de Cuenca, Zamora el S. E. de Loja, merecen, sin duda, la mayor atención; pero pienso que lo más importante, por el momento, es hacer explorar geognósticamente todo el territorio montañoso de la Nueva Granada y de Quito. Hace falta conocer el conjunto para que la administración pueda después fijar concepto individualmente sobre tal o tal punto. Me atrevo, pues a proponer a Vuestra Excelencia que haga recorrer sucesivamente al señor Boussingault las diferentes partes de Santa Fe, Antioquia, Chocó, Popayán, los Pastos y toda la bella provincia de Quito. Será una empresa digna de vuestro nombre, y que fijará la atención de Europa, el publicar una descripción geognóstica y física de la república de Colombia".
Más tarde, después de 1924, Boussingault se encuentra con Walker en Mariquita, para avanzar sobre la zona minera de Marmato. Ya vimos que lo asesora, lo mismo que a otro sabio, Roulin, en la compra de las minas para Powells, la compañía que buscaba el desplazamiento de quien realizó el primer contrato en Inglaterra para la explotación de la zona.
En su misión, va precisando las características de los terrenos, sus calidades y sus aprovechamientos. Lo primero que escribe es una descripción del viaje desde Riosucio donde ha pasado una larga estadía, llena de encanto y de leyendas a Marmato:
"La distancia de Riosucio a Marmato es de cerca de 3 leguas en dirección Occidente-Oriente. Las diferencias de altitud son moderadas, sin embargo, el espacio comprendido entre los dos puntos extremos es muy accidentado, pues el terreno es ondulado. Riosucio se encuentra sobre sienita porfídica; se sigue esta roca más o menos modificada, más allá de Quiebralomo, en donde desaparece dentro de una mezcla de apariencia arenácea con finas partículas de cuarzo, de feldespato y de anfibolita y un granito de capas inclinadas sobre la sienita; estas singulares mezclas las he encontrado casi en todas partes y me ha costado mucho trabajo fijar su edad; allí no se encuentran restos de seres orgánicos. Sin embargo, cerca de Riosucio, se han encontrado delgadas capas de lignito, lo cual es posible que sea una arcosis de los porfirios. Para los mineros esta es una roca estéril, en donde jamás se encuentran filones metálicos".
Las zonas de Marmato y de la Vega de Supía las juzga, desde el punto geológico, de la siguiente manera:
"Después de haber pasado el llano, se llega a la ramificación que lo separa del Cauca. Al dejar este depósito al Norte, se encuentra y se sigue la sienita porfírica hasta su punto culminante, la boca del monte, en donde uno se encuentra sobre una roca esquistosa, con micaesquisto y esquisto sienitoso, el que un poco más abajo, hacia el río, se encuentra con el porfirio. La roca esquistosa parece incrustada en la roca cristalina; se la puede seguir hacia el riachuelo de Cascabel, por encima del cual, subiendo hacia Marmato, aparece la sienita porfírica que baja hasta la hacienda de Muruyá. Allí la roca toma las características de la sienita propiamente dicha por la presencia del cuarzo y de la mica, bastante raros entre los porfirios.
"Las rocas dominantes del terreno del distrito de la Vega, son entonces, comenzando por su parte inferior, el Cauca:
1. Esquistos micáceos de talco o arcillosos;
2. Sienita porfírica;
3. Depósitos arenáceos (¿arcosis?) dispuestos en jirones;
4. Un aluvión aurífero formado de restos de sienita porfírica.
"La sienita porfírica de Engurumí es la variedad dominante, que es una pasta de feldespato compacta ("petro-sílex") en la cual diseminados bellos cristales de anfibolita y de feldespato blanco. No se ve cuarzo y muy rara vez se encuentra mica.
"Yendo de Riosucio de Engurumí a Quiebralomo, se modifica esta roca que es de un blanco opaco; siempre es una pasta feldespática que encierra una multitud de cristales de feldespato; su aspecto es terroso y rara vez se ve la anfibolita, pero sí se encuentran pequeños cristales de hierro oxidulado y de piritas; así que todas las rocas que pertenecen a los terrenos de sienita y de grunstein porfírico son las que producen una ligera eflorescencia en contacto con ácidos.
"Los filones auríferos son numerosos en el porfirio de Quiebralomo. Su dirección me ha parecido ser generalmente de Sur a Oeste, casi vertical, de baja potencia. La ganga consiste en cuarzo granulado, cal carbonatada y arcilla blanca. Allí se encuentran independientes el oro nativo, pirita, antimonio sulfurado, blenda y algunas veces cinabrio. Todos estos sulfuros son auríferos; la riqueza de estos yacimientos a veces es muy grande; sin embargo ésta es muy variable; sucede que una vena explotada con éxito se angosta de repente y desaparece para reaparecer en seguida. Me mostraron un filón sobre el cual una galería llevada a 2 metros rindió 1000 pesos oro; a esta variación en los productos se debe el nombre de "minas de tope" (minas de la suerte) dado por los mineros a los yacimientos de Quiebralomo.
"Las minas son explotadas en galerías que se abren sobre el río de Santa Inés y el trabajo se ejecuta a la barra, es decir, un instrumento de hierro que tiene en su extremidad una punta para picar y en la otra un filo cortante, el cual en toda la América meridional es la herramienta de los mineros, pues, manejada por un hombre robusto, reemplaza ventajosamente los picos que se usan en Europa".
Luego se detiene en analizar cuál es la situación de Quiebralomo. Él señala que allí prevalece una pasta feldespática. Hay poca anfibolita. Hay cristales de hierro oxidulado y de piritas y terrenos con sienita y grunstein porfírico. Existen cuarzo granulado, cal carbonatada y arcilla blanca. Lo mismo que el oro nativo, la pirita, el antimonio sulfurado, la blenda y el cinabrio. "Todos estos sulfuros -afirma- son auríferos; la riqueza de estos yacimientos a veces es muy grande; sin embargo, ésta es muy variable; sucede que una vena explotada con éxito se angosta de repente y desaparece para reaparecer en seguida". Sin olvidar que se halla sulfuro de plata y de mercurio.
En Marmato la sienita porfírica, lo indica, está muy metalizada. Se explota la pirita aurífera. Los filones están formados por porfirio; la ganga es una arcilla blanca. También se explotaba "óxido de hierro hidratado, muy rico en oro". Se producen muchos sulfuros en Loiza: alenda, galena, pirita, burbonita, plata rojiza, plata nativa, mina argentífera, arseniato de hierro. "El oro que se extrae, -cuenta- tiene un tinte pálido porque contiene una notable porción de plata". Refiere que localizó marmatita.
La influencia de Boussingault se reflejó en el cambio de varias técnicas en el trabajo. El novelista Rómulo Cuesta lo narra con precisión: "Bajo la dirección de Boussingault y Walker se emprendió el laboreo de las minas de Marmato. Sustitóyuse entonces la barra puntiaguda, única herramienta del minero, con el pico, el taladro, la cuña, el martillo y la pólvora; el zurrón de cuero, único utensilio de acarreo, con la carreta y el coche; la trituración en piedras del mineral hecha por manos esclavas, con la del molino hidráulico, de pistones de bronce; el hoyo circular cavado en la tierra para depósito de la pirita, con el aparato de amalgamación; el socavón sin simetría, con la galería horizontal; la enramada de paja, con la construcción de tejas; el simple vallado de piedra, con el muro de cal y canto; la miserable cabaña, con el cómodo edificio a la europea; la mano de obra del esclavo hambriento, obligado a trabajar para el amo y para sí, con la del obrero libre contratado en los pueblos más cercanos; la pobre huella que conducía hilos de agua, con la grande acequia de capacidad suficiente para dar movimiento al pesado molino".
Saltan las tramas turbadoras: de qué manera operó el traspaso del imperio español a las propiedades del estado. ¿Éste es lógico? ¿Pero cómo fue que lograron acaparar tanta riqueza los particulares? La política del denuncio de las minas pudo propiciar esa concentración. Hay que dilucidar la materia, mediante serias exploraciones. Porque por falta de la vigilancia sobre el terreno, hay la sospecha de que se realizaron invasiones, toma por la fuerza, abuso poderoso del invasor. Ello facilitará hacer la crítica de los sistemas de adjudicación. Es un capítulo de categoría nacional. El señalar los términos de la política del subsuelo es de singular categoría para saber su influencia en el desenvolvimiento económico nacional. El desenmarañar estos hilos nos va a facilitar los relatos; se descubrirán picardías, evasiones y triquiñuelas muy sugerentes; se hará evidente el sonambulismo consciente o inconsciente de la manera como el estado ha manejado la suerte económica de la nación y sus descarríos, porque hay funcionarios que saben más de perversiones que de vigilancias. ¿Cómo llegaron a ser las minas de particulares? En la sentencia de la Honorable Corte Suprema de Justicia, del IV-5-1906, se lee: "Desde la emancipación política de lo que se llamó antes Nueva Granda y que hoy se llama Colombia, quedaron como propios de ésta los territorios que poseyó España y que demarcó la primera constitución expedida en 1821".
Para puntualizar los diferentes asuntos que he planteado en este escrito, habrá que examinar los archivos departamentales, los municipales, los de las alcaldías, juzgados, concejos municipales, pequeñas compañías de negocios, los periódicos locales, las hojas volantes. Así sabremos que pasó. Consultar lo que digan los versos populares en que se recrean los hechos parroquiales. Es la síntesis de lo que se comentaba, lo que era el comadreo, lo que criticaban, lo que acontecía. Es volver a la fuente popular.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 4
Las "sociedades democráticas".

Don Florentino González pasó varios años en Inglaterra, colaborando a las relaciones económicas del país, desde el consulado de Colombia. Sus biógrafos juzgan que regresó afectado de anglomanía. Se empeña en lograr una ley para importar trajes y cachemires ingleses y de los demás estados europeos. Es decir, logra lo que en estos años se llama la apertura o neoliberalismo, que es una nueva derecha en lo político y económico. Se produce la ruina de los artesanos, entre ellos del sastre Ambrosio López y de otros. El primero escribe un folleto que titula El Desengaño y en el cual se lee:
"Tengo el honor de participar a usted que la mayor parte de los artesanos de esta capital han determinado formar una sociedad con el objeto de promover todo lo que puedan y crean conveniente para el adelanto y fomento de sus respectivos oficios, lo mismo que la instrucción de sus miembros en otros ramos de necesidad e interés; y como en la junta preparatoria que tuvo lugar ayer me cupo la honra de ser nombrado Presidente, pongo en conocimiento e de usted dicha determinación, con el objeto de que sepa que la sociedad de que voy hablando no se reunirá con ningún fin prohibido por la ley, y que antes bien merece la protección de las autoridades".
Nacen las "sociedades democráticas", que se van a extender por el país y que, inicialmente, también implicaron reacciones contra las "católicas" de tan ardientes y fanáticos empeños. En un momento, tienen amplia participación en Marmato. Ya lo contaremos.
Se organiza la "Sociedad Republicana" con los más distinguidos estudiantes de la Universidad Nacional. Estamos cerca al año de 1848. Se le señala como el origen del radicalismo liberal. Algunos serán "gólgotas", que, sin reatos, se llamaban socialistas. Los "dacronianos", en cambio, constituían los de un "férreo liberalismo económico". Se fueron acentuando las beligerancias de las "democráticas", de artesanos que asumían la defensa de su producción, pero que no olvidaban sus deberes políticos. Consistía en un movimiento social-económico con ribetes de defensa de principios como la libertad absoluta de imprenta, la eliminación de la esclavitud, el jurado para juzgar los delitos, el fortalecimiento del régimen municipal, la expulsión de los jesuítas, la abolición del fuero eclesiástico, la supresión de los diezmos, la eliminación de los monopolios, el acentuar la descentralización. El programa consistía en expresión de lo real e inequívocamente liberal. Los integrantes gritaban: "Vivan el ejército y los artesanos, abajo los monopolistas". José Manuel Restrepo menciona cómo un hacendado Latorre monopolizó la carne. Estos hechos producían protestas colectivas. Aún primaban las directrices coloniales y sus principios, que los padecían como opresores y que detenían la verdadera liberación económica. Los intelectuales radicales dirigían las "democráticas", haciendo un denuedo por librar a las masas de la orientación clerical, que ejercía demasiados y extraños poderes sobre éstas, inclinándolas hacia el conservatismo.
Había un interés inmediato: la defensa de las artesanías.
A la vez, los conservadores organizan las "sociedades populares", que toman varios nombres: las "Filotécnicas", las del "Niño Jesús" y otras con nombres tomados de los símbolos religiosos o de las oraciones. El Alacrán de Joaquín Posada y Fernán Piñeros se refiere abiertamente al comunismo, en 1849. Murillo Toro repartía las tesis de Gerardain, las de Proudhon y las de Luis Blanc en El Neogranadino, cuando Manuel María Madiedo publica la Ciencia social o del socialismo filosófico, derivación de las armonías del cristianismo.
Por el país cruzaban las ideas más amplias y ricas en contenido doctrinario.
En el estado soberano del Cauca (Marmato estaba bajo su organización administrativa) la agitación con tas democráticas fue muy fuerte. La prensa conservadora: La Civilización, El Día, El Misófono, El Ariete, permanentemente predican que era dañina la acción de aquéllas en Cali y Buenaventura. Por estos lados, tuvieron un acento de reivindicación de los ejidos, como lo rememora Germán Colmenares, en relación con el siglo XVIII. Las beligerancias se volvían más ardientes, pues en la región prevalecía la mentalidad esclavista. Este ingrediente aceleraba las repulsiones populares. Leyendo El Neogranadino de 1851, se pueden comprobar las apreciaciones que aquí se consignan.
Se extremaban otras actitudes que producían múltiples y enérgicas resistencias: el ocho de septiembre de 1877, la "democrática" de Cali cuenta que los liberales -por orden de los obispos de Popayán y de Pasto- no pueden ser "padrinos de bautismo, de matrimonio y de otra ceremonia sacramental".
Jorge Jsaacs, como Secretario de Gobierno, contesta el 24 de septiembre:
"El poder Ejecutivo del Estado tenía ya noticia del procedimiento hostil de ciertos sacerdotes católicos contra ciudadanos y familias liberales, no sólo en ese municipio sino en otros del Estado". A la vez, en otra comunicación elogia la creación sucedida en Buga:
"Mientras las sociedades democráticas del Cauca sean, como la de Buga, presididas por republicanos intachables; en tanto que en ella, ahogado todo interés particular y ruin, impere exclusivamente el amor a las instituciones liberales, el amor probado de la república y el interés por el bienestar común, nada deben temer de la oligarquía ni del ultramontanismo las instituciones democráticas. He allí una gloriosa misión que la Patria exige sea bien desempeñada".
Los postulados del radicalismo en las sociedades Democráticas anhelan dar una orientación doctrinaria a los sectores urbanos. Debe anotarse que algunos sacerdotes hacían parte de ellas. Era el síntoma de que había una parte de éstos que aceptaban su misión sin atadura a los partidos políticos. Su batalla en ellas, también, se concentraba en luchar contra el poderío de los caciques. Demandaban libertad, igualdad, fraternidad, ayuda mutua, instrucción permanente para fortalecer una conciencia política ilustrada entre los artesanos. Podría sostenerse, con evidencias, que ellas eran gremialistas con un sentido moral. Su porfía en la defensa de las artesanías se mantenía vigilante. Principiaron a circular unos versos de José María Garnica contra la "apertura" neoliberal de su tiempo:

"Infeliz Patria, hasta cuándo
cesará nuestro desvelo,
iVuestros hijos por el suleo
y los amigos mamando!
Nos traen mesas, taburetes,
canapés, escaparates,
baúles, zapatos, petates,
galápagos, ligas, fuetes
y multitud de juguetes
con que barren nuestros reales;
mientras nuestros menestrales
se abandonan por no hallar
cómo poder trabajar
igual a tantos rivales."

César Conto manifiesta, en su condición de presidente del estado del Cauca, en mensaje a la legislatura de 1877: "El clero en liga con el partido conservador... con el fin de 'preparar el terreno para la guerra' activó la fundación de sociedades que se llamaban 'católicas', verdaderos centros de conspiración en donde se trataba de alistar soldados ligándolos con el prestigioso juramento de defender la religión, que nadie atacaba". Mientras que Juan de Dios Uribe, el Indio, el gran escritor, rememora que él escuchaba en Popayán, a Conto y a David Peña, en las "sociedades democráticas", haciendo amplias exposiciones ideológicas. Él mismo evoca, en otra oportunidad, "que 'la democrática', establecida desde 1848, o antes, había tomado a la aproximación del peligro (guerra de 1876) su carácter resuelto, frente a frente a la 'Sociedad Católica', que bajo el influjo de los gamonales conservadores llenaba sus filas cada día con nuevos contingentes".
En Marmato, lo mismo que en otros pueblos de Caldas, se organizaron las "democráticas". No hay estudios detallados sobre la materia. Es otro filón para los historiadores que se preocupan del pasado de nuestra comarca. Igualmente, habría que referir cómo fue la actitud cuando la revuelta de "los comuneros". Sobre éstos, hay referencias demasiado breves. Estamos, por fortuna, en el orto de un gran movimiento reivindicador del poderío popular, lo mismo que de la cultura que arranca de éste. Es el comienzo de la nueva visión de nuestro pasado.
Pues bien: en Marmato, lo refiere Rómulo Cuesta, el sacerdote solicitaba a sus feligreses que fueran, cada uno, "miembros activos de la Sociedad Católica que había fundado con la especial misión de dirigir las conciencias y de indicar a las gentes el verdadero camino de la salvación, y era otra de las primordiales obligaciones de los buenos católicos".
Para que nos demos cuenta del alcance e importancia que tuvieron estas confrontaciones y cómo Marmato tuvo una política y una actitud, debemos repasar las palabras de Cuesta:
"Para contrarrestar las tendencias políticas de esta Sociedad, los liberales organizaron la Democrática de Marmato. Era un enemigo enfrente de otro. Así, en tanto que en aquélla se platicaba que ejecutaba acción laudable quien mataba liberales, en ésta se sostenía la necesidad de aunar esfuerzos para la defensa del gobierno contra el oscurantismo que amenazaba arrasarlo todo.
"Esa pugna de ideas y de intereses dio los resultados que se aguardaban, pues no había reunión ni fiesta donde en nombre de la religión no se provocara un conflicto y donde en defensa de la libertad no se apaleara. El Cura era el encargado de conducir al cielo o al infierno a sus secuaces. Conservador que al entrar en pelea era herido, era conservador sin fe; conservador que, en las garroteras que provocaba, salía ileso, era el hombre que de todo corazón invocaba la protección de lo Alto. Para los buenos católicos, añadía, los cuchillos impíos son de cera y las balas de algodón. Nada hay qué temer.
"Dios está con los buenos, como con los israelitas en la Tierra de Promisión. A nuestra voz se pararán, como en los tiempos de Josué, el sol y la luna, y legiones de ángeles combatirán a nuestro lado. Pero tened fe como un grano de mostaza, y ello bastará para volcar el gobierno de los perversos.
"Los liberales, que creían en su partido corno en una segunda religión, se ahuyentaron de los templos, dejaron de contraer relaciones matrimoniales, negaron su contribución para el sostenimiento del, culto, se privaron de los sacramentos y privaron a sus hijos del bautismo del párroco, contentándose con el agua bautismal que derramara cualquier seglar sobre la cabeza de sus infantes. La palabra 'católico' llegó a ser sinónimo de 'godo', y la 'liberal', sinónimo de 'impío'".
Estos datos en torno a la vida de Marmato, nos denuncian que estuvo e invariablemente participando en el torbellino de la actividad nacional. Nunca al margen. Comprometido en sus desvelos. Recalquemos, por ejemplo, que de allí salieron ejércitos a defender a José María Melo y viajaron a engrosar las filas del Valle, comandados por Laureano Orrego. Y así obraron en cada apuesta trascendental del discurrir de la república.

Jorge Isaacs y la educación en Marmato.

Cuando César Conto, en 1875, es elegido como presidente del estado soberano del Cauca, nombra como superintendente de instrucción pública a Jorge Isaacs. Hay que mencionar que, en el gobierno nacional de Santos Gutiérrez (1868.1870), se habían realizado demasiados impulsos para la educación primaria. Se aprobó una ley, en 1868, que consignaba la ayuda federal a los estados para que, en cada uno, se levantaran dos escuelas normales, dos pilotos y una de capacitación en la industria artesanal. Para obtener el envío de aportes, se necesitaba un informe regional de la manera como transcurrían las labores. Sólo Antioquia lo envió. Luego, en 1870, el 2 de julio, se promulgó una ley que daba al gobierno de Eustorgio Salgar autorizaciones para organizar la educación. Este presidente pidió el concurso de las fuerzas nacionales en palabras elocuentes: "iCiudadanos! completemos la obra de nuestra emancipación política por medio de la tarea incesante de extender la educación intelectual y moral del pueblo y del cumplimiento cada día más exacto que damos a nuestros deberes como miembros de una Nación soberana y libre". Él ya había sostenido, al exhortar al congreso para que votara la ley: "Tengo la convicción de que mientras el gobierno no emprenda, con todo el poder e influencia de que dispone, la obra de educar al pueblo... el problema de la miseria pública, el de la libertad, y el progreso, en fin, estará siempre delante amenazando la paz y ensanchando inquietudes a la propiedad".
El decreto orgánico lo promulgó el 1o. de noviembre de 1870. Ese período, hasta la guerra del 76, se ha proclamado como la era de oro de la educación colombiana". Jane M. Rausch advierte que mediante esa providencia "se organizó el sistema de educación oficial en tres áreas:
"La administración, la enseñanza y la inspección. Su propósito era el siguiente: procurar que los estados consagraran en su legislación ciertas medidas que permitieran el fomento de la instrucción primaria, uniformar los textos de enseñanza, fundar escuelas normales para la educación de maestros competentes, crear canales de comunicación entre los estados de modo que la experiencia de cada cual sirviera al progreso de los otros, y estimulara el sentimiento público en favor de la educación del pueblo". El decreto orgánico constaba de doscientos noventa y cuatro artículos (294) en los cuales "se describían los deberes de los funcionarios escolares; se enumeraban las materias de estudio y los métodos de enseñanza preferidos y, lo más importante, se establecía que toda la instrucción sería gratuita, laica y obligatoria". Había una división entre las obligaciones: unas eran de la nación; otras, de los estados soberanos, y algunas, de los distritos. Son, sin dubitaciones, con las disposiciones de Francisco de Paula Santander de 1822, las más completas que se habían pronunciado para el progreso cultural del país. Los especialistas las han calificado de un plan asombrosamente bien concebido en sus fines y en la metodología. Don Tomás Rueda Vargas insistía en que "fue el instrumento de que se valieron los hombres de entonces para cumplir un vasto plan instruccionista que ha resistido victoriosamente el debate no siempre desapasionado de los bandos políticos".
La guerra de 1876 crea paralización en la continuación de algunos proyectos. Y en 1880 con Trujillo como presidente, que es un antecedente para el ascenso de Núñez y su traición política, se detiene el impulso. Finalmente, en la Regeneración Conservadora de Núñez y de Caro, se cancelará. Pero queda la certeza de que se vivió una de las etapas más brillantes de la educación en Colombia.
Crecían los obstáculos con el clero para la realización de este asombroso programa educativo. J. David Guarín, secretario general del estado de Boyacá, en su informe al presidente, en 1873, manifiesta: "Desde el púlpito se les ha hecho creer a los padres que deben esconder a sus hijos para que no sean inscritos pues que aquello no tiene otro objeto que el de tenerlos presentes para hacerlos soldados más tarde o para llevarlos a las escuelas donde se les enseña protestantismo". Esta última aseveración se formula por la presencia de la misión alemana, en esos años la más calificada y bien reputada en Europa en materias de enseñanza.
El Indio Uribe, Juan de Dios, señala el respeto con el cual se circundaba la figura de Isaacs y la admiración que suscitaba:
"En 1875 era (Isaacs) superintendente de instrucción pública del Cauca. Cuando atravesaba los claustros de la escuela normal de Popayán, envuelto en su capa, sin mirar a nadie, los estudiantes cerrábamos los libros para contemplarlo llenos de respeto. El imponía ese respeto, por otra parte; mas nosotros nos sentíamos orgullosos y felices al tener por superior de estudios al gran poeta que había paseado la novia inmortal caucana por todas las comarcas de la tierra, que había dejado a María como numen que preside los amores castos, hablando a la oreja de las prometidas, y en nupcias imposibles con los corazones tristes... Felices, orgullosos y entusiastas, al pensar que el célebre escritor venía del lado de César Conto, de la redacción de El Programa Liberal, de dar un asalto a los fanáticos, por nosotros, por los normalistas, que estábamos en el nido de la serpiente...
"iCésar Conto! Combatido por los nuñistas y los conservadores; envuelto en una red de sociedades católicas; con un obispo beligerante a dos cuadras de su casa, y otro obispo guerrero que le apuntaba desde Pasto, en la parrilla de las iglesias, de los periódicos y de las tribunas reaccionarias; desengañado de muchos de sus copartidarios; con infaustas noticias por el telégrafo a cada instante; abocado a una guerra de aspecto musulmán; y él sin soldados, con pocos amigos, inalterable, sonriente, con la bandera en la mano, parando los golpes en El Programa Liberal: ¡oh, este recuerdo es el homenaje más glorioso que puede hacérsele a su memoria!".
Desde luego, las fuerzas reaccionarias arremetían contra el nombre de Isaacs. En el periódico Principios, X-22-1875, escriben con azogue: "El señor Jorge Isaacs, a quien tantos elogios hace el Diario de Cundinamarca ha sido nombrado Superintendente de Instrucción Publica del Estado. Muy pronto ha pagado el gobierno el entusiasmo de este encendedor que se atrevió a llamar apagadores a todos los que como el Ilustrísimo Obispo sostienen la necesidad de la educación religiosa".
Él habito en la Calle de la Ermita, frente a la Universidad del Cauca, ilustre por la abundancia de méritos culturales. Se empeñó en organizar escuelas, entre éstas las nocturnas para obreros. Pone a circular el periódico El Escolar que difunde las nuevas doctrinas pedagógicas. Igualmente, adicionó el "Código de Educación Pública del Cauca", lanzado por el mismo Conto y cuya recopilación la hizo J. M. Quijano Wallis a través de la ley 32 del IX-29-1877, ordenando que se creen escuelas para adultos, maestranza de tejidos y fabricación de sombreros, establecimientos de escuelas de agricultura y otras que fueran ambulantes en aldeas y caseríos. Así recogen los principios de la nueva educación.
Su actividad tiene que duplicarse. No hay que desconocer que "las escuelas públicas tenían como acicate, en las capitales de varios municipios, las escuelas católicas, organizadas por el clero y los conservadores...". La tarea era muy intrincada.
El periódico El Programa Liberal, que tiene tanta penetración en la defensa de las ideas radicales, sólo suspende sus ediciones con motivo de la guerra de 1876. Pero su contenido es esencial para el conocimiento de las ideas que se defendían en ese momento histórico nacional. En sus páginas se exponen los derroteros de lo que se anhelaba en la educación.
Esta labor se entorpecía por la influencia sacerdotal. En la nota de Isaacs al delegado en Buga, queda claramente señalado el procedimiento de torpedear: "Causa indignación pero no desanima ver cuánto han logrado en su malévola obra los sacerdotes católicos que se han puesto al servicio del partido ultramontano para combatir en alianza satánica la educación popular en el municipio. No desanima ese triunfo transitorio que han adquirido; yo sé que antes del mes de julio próximo y a más tardar al dar comienzo a las tareas del próximo año, volveremos a ver en las escuelas de ese Departamento mayor número de niños que había cuando principiaron su cruzada infame los servidores del jesuitismo entre nosotros. Y estos palurdos que sirven a la prensa de la teocracia en Cali y Popayán, se atreven a preguntar con hipócrita avilantez dónde están esas escuelas cerradas por orden e influencia del Obispo Bermúdez".
Isaacs interviene en la guerra del 76 definiendo al gobierno. Terminada ésta, vuelve a sus labores. No abandona su tarea civilizadora. El V-19-1877 escribe una circular en la cual su defensa se orienta al interés en que se haga conciencia de la necesidad de la educación popular: "El odio implacable del ultramontanismo a la educación popular, a la ilustración de las clases pobres, combatió en otro tiempo nuestros trabajos y por desgracia lo hizo improductivo algunas veces, valiéndose para ello de las predicaciones malévolas de ciertos sacerdotes católicos y abusando de la ignorancia y sumisión de algunos pueblos. Aquel obstáculo desesperado, aquella guerra anticristiana y cruel a la educación común, no entrabarán, no inutilizarán nuestra labor".
Isaacs pide auxilios para poder adelantar su labor. Se halla sin medios. Conto le da orden al secretario de hacienda, con un gesto nobilísimo que revela la preocupación de los radicales por la educación:
"Déle usted a Isaacs la suma que pide y si la Caja del Estado no lo permite, olvide usted que a mí se me paga sueldo".
Esa orden, tiene el aliento del apostolado.
Se ha agudizado tanto la lucha contra las escuelas oficiales y los liberales, que no podían participar en ningún oficio religioso, que el vicario general de la diócesis de Popayán, juez Nepomuceno Velasco, firma un acta al ciudadano presidente y al secretario de gobierno, Modesto Garcés y Jorge Isaacs, que, en lo pertinente, manifiesta:
"Que ofrece de una manera franca y explícita no hacer oposición de ninguna especie a los establecimientos de educación sostenidos por el Gobierno Nacional o del Estado; que así mismo ofrece hacer que el clero de la Diócesis que está bajo su jurisdicción, tenga la misma conducta; que en cuanto a las censuras en que han incurrido, según su opinión, algunos individuos conforme a la Constitución Apostólica Sedis, por el destierro del Obispo Bermúdez, ofrece presentarle al Gobierno una nota, en su carácter de Provisor de la Diócesis, dirigida al Sumo Pontífice solicitando facultades bastantes para quitar dichas censuras y allanar todos los inconvenientes que puedan depender de su carencia de facultades, en virtud del buen deseo que lo anima de poner término a toda desaveniencia que sea contraria a la paz y tranquilidad de los pueblos; que con estas manifestaciones y compromisos quiere dar público testimonio de su respeto y sumisión a la autoridad civil en todo lo que sea de su competencia".
En los pueblos de Caldas, la campaña obedece a la misma orientación. En la excelente biografía de Jsaacs, escrita por Luis Carlos Velasco Madriñán, se hallan rutas que van mostrando lo que acontecía. Que, además, se pretendía que no se tuviese conciencia de cuáles fueron la conducta y las posturas populares. Nuestros pueblos no estuvieron al margen de la historia colombiana; al contrario, se sumergían en sus entrañas, para dejar el testimonio de s adhesiones y de sus repudios.
Pues bien: cuando Isaacs visita Santa Rosa de Cabal, tiene que escribir al inspector del distrito de San Francisco (hoy Chinchiná), para decirle el VI-24-1876: "Obra de imperdonable malevolencia ha sido la de hacer correr la voz en San Francisco de que el Superintendente General de I. P. prohíbe la enseñanza de la Religión Católica en los establecimientos que tiene bajo su inspección... No sólo es permitida la enseñanza de la Religión Católica en todas las escuelas oficiales, sino que es para mí condición importante de un preceptor o preceptora dar esa enseñanza con particular esmero y satisfacción de los padres de familia; de ello tendrán pruebas palpables los vecinos de San Francisco y el señor Cura de la Parroquia al tener yo el gusto de visitar la población, pues espero que entonces ya habrán vuelto a las escuelas los niños que se hicieron desertar de ellas con tan injustificado motivo".
En la misma etapa, Isaacs llegó a Riosucio y le tocó organizar la primera escuela oficial del municipio. Purificación Calvo de Vanegas, en su libro Riosucio, evoca que "su llegada fue motivo de extraordinario júbilo en toda la población y se le hizo una recepción espléndida... tuvo lugar el lujoso baile con el cual fue obsequiado el ilustre visitante..., don Rómulo Cuesta fue nombrado... Delegado de Instrucción Pública".
Precisamente, el novelista Cuesta, testigo de excepción, puntualiza cómo obró, fanáticamente, el clero en Marmato. Es parte del clima que se vivía en el país. Es patético leer sus palabras. Nos indican ellas la dura realidad que se confrontaba para poder adelantar una tarea de mejoramiento y se hace clarísimo el tradicionalismo contra la profunda revolución educativa que entrañaban el decreto orgánico de 1870 y la presencia de una misión alemana para organizar las normales en el estado: "Con el arribo a Marmato del Superintendente de Instrucción Pública, doctor Jorge Isaacs, las pasiones políticas llegaron en el mes siguiente a su más alto recrudecimiento. Este Anticristo, redactor del Programa Liberal decía el Cura, traía a las escuelas la nueva de que por medio del arte fonético empleado en Popayán por los maestros alemanes, un niño podía aprender a leer y a escribir en menos de un mes. El cura sostenía, basado en las santas prácticas católicas, que el arte de aprender a leer deletreando era el que aconsejaba la doctrina cristiana, y añadía que eso de enseñar que la efe se pronunciaba soplando, y la eme juntando los labios, y la ese silbando, no podía ser sino producto de Satanás a quien servía el Programa Liberal cuyo más activo miembro era nada menos que el que en esos días visitaba las escuelas. Por lo que en previsión de que las almas de los niños pudieran contaminarse y perderse con las nuevas artes de que eran portadores los ateos alemanes, ordenaba a los padres de familia, bajo pena de pecado mortal, que retiraran a sus hijos de las escuelas. Ser miembro activo de la Sociedad Católica, que había fundado con la especial misión de dirigir las conciencias y de indicar a las gentes el verdadero camino de la salvación, era otra de las primordiales obligaciones de los buenos católicos".
En la Historia de América Latina de Cambridge, John Linch ha escrito un capítulo, "La iglesia católica en América Latina, 1830-1930", en el cual se detiene en la etapa colombiana que estamos glosando. La importancia y alcance de sus referencias son muy aclaratorias en cuanto a lo que sucedía en nuestra patria. No fueron, por lo tanto, pequeños sucesos. Éstos tenían manifestaciones perturbadoras, registradas por el profesor inglés:
"A partir de 1870, las relaciones entre la iglesia y el Estado entraron en otro período de crisis, cuando el gobierno emprendió la reforma de la educación, que ya debería haberse efectuado mucho antes. En el decreto de educación primaria (1 de noviembre de 1870) se preveía que ésta sería gratuita y obligatoria en toda Colombia; el Estado no impartiría instrucción religiosa, pero de ella podían encargarse sacerdotes dentro de las escuelas. Algunos miembros de la jerarquía, en especial el arzobispo de Bogotá, Vicente Arbeláez, que era un hombre moderado, estaban dispuestos a aceptar las escuelas seculares y, de hecho, a trabajar por la reconciliación general con el Estado. Pero los católicos conservadores rechazaron las soluciones intermedias. En Cauca, cuyo "fanatismo neocatólico" fue denunciado por los liberales, la oposición clerical se mostró intransigente. En Pasto, los católicos acudieron a defender la religión contra el ateísmo y el liberalismo. Monseñor Carlos Bermúdez, obispo de Popayán, citó el Syllabus errorum e insistió en que la iglesia católica controlara las escuelas, prohibió que los padres mandaran a sus hijos a las escuelas elementales del Estado y amenazó con la excomunión a quienes no obedecieran. En el otro bando, los liberales fanáticos también se aprestaron a librar batalla y aportaron su grano de arena a la histeria política. Atrapados entre conservadores y liberales, los eclesiásticos moderados no pudieron imponer una solución intermedia porque la razón retrocedió ante la reacción. Así fue como la oposición a la reforma educativa contribuyó a una revolución conservadora-católica en 1876 y a la guerra civil de 1876-1877".
Es otra presencia de Marmato en las luchas de formación de nuestras tendencias en la vida nacional. Las "sociedades católicas", vuelven a aparecer amenazantes en su decisión reaccionaria.

La Guerra de los Mil Días y el general Ramón Marín.

En su reciente libro, Carlos Eduardo Jaramillo hace una división de cómo eran escogidos los jefes en la Guerra de los Mil Días: a. unos eran designados por la dirección del partido o sus órganos representativos; b. otros por autodesignación; y c. por aclamación. Quienes encuadraban en esta última modalidad eran "hombres con carisma o antiguos combatientes de conflictos civiles, quienes, apenas declarada la guerra, eran aclamados por sus copartidarios como jefes, y aquéllos se constituían en sus seguidores... Como ejemplo podemos citar el caso de Ramón Marín .Estos jefes estaban "ligados a las arduas labores del campo o de la minería..."
Marín comandaba a la gente que confiaba en él. La que le entregaba adhesiones. Pero, lentamente, en cuanto creció su imagen de conductor guerrillero, se fueron uniendo otros cuerpos de varones igualmente recios y certeros en los combates: Sandalio Delgado, Nicolás Cantor, Domingo Olmos, Eloy Sánchez, Ricardo Pérez, Tulio Varón. Son nombres que pertenecen al "santoral" liberal: unos con mayor resonancia que otros en la memoria evocativa. Pero que combatieron con denuedo por alcanzar el derecho, contra la Regeneración Conservadora de Núñez y de Caro, de vivir en su patria al amparo de las libertades elementales, entonces rotas y desconocidas. Estaban beligerando los liberales por tener patria. No es sino repasar las declaraciones de lo que reclamaban las convenciones liberales o los manifiestos de sus jefes: son solicitudes de lo que corresponde, como derechos humanos, a cualquier individuo para cumplir sus deberes como ciudadano. No se solicitaba ni una ventaja ni un privilegio. El que se respetara el poder opinar e intervenir, electoralmente, en debates limpios, para ordenar el destino de la nación. Para ello se necesitaba que desapareciera parte de la legislación aberrante que maniataba a la opinión pública liberal.
Llegó el general Marín a comandar más de dos mil quinientos hombres. Jaramillo considera que él tenía el criterio castrense intuitivo de lo que era un ejército regular. No se ataba a la montonera. Por eso mereció el calificativo de "empecinado y valioso conductor". Se guió por un afán de disciplina colectiva: por su concepción personal de cómo debía ser la guerra. No recibió lecciones ni tuvo modelos ni quien lo aconsejara. Era la clarividencia del caudillo popular natural. El que sabe cómo escuchar al pueblo y cómo reacciona éste frente a las decisiones que demandan coraje para defender unas ideas entrañables. En la raíz de su acción hay una fuerza idealista, que impulsa y guía.
Los ejércitos liberales tuvieron claves para comunicarse. Marmato era la "O" para los antioqueños y caucanos. Cada vez que encontramos esta letra, sabemos que se están refiriendo al pueblo de la larga leyenda minera.
Marín, además, sabía escoger sus colaboradores. Hombre de inteligencia rápida y eficaz, necesitaba un secretario que tradujera sus ideas en palabras. Virgilio Leiva, quien era colaborador en el periódico El Salto, de Honda, le ayudó a complementar sus tareas. Éste murió fusilado en la plaza de "El Carmen" de aquel municipio. El general no cursó más de tres años de escuela, y Leiva fue su soporte intelectual. Sorprende cómo estos capitanes, sin haber tenido tiempo de consolidar una cultura básica, sin pretensiones, pudieron llegar a tener tanto poderío y eficacia en los combates. Es el reflejo de lo que es la inteligencia tradicional del pueblo colombiano, que despreciaban tanto, y con saña, los "regeneradores".
Jaramillo trae unos versos de elogio al general Marín que revelan la admiración y respeto que despertaba su nombre:

"Viva Dios en las alturas
y Marín en Bogotá,
los godos en los infiernos
que Pompilio ardiendo está.
Estaban pensando los godos
que iban a ganar la gloria,
entonces Marín los tiene
pidiendo misericordia."

Joaquín Tamayo, tan fino y certero escritor, recuerda la crueldad con que trataban a quienes la Regeneración juzgaba como "enemigos" Primero deberían pagar la "contribución de guerra" que era igual a la que sufragaban por impuesto predial en el año. La movilidad y rapidez en los decretos gubernamentales, en lugar de apaciguar, encendían más las reacciones populares. "Un cansancio infinito se apoderó de la nación". Se llegó a la pena de muerte para los delitos políticos.
Para este historiador, los guerrilleros eran eficaces y contundentes en el campo. Tuvieron menos suerte en las ciudades. "En los cerros y llanuras triunfaban: en los pueblos perdían". Él evoca a Marín como jefe de unidad. "No participé en movimientos por reacciones individuales; lo guiaba la visión general del conflicto. Por ello tuvo prestigio y rango...", "...no tenía talla de general divisionario, alto, hercúleo, de grandes pies y manos poderosas, feo, atrevido hasta la temeridad, dadivoso, encariñado con las hembras de su escolta...". Juzga el escritor que mil novecientos uno fue el año en el cual resplandeció más el nombre del general Marín con su compañero Tulio Varón. Sus enemigos fueron Nicolás Perdomo y Toribio Rivera. En el Tolima "la guerra adquirió caracteres de combate primitivo... allí la guerra se hizo para salvar el pellejo. Era el regreso a la prehistoria". Usaban tácticas para reconocerse los compañeros: por ejemplo, desnudo el brazo izquierdo; o aprovechaban las insignias del enemigo: brazaletes, banderas, etc., y así asaltaban sus fortalezas, desconcertando y confundiendo. Gonzalo París Lozano así exaltaba esas tácticas del general marmateño.
Uribe Uribe fue a Nueva York a conseguir auxilios para la guerra. No los obtuvo. Con Carlos Martínez Silva, representante del gobierno, tuvo largas conversaciones sobre la posibilidad de terminar la guerra. Éste las transmitió. En el gobierno no se les dio importancia a esos planteamientos. Prevalecían las consignas de exterminio.
Finalmente, el gran líder liberal, en manifiesto del 12 de abril de 1901, propone un línea de paz. Él dice que "no son razones políticas, ni económicas, ni sociales, sino de orden puramente militar las que me inducen a aconsejar la suspensión de hostilidades".
La situación del país era preocupante. Los síntomas de disolución se veían aparecer en los hechos sociales y económicos:
"El cambio subió al 6.900%. La ola de papel moneda en circulación no podía detenerse, pese a los esfuerzos de los economistas, y por una paradoja aparente la proximidad de la paz aceleró la catástrofe. En septiembre hubo ventas al 10.900%, y al conocer el país el proyecto de juzgar al general Uribe Uribe ante un consejo de guerra, el pánico financiero no tuvo límites. Los dólares se cotizaron al 18.500%".
Vino el Tratado de Neerlandia. Dice Tamayo que por una de "esas fatalidades, uno de esos instantes incomprensibles de pasión partidarista, quiso torcer el rumbo de la historia:

"Bogotá, octubre 30 de 1902-2:05 pm.
General Juan B. Tobar. Barranquilla
Servíos disponer que inmediatamente se juzgue a Uribe Uribe por un consejo verbal de guerra y que a la sentencia se le dé el cumplimiento sin contemplación alguna. Amigo, José Joaquín Casas".
No querían la paz; querían el exterminio, la muerte, la desolación en fin. El general Tobar ofendido, contestó:
"Barranquilla, noviembre de 1902
Señor ministro de la guerra José Joaquín Casas.
Bogotá.
He ganado la espada que llevo al cinto combatiendo lealmente en los campos de batalla; prefiero romperla sobre mi rodilla que mancharla con sangre mal derramada y la violación de la palabra que en nombre del gobierno he comprometido.
Servidor: Juan B. Tobar".
Casas era ministro de guerra. Esas eran las órdenes que transmitía. Al General Marín lo recuerda Jaramillo "acosado en las alturas de la Cordillera Central, con su cabeza puesta a precio, solo, porque ya todos los guerrilleros de prestigio habían depuesto las armas... decidió, en contra de las exhortaciones que desde Bogotá se le hacían, firmar un tratado en la población de Frías con el general Toribio Rivera".
El nombre del general Marín destella con lumbre propia. No necesita el resplandor de ninguna otra personalidad para alcanzar la dimensión de héroe popular. A las gentes de su comarca su nombre nos sirve de coraza y de impulso en las faenas democráticas. Marmato, así, a través de sus hazañas, ocupa un puesto alto en el magisterio por los combates civiles de la patria.
Su apelativo se vuelve valor, denuedo y esperanza en cuanto puede impulsar al pueblo. Es su mejor respuesta.
Después regresó a Marmato. Volvió con naturalidad a sus oficios corrientes. Con él, hijos del pueblo como Alaín Lemos y otros que menciona Bonel Patiño Noreña en su libro sobre el liberalismo de Caldas, son los que ayudan a ennoblecer la historia regional. No ha estado la comarca lejana del proceso nacional. Al contrario, siempre, desde antes de las impiadosas y crueles Conquista y Colonia, su ambición se ha centrado en darle aliento a las fuerzas ancestrales de la patria. El general Marín volvió a la defensa de la comunidad. Era su mandato y su derrotero popular.
Al general Ramón Marín lo conocí hablando de política con mi padre. Éste era un liberal convencido, sin temores, en un pueblo tan conservador como fue Riosucio. Marín aparecía alto e imponente. Tomaba un asiento y comenzaba el recuento de sus batallas. Básicamente evoco que hablaba del porvenir del partido liberal, que para él, como para su interlocutor, se confundía con el de la patria. El general era una leyenda viva. Tenía un liderazgo natural. Combatía por el prestigio social y cívico de sus gentes. Su figura dimanaba respeto. La pobreza, después de sus hazañas de combatiente, lo custodiaba, desasosegando sus días.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 5
Entra en escena dinámica Vásquez Cobo.

Hasta ahora a Alfredo Vásquez Cobo no se le ha visto sino actuar en los pleitos. Ahora toma posesión de lo que se le entregó en arrendamiento, en Supía, Marmato y parte del actual occidente de Caldas. Tuvo muchas incidencias. Algunas de éstas quedaron consignadas en el contrato entre Federico Delgado, como representante de la Western y el general, del 6 de junio de 1905, "relativo a ciertas estipulaciones relacionadas con la entrega al segundo de las minas nacionales en Marmato...". De suerte que, desde la iniciación del traspaso, ya existían las controversias. Las dificultades iban creciendo.
Por medio de la ley 59 de 1905, el artículo 31 estatuyó que el producto de varias rentas, entre ellas las de las minas de Supía y Marmato, Santa Ana y la Manta, "ingresará a los fondos comunes para gastos generales de administración". Se desea un aprovechamiento nacional acerca de la manera como se van a distribuir esos dineros. En cuanto exista más conciencia del destino real del país, se intensificará la vigilancia sobre cada una de las comarcas y sus rendimientos. Las minas eran las comprendidas en Marmato, Supía, San Clemente, Nazaret, Ansermaviejo y Apía. Media provincia del occidente del actual Caldas.
La atadura del dictador Rafael Reyes con Vásquez Cobo es conocida en los círculos políticos. Fue su ministro de relaciones exteriores de junio de 1906 a marzo de 1907. El hecho de que ellos firmaran los contratos de arrendamiento facilitaría las conjeturas. Se cometieron tal número indefinido de torpezas, atropellos, excesos, que crecería la animosidad, como reacción natural. Las gentes percibían claramente que la nación, durante muchos años, había sufrido los más escandalosos escamoteos de su riqueza minera y que no se lograron las recompensas que merecía y necesitaba la república.
Para acceder al contrato, se apeló a muchas maniobras en las cuales se contaba con el respaldo del gobierno. Hay memoria en los pueblos de Riosucio, Supía y Marmato de que se obró de conformidad con el apoyo de la fuerza pública que, desde Manizales, facilitaban los gobiernos de turno, también emparentados políticamente con Vásquez Cobo.

La prensa de provincia.

Primera: Para nosotros es singularmente importante el rescatar el pensamiento de la provincia. Dentro del espíritu de las historias regionales y locales que consideramos de especial significado para el futuro de las indagaciones del pasado colombiano, queremos relievar cómo eran las reacciones de las personalidades de la comarca frente a los fenómenos extrañísimos que se sucedían en las minas. La dictadura de Reyes había barrido con el ordenamiento legal. Su autoritarismo, además, se había puesto al servicio de los grandes intereses.
Segunda: Se funda La Opinión, el 23 de marzo de 1910, y en el número 3, cuando la dirige Rafael Angel Cuesta, IV-27-1910, se da la siguiente información:
"La Provincia de Marmato. La industria minera es la riqueza que favorece esta protegida región...".
"Los particulares que tienen sus minas tituladas de antigua propiedad fueron amenazados por los agentes del General Vásquez Cobo de que serían despojados de ellas, por cuanto que e Gobierno del General Reyes dio un Decreto declarando que las minas de la Provincia eran propiedad de la Nación.
"Con semejante abuso se arruinó por completo el entusiasmo por la minería, y hasta hoy no ha vuelto en sí; esperando el remedio que pusiera el Congreso pasado. Sin duda. Él no pudo hacer ni conocer nada a este importantísimo asunto, debido tal vez a las complicaciones que trajo consigo el subarrendamiento que dicho General Vásquez Cobo hizo a una compañía inglesa. Abríganos la esperanza (que es lo último que acompaña), que a la próxima reunión de la Convención traerá a su conocimiento este negocio y, para ello los habitantes de la Provincia debemos mandar sendas manifestaciones pidiendo la solución de este enmarañado negocio.
"También favoreció el Dictador al arrendatario dando un Decreto por el cual se suspendiera en absoluto el denuncio de minas de oro y plata en la Provincia estancando de este modo el progreso de esta industria.
"No se crea que sus pretensiones eran sobre las codiciadas minas de Marmato; también pensó arrebatar a sus dueños las ricas minas de Hulla, como el territorio del Valle de Risaralda por estar allí situadas las minas de aluvión de 'Pumía' y 'Papayal', también de la Nación.
"Sin las memorables jornadas del 13 y 14 de marzo en que la noble juventud de Bogotá con valor y patriotismo azotó por primera vez el rostro del Dictador, quién sabe qué suerte hubiera corrido la propiedad raíz de esta región, amenazada como estaba de modo tan criminal por los reconstructores.
"Don Eduardo Vásquez Cobo, amparado en la fuerza pública, pretendió obligar a los comerciantes que tenían su cambio establecido de oro a los mineros que lo buscan en minas particulares, prohibiéndoles a dichos mineros que lo cambiaran y lo dejaran por su cuenta como representante del arrendatario, su hermano; estas notificaciones las hacia bajo las amenazas de ser confinados a las 'Colonias Penales' una vez que no obedecieran sus mandatos".
Tercera: En marzo de 1910, en La Opinión, se hacen varias anotaciones que han producido, y continúan desatando, protestas entre los habitantes:
"...La señora Avelina Roche de Tascón dejó por testamento una acción de venticuatrava en la rica salina de "El Peñol" a los pobres de Riosucio y Supía; durante el tiempo que administró esta salina D. Rafael Tascón, nos aseguran que este Sr. no rindió cuentas de lo que corresponde a los hospitales, que hoy están en clausura por falta de recursos. Como esta propiedad hoy pertenece al General Vásquez Cobo, los Síndicos de los respectivos hospitales están en el deber de cobrar la mensualidad que a cada uno corresponde. Excitamos formalmente a los honorables concejos Municipales de Riosucio y Supía con el fin de que hagan efectiva esta donación, que en los actuales momentos de miseria viene a favorecer a los pobres desvalidos".
Cuarta: En el No. 17, del X1-18-1910, el editorial alcanza importancia capital. Debemos incorporarlo en su texto completo:

Minas de Supía y Marmato.

"Desde que principió el movimiento republicano que dio en tierra con la Dictadura, se ha venido clamando por el restablecimiento de la propiedad minera en la Provincia, según leyes anteriores, sin que hasta la presente se haya podido conseguir algo. Es mucho lo que se ha publicado en periódicos aquí y en la Capital, y varios los memoriales que se han elevado al Congreso, a la Asamblea, al Gobierno, sin que hasta la presente se haya podido lograr la reparación de tan monstruosa injusticia; los bárbaros e inmorales decretos legislativos de Reyes aún flotan sobre la Provincia de Marmato como espíritus maléficos, de modo que el Gobierno por decoro nacional y para bien de estos pobres pueblos está en el deber ineludible de volver por los fueros de la justicia y de la ley.
"Convencidos del recto espíritu de justicia que informa los actos de La presente administración, no dudamos que el remedio vendrá ya pronto y que el inicuo contrato de Vásquez Cobo será reformado, pues como dijo un eminente hombre público ha justicia cojea pero llega". Como esta cuestión ha sido tratada extensamente en memoriales y en artículos de periódicos, consideramos al público suficientemente ilustrado en la materia y por consiguiente inoficioso repetir lo que tantas veces se ha dicho.
"Los grupos mineros de la Nación de la Provincia de Marmato, señalados por la diligencia de posesión de 1825, no sólo han sido respetados por los habitantes de la Provincia como propiedad nacional; sino que en algunas ocasiones han contribuido a esclarecer y determinar ante la ley esta propiedad, cuando se ha visto en peligro de perderse, pues el transcurso del tiempo, las prórrogas y las modificaciones de un contrato de tan larga duración, el cambio constante del personal de la entidad Gobierno, intereses privados de por medio, resoluciones de autoridades subalternas, hayan llevado obscuridad y confusión a los términos del primitivo contrato; de aquí el que varios particulares suministraran datos de importancia para que el Sr. Procurador General de la Nación en 1900, Sr. Dr. Gabriel Rosas, formulara el brillante concepto que corre publicado en el Registro Ofl.; concepto que hizo plena luz en este intrincado asunto. Después del juicio jurídico de este alto funcionario, causa admiración la inaudita audacia del exministro Vásquez Cobo al hacerse reconocer la quinta parte de estas minas, dizque como denunciador de bienes ocultos de la Nación; ¡época de aprobio e ignominia para este desventurado país!
"Se espera con fundamento que el actual Ministro de Hacienda, Sr. Dr. Tomás O. Eastman, como conocedor a fondo de esta cuestión y como hijo de esta provincia, sacará la industria minera de la postración en que la dejaron sepultada las habilidades de Reyes y Vásquez Cobo.
"Con patriótica satisfacción hemos visto la acuciosidad y rectitud con que el Sr. Procurador Gral. de la Nación, Dr. Ricardo Ochoa González, ha procedido a la averiguación de los delitos y responsabilidades en que hubieren incurrido los que celebraron contratos leoninos durante el Gobierno de Reyes. Igualmente nos complacemos en aplaudir el respeto que muestra por la opinión y la atención que presta a las justas solicitudes de la prensa. Las víctimas de Marmato confían fundadamente en la honradez y actividad del Sr. Procurador, que hará en el particular lo que sea de su incumbencia, atendiendo debidamente al justo clamor de la opinión pública".
Quinta: En el No. 18, XII-2-1910, se reproduce una carta de fecha X-26-1910, del presidente de la república, Carlos E. Restrepo, al señor procurador de la nación, en la cual hace advertencias contundentes: "...este país no se moraliza mientras no veamos en el Panóptico siquiera una docena de Arsenios Lupín, ladrones de levita... Sabe usted que en este camino no me dejaré avanzar de nadie, y que no habrá notabilidad política ni social que me intimide; de modo que puede usted, como Procurador de la Nación, y muy digno por cierto, contar con todo el peso de mi autoridad y mis influencias".
Sexta: Se lee el VI-30-1911, en el No. 33, un nuevo editorial en el cual se solicita que intervenga el H. Congreso en los asuntos relacionados con la riqueza minera. Como se lamentan de que la H. Asamblea no se haya preocupado de materia que concierne al bienestar de la comarca. Formula críticas en cuanto a legislación y, con angustia, denuncia el éxodo de mineros de la región:
"Los habitantes de la Provincia de Marmato confiamos en la rectitud y patriotismo de los miembros del Honorable Congreso, que se reúne el 20 del próximo mes de julio, para que tome por lo serio el asunto minas de la Nación..."
El Decreto L. número 48 de 9 de marzo de 1905, en su artículo 1o., dice: "En los territorios en que hallan situadas las minas que se ha reservado la Nación, no podrán avisarse ni denunciarse minas nuevas ni continuaciones restantes de las antiguas o abandonadas. Tampoco podrá adjudicarse a ningún título tierras baldías que existan dentro de los territorios Nacionales". Este decreto fue de carácter legislativo y en tal virtud surtió efectos desastrosos en la industria minera de la provincia.
"Las minas de aluvión de más fácil laboreo para la clase pobre fueron defendidas por los agentes del arrendatario: las de yeta no se ha vuelto a denunciar una sola después del citado Decreto. Gran parte de mineros han emigrado a buscar donde ganar el sustento de la vida, otros se hallan en estado de miseria, esperando la redención de esta industria, hay multitud de minas que los descubridores tienen ocultas aguardando se puedan denunciar y titular conforme a la ley de minas.
"Ignoramos los motivos que el Congreso y la Asamblea pasada tuvieran para no haber traído al debate parlamentario este asunto, sin embargo de tener conocimiento de los hechos, los cuales se hicieron conocer por medio de memoriales que se elevaron a aquellos Cuerpos".
Séptima: En 1911 se principia a hablar de que el ministerio de hacienda comienza a vindicar a las víctimas de los despojos de lo que llama el periódico, Nº 38 -VIII-22-1911-- los "tenebrosos tiempos". Han sido procesos largos y costosos para los propietarios que fueron despojados.
A la vez, se informa de la manera como se comporta el director de la mina, Míster Dawson, sin ninguna actitud humana frente a las personas que pretenden ejercer algún oficio que a él no le satisface.
Octava: Hay un título que destaca la información: "Congreso", y luego se escribe lo siguiente: "La H. C. de R. R. exigió al Ministro de Hacienda el contrato de arrendamiento de las minas de Supía y Marmato: estos documentos, en unión de las peticiones que los vecinos de la provincia han elevado a aquel Cuerpo, fueron pasados a una comisión para su estudio". (La Opinión, Nº 38, JX-22-1911).
Se hacen evidentes varias manifestaciones: no hay tregua en la lucha de los más heterogéneos grupos de la región contra el contrato cedido al sindicato y, en segundo lugar, siempre, en cada reunión del parlamento, hay protestas y demandas de nuevos estudios de lo que consideran lesivo para la nación y para los habitantes del occidente de Caldas.

Habla el departamento.

César Valencia Trejos, en su rica página en datos históricos y otras noticias, "Marmato y el periódico La Opinión de Riosucio", descubre un documento que hace evidente que la provincia y el departamento no aceptaron la política minera impuesta por la dictadura de Reyes. La honorable asamblea de Caldas, el día 13 de Marzo de 1915, aprueba la siguiente proposición de Ricardo Gartner, Joel Bueno y Clemente Díaz:
"1. Erario público, el contrato de arrendamiento de las minas de Supía que fue para la Provincia de Riosucio, y consiguientemente para el erario público el contrato de arrendamiento de las minas de Supía y Marmato, celebrado con el General Vásquez Cobo, dictó una ley por la cual faculta al Ejecutivo de la Nación para remediar el mal causado tratando con los actuales arrendatarios de esas minas.
"2. Que por medio del citado contrato, y mediante la ignorancia del encargado para hacer la entrega material de lo arrendado, abarcó como región minera de la Nación no sólo las que le pertenecían en vista de los contratos celebrados en 1825, sino todas las existentes en la expresada Provincia so pretexto de señalarles límites arcifinios a las entregados por el Gral. Santander en el citado año.
"3. Que en este arbitrario procedimiento se privó a los nacionales del derecho de descubrir y explotar minas, postrando así la industria minera, oficio primordial de los habitantes de esas regiones.
"4. Que a consecuencia de tos dicho, los vecinos que de esa industria dependían se han visto obligados a emigrar en busca de tierras propicias para su subsistencia; y
"5. Que es deber de la Asamblea Departamental tratar de aliviar el estado precario en que se halla la Provincia de Riosucio a causa del referido contrato.
"RESUELVE":
"Recabar formalmente del Poder Ejecutivo Nacional proceda a solventar el asunto en el menor término posible, para cuyo efecto se transcribirá esta proposición, por el conducto ordinario, al Sr. Ministro de Hacienda."

El negro Marín y la administración de Vásquez.

Hay una serie de cartas de Ramón Marín, el negro combatiente de la Guerra de los Mil Días, para el pensador Rafael Uribe Uribe. Éste actuaba en el parlamento. Aquél le pedía que interviniera en favor de las gentes suyas, sus compañeros, sus aliados, quienes estaban en su cercanía. Las publiqué en un estudio "Importancia de la provincia en la historia nacional", que fue una improvisación en el "Primer Congreso de Historia", que se reunió en Supía, en febrero primero de 1988, y se pueden consultar en el archivo de Uribe Uribe en la Academia Colombiana de Historia. Son desgarradoras. En su prosa sencilla, sin adornos retóricos, irrumpen la crueldad sin límites, el despojo arbitrario, el ejercicio de la autoridad en el momento en que no había un solo signo de respeto a los derechos humanos. La síntesis más elocuente, conservando su ortografía, pueden ser estas palabras esclarecedoras de lo que acontecía:
En la primera carta -IV-24-1909- le manifiesta que se piensa levantar en la provincia una petición para que se haga un deslinde de las minas que pertenecen a la nación. Pues Vásquez, donde "aparece una mina rica, se apodera de ella".
El VIII-14-1909, dice a Uribe Uribe que le hablará de que "los abusos son tantos... no se puede bibir por acá". A unas señoras Meto Les inundaron sus casas y se las tumbaron. Más adelante le sugiere: "Creo que debe Ud. y todos los Representantes trabajar a fin de que ejersa la ley bieja que los causes de los ríos y quebradas serán libres hasta donde bañan sus crecientes"
Desde Riosucio, el VIII-29-1909, le insiste con premura: "No olvide aser algo por esta pobre Probincia que tanto necesita del apollo de hombres como usted pues aquí no hay cañada ni bosque donde quiera que baila un individuo a trabajar que no esté un empleado del señor Vásquez Cobo cobrando tributo... tampoco olbiden trabajar el asunto de esas cincuenta mil acciones que Vásquez Cobo tiene en la mina de Marmato pertenecientes a la nación..."
Vuelve a contar las dificultades y asedios a las gentes mineras en su mensaje del VIII-19-1909, en el cual señala la situación de "... estos pobres indígenas que son la bítima de todos los bribones que los quieren explotar... el único motibo para no aseries justicia es mediando la influencia del señor sacarías que es Magistrado del Tribunal de Medellín... y como estas parcialidades son netamente liberales les tiran de la manera más biolenta..."
"Ver si antes de clausurar las secciones -escribe el X-6-1909- del Congreso pueden hacer algo en favor de la industria minera de la Provincia de Marmato pues en ella estamos los habitantes en calidad de esclavos pues todavía domina el poder de Vásquez Cobo y no hay cañada donde un pobre trabajador quiera, buscando el pan de sus hijos que, allí no esté un tal Luis Cock imponiéndoles arrendamiento o de lo contrario son llevados por la policía y aún encarcelados..."

Debates en el congreso.

Terminada la Guerra de los Mil Días, el gobierno hizo concesiones a muchos de los antiguos combatientes. Eran premios a sus denuedos de fe en e régimen. Aliento por su adhesión a la causa. Devoción generosa para compensar sus hazañas.
Era una manera de recompensa: "Tal es el caso de Alfredo Vásquez Cobo, a quien el gobierno le dio manos libres en la región minera de Marmato una vez pasada la guerra".
En la cámara de representantes se presentaron varios memoriales en los cuales había acusaciones contra las actuaciones que se venían cumpliendo.
En los Anales de la Cámara de Representantes, No. 5758, de octubre 7 de 1909, en la página 455, hay una proposición firmada por José Vicente Concha, insigne hombre de la patria, constitucionalista y, más tarde, presidente de la república, a la que es innecesario hacerle comentarios. Sus enunciados son tan patéticos, que debemos insertarlos en estas páginas:
"Honorables Representantes".
"Vuestra Comisión encargada de estudiar el memorial elevado por el señor Benito Posada C. como apoderado de la Western Andes Mining Co. en que denuncia 'graves e inumerables atropellos, cometidos en Marmato y Supía por el General Alfredo Vásquez Cobo, bajo el amparo del régimen dictatorial que implantó el general Rafael Reyes', tiene el honor de daros su concepto sobre el expresado memorial, que contiene el denuncio formal de hechos que, de ser probados, acarrearían graves responsabilidades á individuos que están sujetos á la jurisdicción del Senado, y que debería acusar la Cámara de Representantes, dado que se demostrara siquiera sumariamente su responsabilidad, como que son Ministros del Despacho y Magistrados de la Corte Suprema. A la vez en el denuncio nombrado se contienen cargos contra otros funcionarios y particulares que están sujetos á la jurisdicción de los Tribunales y Juzgados.
"Con el fin de que se investiguen esos hechos, que no podría investigar la Cámara misma, entre otros motivos por ser muy breve el tiempo que le resta de sesiones, y muy numerosas las diligencias que se han de practicar para que dé luz la investigación, somos de concepto que los documentos que han venido á la Cámara deben pasarse al señor Procurador General de la Nación, con el fin de que éste promueva la averiguación de los hechos y prepare la instrucción que ha de servir á la Cámara para decidir en sus próximas sesiones si es el caso de iniciar ó no una acusación ante el Senado.
"En consecuencia tenemos el honor de proponeros":
"Pase el memorial del señor Benito Posada C., apoderado de la Western Andes Mining Co. y los demás relacionados con los asuntos de las minas de Marmato y Supía, a] señor Procurador de la Nación, para que se inicie la investigación de los hechos denunciados, que una vez perfeccionada debe venir á la Cámara para resolver sobre ella en lo que incumba á la misma Cámara.
"Honorables Representantes.
José Vicente Concha."
El 25 de agosto de 1909 interviene el representante Lisandro Restrepo, quien insinúa que "lo más conveniente será que todos estos memoriales de igual carácter se agrupen en un solo legajo, para que sobre ellos informe una misma Comisión". Ya Concha hablaba de la posibilidad de una acusación ante el h. senado de ministros y miembros de la h. corte suprema de justicia.
En la misma fecha, el representante Carlos E. Restrepo, futuro presidente de Colombia, manifiesta que es bueno que no se perturbe el curso normal de las sesiones del congreso. Pero que "harto excepcional y de gravedad suma es el caso que motiva la presente alteración... De esta descomunal caja de Pandora en que se encerraron los inmensos males que arruinaron a Colombia y amenazaron destruirla, hemos visto que van saliendo uno a uno y se van presentando a nuestra atónita consideración... Tócale el turno a un monstruo: los contratos de arrendamiento de Supía y Marmato, con el cortejo de abusos y violaciones a que dieron margen... Al hablar sobre este delicado negocio quiero conservar la serenidad de la honradez y que procedamos con la cordura de verdaderos jueces. Los Representantes deben ser sacerdotes de justicia y aplicar criterios de Magistrados". Más adelante recalca que sus palabras son "el eco de centenares de víctimas ultrajadas, arruinadas y vencidas por la fuerza".
Anota el representante Restrepo que hecha la negociación del contrato con Vásquez Cobo, "muchos antiguos propietarios, que sabían cómo iban a echarse sobre ellas, hicieron reclamaciones tendientes a que se respetaran sus derechos...". Más adelante agrega: "Pero todo fue en vano.
"El 18 de Septiembre de 1906 el señor Juez del Circuito de Riosucio, apoyado por un batallón al mando del señor Eduardo Vásquez Cobo, hermano del Ministro y arrendatario Alfredo Vásquez Cobo, procedió a dar posesión violenta de las minas que se decían comprendidas en el arrendamiento y que amenazaba comprender toda la región aurífera de Supía y Marmato".
Manifiesta que en la entrega se cometieron "actos de despojo y de atentados contra la propiedad... Se asegura que algunas casas fueron derribadas; las mercancías sacadas de algunos almacenes y arrojadas a la calle pública, y se fracturaron baúles para extraer algún oro guardado en ellos, con el pretexto de que pertenecía al omnipotente arrendatario".
De Salustiano Hernández, encargado de "The Western Andes Mining Co.', cuenta el h. representante lo que sucedió con su casa y más adelante advierte: "El afortunado Ministro contratista dispuso a su antojo, durante los años de 1906 y 1907, del bolsillo de los marmateños, sin que las protestas de éstos alcanzaran más que una contestación burlesca, un silencio insultante o una orden de confinamiento". Y confirma Restrepo los procedimientos: "Los procedimientos eran bien sencillos: ciertos telegramas dirigidos al Alcalde de Marmato por los colegas del Ministro Contratista, señores Tobías Valenzuela y Francisco de P. Manotas, y por el Presidente Reyes, ordenaban, ora confinar á Colonias, ora arrojar de sus casas á honrados ciudadanos, ya derribar edificios, ya someter tributaria del señor Vásquez Cobo á toda una población. Esos telegramas reposan en el archivo de la Alcaldía de Marmato, y como no se m ha expedido copia, os suplico que ordenéis su envío."
El representante Restrepo llama más aún la atención:
"Estudiad, honorables Representantes, el memorial del General Ramón Marín y de sus compañeros, el de la señora Rita Patiño de Posada, viuda y llena de hijos huérfanos, y veréis, lo mismo que en el del señor Salustiano Hernández, cómo entraron el abuso y la miseria á Marmato y á Supía con motivo de los contratos de arrendamiento hacia los cuales estoy llamando vuestra ilustrada atención.
"Una de las víctimas propiciatorias fue el antes acaudalado caballero señor Joaquín Cruz; fue vejado, perseguido, arruinado... hasta llevarlo a la demencia: hace unos quince días ingresó al Manicomio de Medellín, de limosna; se le enloqueció y no se le dejó siquiera dónde abrigar su locura".
¿Todo ello por qué sucede? Por el tipo de gobierno que soportaba el país. El representante condena lo que vive y padece la nación:
"Y ahora, ¿qué decir del Excelentísimo señor General Rafael Reyes?
"Se creyó con facultades suficientes para desterrar congresistas y suprimir en todos los rangos la representación del pueblo; para supeditar y oprimir el Poder Judicial; para anular todos los derechos individuales y las garantías sociales, pan asumir todos los poderes públicos, hasta el punto de que en los últimos días de su desgobierno exclamaba que ya era peligrosa semejante suma de poder acumulada en un solo hombre para anular las tradiciones republicanas y del país, hacer estériles los sacrificios que se han hecho para establecerlas y volver inútil, casi odioso, el hecho magno de nuestra emancipación para torcer y despeñar el curso de la historia patria. Ese hombre, omnipotente para el mal, se cruza de brazos ante los abusos que sus sicarios cometen y se declara impotente para el bien.
"No puede negarse que la fortuna cortejaba por todas partes al señor General, Ministro y contratista Alfredo Vásquez Cobo. Quedó a deber £6.400, valor de ocho trimestres de arrendamiento de las mencionadas minas de Marmato, Supía -canon que se ha estimado baratísimo-, y se negó á pagarlo, bajo pretexto de que no había sido puesto en posesión de todas ellas.
"Ur. Tribunal de Arbitramento reunido en esta ciudad de Bogotá, el 6 de julio de 1908, absolvió al señor Vásquez Cobo de pagar esos arrendamientos y sus respectivos intereses."
El representante Carlos E. Restrepo luego sintetiza la negociación de Vásquez Cobo al ceder el contrato:
"En cambio, el mismo señor cedió su primitivo contrato de arrendamiento, por veinte años a The C. W. Sindicate Limited, y se me asegura que por esta cesión recibió £70.000; se afirma que él mismo dirigió las agencias del caso para la prórroga por otros veinte años y modificación del primitivo contrato, verificada entre el señor Baldomero Sanín Cano y el señor Thomas Turner, apoderado de The C. W. Sindicate Limited, el 9 de Mayo de 1908, y que por estas agencias recibió el mismo señor Vásquez Cobo otras £30.000 más, quedando él como accionista y representante de la misma Compañía."
A continuación habla el representante Barros. A éste contesta Restrepo en lo referente a algunas consideraciones en torno de la H. Corte Suprema de Justicia:
"Que no he dicho que la Corte Suprema haya sido prevaricadora. Dije que la Corte Suprema de Justicia parece que se convirtió en aquel tiempo en Corte de injusticia suprema, porque cuando recibió cuatro memoriales en que se le hacían revelaciones de crímenes, de violencias escandalosas, dijo sencillamente que era incompetente para conocer en esos asuntos, cuando bien pudo decir siquiera que ordenaba hacer averiguaciones y levantar el sumario respectivo."
El traspaso de los contratos ha sido una tradicional manera de manejar los recursos naturales de Colombia. Los gobiernos los han tolerado. Se han suscrito, teniendo conciencia de que quienes los afirman no cuentan con la capacidad económica ni técnica para administrarlos. Entonces por ello se consienten desvíos que le han propinado tantos golpes a la vida fiscal colombiana. Algunas compañías han tenido tanto poder, que no se ha logrado ni detener sus insolencias, ni las violaciones de la ley, ni el escamoteo a sus obligaciones tributarias. Es una larga lista de infamias contra el destino nacional. Para ceder, debía contarse con el consentimiento de las autoridades. Además, legalmente, intervenían en el nuevo instrumento que se iba a refrendar. Por ello mismo, debían tener noticias los gobernantes. Es bueno establecer cómo se llegó a ellos y cómo operaron. Se necesitan pesquisas muy cuidadosas para conocer los datos que nos den el perfil de las compañías. Algunos de ellos se reseñan en los pleitos. Invito para que de Caldas surjan los historiadores sociales del pasado de nuestro departamento.
Los escritores que se han preocupado del "Quinquenio" dictatorial de Reyes no han vuelto sus preocupaciones sobre Marmato. Las denuncias sobre sus complacencias para crear situaciones jurídicas, contra las cuales beligeraba la provincia, sin ninguna deserción política, nos indican qué aberraciones se cometieron. Hay que avanzar, con minucioso y afilado bisturí, sobre las relaciones de Reyes con las gentes que usufructuaban los contratos, los daños que éstos produjeron en la comarca, la firma de decretos, leyes, disposiciones administrativas, sentencias, que ayudaban a enmarañar más los derechos de los mineros pobres. Es un expediente bien voluminoso y apasionadamente comprometedor para inteligencias lúcidas. Ya irán surgiendo para poner en orden lo que conturbó la vida colectiva.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 6
Ley para que abandone las minas la Colombian Mining.

No hay descanso en la guerra, como dice el poeta. El 5 de agosto de 1924, se presentó al congreso de la república un proyecto de ley "por el cual se imprueba un contrato". Lo firman Luis Salas B., Ernesto Bueno Cock, Anselmo Gaitán U., Luis Gonzalo Gómez y Alejandro Villa Álvarez. Al primero se le ha considerado como el líder de esta iniciativa. Fue jefe conservador en Riosucio y tuvo larga trayectoria en la política. Como participante en la vida provinciana, conocía en detalle el proceso de aberrantes procedimientos para el desarrollo de las actividades que ese instrumento daba a la compañía.
En 1905, el gobierno, por decreto número 48, del 9 de marzo, facultó a la junta de amortización para que pudiera arrendar las minas sin sujeción a las disposiciones del código fiscal. Ese mandato se volvió, después, ley nacional. Continúa la "Exposición de Motivos": Se celebró el contrato de arrendamiento con el señor General Alfredo Vásquez Cobo, contrato que llenó la plenitud las formalidades legales de su tiempo y por tanto nada hay que decir a este respecto y el pueblo de la antigua Provincia de Marmato, vejado y vilipendiado por ese contrato, ha tenido la inconcebible mansedumbre de soportar en silencio, hasta que se cumpla el tiempo que legalmente corresponde a esta negociación; pero al pensar que en esto apenas va a empezar dentro de un año, por virtud de un nuevo contrato, llamado de prórrogas, en el cual no solamente se repiten las gravosísimas condiciones del primitivo, sino que se le agregan otras de ilegal y vejatorio monopolio de la industria minera en toda la región denominada Provincia de Marmato, no pueden permanecer impasibles y dejar que se consume un atentado más en sus derechos de hombres libres e hijos de un país libre, en el cual no hay ni puede haber esclavos. Esta nueva prolongación del primitivo contrato no podrá pasar, porque hay más de cien mil habitantes colombianos que no pueden dejarla subsistir sin que esto indique su más triste abyección y la pérdida de todos sus derechos individuales. Los habitantes de la mencionada Provincia tienen que luchar por las reivindicaciones de derechos, en los cuales está el de trabajar, pues habéis de saber, señores Representantes, que en esa región no hay libertad para trabajar, ni para vivir; es el único punto de América en donde los propietarios no tienen derecho a su propiedad. ¿Se concibe semejante cosa en territorio colombiano? Estáis en la obligación, señores Representantes, de reparar semejantes perjuicios y establecer la normalidad en aquella región que es parte integrante de Colombia."
Además de las razones sociales, de indudable categoría humana que se han manifestado largamente a través del cumplimiento de este contrato, se alegaron como causas legales: lo firmó un encargado del ministerio de hacienda, sin facultad para ello, pues la junta de amortización ya había desaparecido. Se incurrió en otro error: no se sometió a la aprobación del congreso.
El proyecto tendía, igualmente, a que se pudieran denunciar y adjudicar a los particulares las minas de oro y plata en el territorio de la antigua provincia de Marmato (en ese entonces de Riosucio).
Los proponentes escriben con indignación: "No se la impartiréis (la aprobación del contrato), porque sois hombres honrados, porque representáis a un pueblo libre y porque vosotros mismos sois libres, y no tenéis porque someter a esclavitud a una parte de vuestros conciudadanos".
"Actualmente se encuentra en huelga el gremio minero de Marmato, debido a las condiciones demasiado gravosas que pesan sobre ellos...". "En la discusión de segundo debate daremos otra multitud de razones que tenemos para sostener este proyecto". Las actas del congreso son breves y no se reprodujeron desafortunadamente la totalidad de las alegaciones.
El representante Salas -el VIII-8-1924- manifiesta que el contrato termina el 14 de agosto de 1925.
El representante Vásquez Cobo hace una explicación de su participación en el negocio. De sus noticias, tomamos algunas de importancia: aclara que no ejercía ningún cargo cuando firmó el contrato; que hizo parte del gobierno de Reyes a fines de 1906 como Ministro de Relaciones Exteriores; que se elevó el canon a mil doscientos libras esterlinas, o sea, dieciséis mil pesos ($16.000,00). Agregó: "La Junta Nacional de Amortización ordenó a la antigua Compañía arrendataria para que las minas arrendadas conforme al contrato de 18 de abril de 1825.
"La Compañía ofreció entregar solamente las minas que figuran en el Diario Oficial y que la primitiva Compañía había recibido como aditamento del arrendamiento en 1825. Hubo necesidad entonces de entablar una demanda ante la Corte Suprema de Justicia y demostrar ante ella que fuera de las minas entregadas por la Nación en 1825 existían otras: las entregadas en 1829, las que constituían la verdadera cosa arrendada por el contrato de 1825.
"En ninguna Notaría o Ministerio había rastro de la tal entrega de 1829. Hubo necesidad de revolver archivos y costear abogados, uno de ellos el doctor Eduardo Antonio Hoyos, de lo más honorable entonces de la ciudad de Manizales, para poder dar con ella. En efecto, el señor Brandon, al quedarse con el arrendamiento de las minas de Supía y Marmato en 1870, hizo un arreglo con el Gobierno Nacional por medio del cual las minas de Santa Ana y La Manta, ubicadas en el Estado del Tolima, volvían a poder de la Nación; y el Salado del Peñol, parte de lo entregado por el Gobierno en 1829, también quedaba exceptuado del nuevo arrendamiento llamado de Supía y Marmato."
En cuanto al cargo de que los particulares no podían denunciar minas, a lo cual se refirió el semanario La Opinión como se transcribió, manifestó:
"Se ha hecho el cargo de que de acuerdo con el contrato vigente es prohibido a los particulares denunciar minas en lo que fue la Vega de Supía y Marmato.
"Es verdad que de acuerdo con el contrato ni la Compañía ni los particulares pueden denunciar minas en ese territorio; pero esa disposición hizo parte del contrato de 1825, como consta en la Resolución de 1o. de diciembre de 1832, que se encuentra publicada en la Gaceta de la nueva Granada correspondiente al 20 de enero de 1833, que a la letra dice:
"1. Que todas las minas de la Vega de Supía y Marmato que el 18 de abril de 1825 estaban beneficiándose por cuenta de la República o estaban descubiertas o no habían sido enajenadas por ella, están comprometidas en el arrendamiento celebrado entonces a favor de B. A. Goldsmith y Compañía o sus cesionarios.
"2. Que aunque dichas minas no hayan sido hasta ahora o no sean en lo sucesivo durante el término del arrendamiento beneficiadas por el arrendatario, no pueden denunciarse por otros particulares.

"Francisco Soto".

"A esta Resolución del Ministro de Hacienda se debe que nadie haya podido denunciar minas en esa región que se ha reservado el Gobierno, como acontece también en los terrenos bananeros de Santa Marta, la región platinífera del Chocó y el territorio petrolífero de Urabá."
La Comisión que estudió el proyecto refirió que el "contrato primitivo celebrado por el señor General Alfredo Vásquez Cobo, en su condición de simple ciudadano colombiano, con el gobierno nacional, en el año de 1905, perfeccionado y aclarado por las escrituras públicas números 921 y 1561, otorgadas el 16 de mayo y el 19 de agosto de 1905 en la Notaría Segunda de Bogotá...".
El día 4 de octubre de 1924 se aprobó la proposición final del informe que proponía que se le diese segundo debate. El 14, Salas presentó una proposición:
"Altérese el orden del día y considérese lo siguiente:
"Dése segundo debate al proyecto de ley 'por la cual se imprueba un contrato' (minas de Supía y Marmato).
"Puesta en discusión, el honorable Representante Salas la sustentó, expresando que era de lamentarse que en diez y seis años no haya habido un Gobierno lo suficientemente honrado e independiente que hubiera sujetado a la consideración del Cuerpo Legislativo el Contrato a que se refiere la proposición, y que aun cuando se dice que el Gobierno llamará a sesiones extraordinarias el presente Congreso, no es de esperarse que recomiende este asunto a la consideración del mismo, toda vez que no se ha atrevido a presentarlo al debate, ni su señor Ministro de Hacienda ha venido a dejar oír la voz oficial a este respecto, a pesar de haberlo citado la Cámara por varias veces, y sin tener la delicadeza de enviar una excusa no ha querido asistir al debate, palabras de las cuales se deja constancia, a solicitud del orador.
"En seguida la proposición fue aprobada en todas sus partes."
Salas vuelve a intervenir el 10 de diciembre de 1924, afirmando:
"Honorables Representantes: el contrato de prórroga de las minas de Supía y Marmato debe resolverlo esta legislatura, para no dejar en pie una situación muy grave en las regiones de la Provincia llamada hoy Riosucio, antiguamente Marmato, hoy extinguida.
"El producto líquido de esas minas es el que reza el telegrama que pido al señor Secretario tenga la amabilidad de leer. (Se lee). Como se ve, son 157.758 libras esterlinas por año, y no una simpleza como nos lo decía el honorable Representante Vásquez Cobo, al asegurarnos que él había vendido sus acciones a chelín. 157.000 y pico de libras por año, fijaos bien, no son una paja para que la Nación deje descuidada tanta riqueza y la entregue por veinte años más a una Compañía extranjera que no da ninguna garantía a los intereses públicos y que extorsiona a los habitantes de esas regiones como si fueran parias. Esto no debe subsistir por más tiempo, y si no os conmueve el padecimiento de 100.000 habitantes, que os conmueva el salvar la riqueza pública ignorada por el Gobierno desde hace más de cien años."
Mientras tanto, la agitación de la opinión se acentuaba en la provincia. Hubo varias manifestaciones que hacían evidentes las protestas por el peligro de que continuase el contrato con la compañía. Para demostrar el interés porque no se le diera curso nuevamente a la atadura con al nación, se enviaron muchos mensajes. Transcribimos dos:

"Marmato, 16 de febrero de 1925".
"Honorables Representantes Cárdenas, Suárez, Iriarte, Navarro Téllez, Navarro (Pedro Juan), Bedoya, Jaramillo (Alfonso), Márquez, Yacup, Insignares, demás amigos".
"Como representantes pueblo Colombia, pedímosles improbar inicuo contrato prórroga estas minas; imposible ciérrese Congreso sin que deje improbado tan atroz atentado contra intereses nacionales; no resolver esto sería quedar contaminados con peculados entraña contrato celebrado Sanín Cano con Turner, sobre prórroga.
"Confiamos sabrán ustedes cumplir su deber.
"Servidores,
"Fausto Arango - Luis Izquierdo - J. Joaquín Izquierdo - Luis Moreno - Víctor A. Bocanument - J. Castro - Enrique Acebedo, el Presidente el Gremio Minero - Fabriciano Castro, el Vicepresidente - Juan de Dios Barrietos - Pablo Ardila".

"Riosucio, 16 de febrero de 1925".
"Representantes Iriarte, Múnera, Peñuela, Torres Bedoya, Navarro (Félix), Navarro (Pedro Juan)" - Bogotá.
"Pueblo trabajador, amante industria minera, ruégales conducto nuestro empéñense improbación contrato prórroga minas Supía, Marmato.
Sabremos agradecerles atención préstennos.
"Servidores,
"Gabriel de la Roche - Manuel Benítez - Salvador Hoyos - Miguel Angel Franco - A. Trejos Moreno - Jorge Palomino - Olimpo Morales -Otilio A. Vanegas - Manuel M. Valencia - Alejandrino Vargas".
El proyecto se aprobó el 3 de marzo de 1825 y pasó al Senado. El 4 se abrió el debate en este cuerpo. El senador Antonio José Restrepo se refiere a la proposición de la Asamblea de Caldas en la cual "pide a las Cámaras que imprueben el contrato prórroga". Restrepo solicita unos certificados al ministerio de hacienda. Éste certifica que al contrato aclaratorio del 16 de agosto de 1905 -el anterior era de mayo- "el gobierno le concede permiso para traspasar dicho contrato a una Sociedad Anónima que se organice en Londres...". La cesión del contrato fue tarea que se ideó de inmediato.
El negocio lo estudió una comisión que se integró con los senadores Antonio José Restrepo, Manuel María Rodríguez, Emilio Arias Mejía y la cual rinde informe el 26 de marzo de 1925. Allí se establece que "a) El gobierno daba en arrendamiento las minas de propiedad de la Nación, situadas en los Distritos mineros de Supía y Marmato, y en los Municipios de Riosucio, San Clemente, Apía, Ansermaviejo, Supía, Nazaret y Marmato. Estas minas eran las siguientes: en el Municipio de Marmato, las denominadas San Jorge, San Francisco, Pan de Azúcar y Cien pesos; en el Municipio de Supía, Chachafruto y Tiemblacielo; en el Municipio de Riosucio, El Cristo, San Lucas y Santa Rosa o Rosa la Corcovada, Caliche, San Bartola, Puebloviejo, Santa Inés. Buenavista, Juan Tapao, Tarda, Pícara y Alto de Vetas; en el Municipio de Nazaret, la mina denominada Mapuro, y en el Municipio de Apía, las denominadas Pumía y Papayal".
Para que nos percatemos de la manera como el gobierno vigilaba los bienes nacionales, hay que transcribir una parte del informe:
"Nota bene- Es de advertir, antes de seguir adelante, que según entendemos y por el más inexplicable abandono de los intereses puestos a su cuidado, el Gobierno no ha ejercido este derecho precioso de inspección sobre la cosa arrendada y el uso legítimo que de ella haya estado haciendo el arrendatario, de manera que hoy, al expirar los veinte años del arrendamiento, no se sabe de modo alguno cómo se hayan elaborado las minas, cuánto hayan producido anualmente, qué maquinarias e implementos de cualquier clase se hayan empleado para su laboreo, ni qué mejoras susceptibles de ser abonadas a la Compañía arrendataria existan con algún precio estimable a la expiración del contrato el próximo 16 de mayo del año en curso."
El 18 de agosto de 1905, el gobierno le concedió permiso al arrendatario Vásquez Cobo para traspasar el contrato. El 5 de septiembre de 1907 se le autorizó para hacerlo a "The C. W. Syndicate Limited". Ésta lo traspasó a The Colombian Mining Exploration Company Limited. Se iba de unas manos imperialistas a otras. Era el juego hacia la felicidad que da el oro. Al año siguiente -denuncia la Comisión-, 9 de mayo de 1908, es decir, cuando los veinte años del arrendamiento apenas habían comenzado a transcurrir, el gobierno tuvo a bien prorrogar por veinte años más el arrendamiento anterior... el canon o renta del arrendamiento durante los nuevos veinte años de prórroga sería la misma cantidad...". Más adelante advierte "... que sólo el Congreso, si aprobara dicho contrato de prórroga, le daría vida legal; así como improbándolo, cual parece que el Congreso está decidido a hacerlo, se le quita toda la apariencia de existencia que la sola ineficaz aprobación del Poder Ejecutivo pudiera haberle concedido".
La comisión del h. senado califica de "injustificada aserción del Ministerio de Hacienda sobre que la Compañía arrendataria haya cumplido estrictamente el contrato a ella cedido por el General Vásquez Cobo... la Compañía ha dejado de cumplir en todo el tiempo del contrato que expira y que pretendía prorrogarse, varias obligaciones importantísimas...". "Al punto segundo, tampoco vacilamos en contestar que el contrato de prórroga tantas veces aludido no es conveniente en manera alguna para los intereses nacionales...". "En fin, parece ridículamente exigua la renta que habría de pagar la compañía en los veinte años de prórroga a razón de tres mil doscientas libras esterlinas anuales, que es el mismo Canon del contrato primitivo...".
Se termina pidiendo la aprobación de la ley. En la sesión del 28 de marzo de 1925, se ratificó en tercer debate.
La norma dice:
"Ley 38 de 1835 (abril 6), 'por la cual se imprueba un contrato'.
"El Congreso de Colombia, decreta:
"Artículo único. Imprúebase el contrato celebrado por el Subsecretario de Hacienda y Tesoro, señor Baldomero Sanín Cano, y Thos. A. Turner, el 9 de mayo de 1908, que a la letra dice:
"Baldomero Sanín Cano, en su calidad de Subsecretario encargado del Ministerio de Hacienda y Tesoro de la República, debidamente autorizado por el Excelentísimo señor Designado, encargado del Poder Ejecutivo, y por el honorable Consejo de Ministros, por una parte, y por la otra parte, Thomas A. Turner, en su calidad de apoderado de The C. W. Syndicate Limited, Sociedad domiciliada en la ciudad de Londres, capital del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, en ejercicio del poder que está protocolizado en la Notaría 4a. de este Circuito, bajo el número trescientos ochenta y cuatro, y con fecha veintitrés de abril del corriente año, y previamente autorizado por la misma Sociedad, en cablegramas de veintiocho de febrero de este año y de ocho del presente mes, para celebrar el contrato contenido en este instrumento, y para obrar por sí solo, esto es, como único apoderado de ella, hemos convenido en aclarar, modificar y adicionar, y en efecto aclaramos, modificamos y adicionamos, el contrato de arrendamiento de las minas que la Nación tiene en la Provincia de Marmato, del Departamento de Caldas, contrato que fue celebrado con el General Alfredo Vásquez Cobo, perfeccionado y aclarado por las escrituras públicas números novecientos veintiuno y mil quinientos sesenta y uno, otorgadas el diez y seis de mayo y el diez y nueve de agosto de mil novecientos cinco, en la Notaría Segunda de Bogotá, y que fue cedido por Vásquez Cobo con previa autorización y posterior aprobación del Gobierno a The C. W. Syndicate Limited, al tenor de las cláusulas siguientes:
"Primera: Prórroga de dicho arrendamiento de las minas de Supía y Marmato, por veinte años más, contados desde la fecha en que debía terminar, según la precitada escritura número novecientos ventiuno, de diez y seis de mayo de mil novecientos cinco; en la inteligencia que esta prórroga es obligatoria para ambas partes.
"Segunda: Durante los veinte años de la prórroga del término del arrendamiento, el precio de éste o la renta será la misma cantidad de tres mil doscientas libras esterlinas por cada año, estipulado en el ordinal primero del artículo octavo del contrato primitivo, y será pagado en esta ciudad de Bogotá, por semestres anticipados, durante todo el tiempo del arrendamiento.
"Tercera: El arrendatario procederá en el curso del presente año de mil novecientas ocho, a cumplir la obligación que le impone el ordinal séptimo del artículo octavo del contrato, de hacer alinderar y amojonar las minas arrendadas, para lo cual promoverá los respectivos juicios de deslinde y amojonamiento; y concluidos esos juicios, el arrendatario hará levantar inmediatamente los planos de dichas minas, los cuales entregará al Gobierno tan pronto como estén terminados.
"Parágrafo: Para el efecto de que el arrendatario pueda promover y seguir dichos juicios de deslinde y amojonamiento, el Gobierno conferirá poder especial suficiente a la persona que al efecto designe el apoderado del arrendatario en Bogotá; en la inteligencia, por supuesto, de que los honorarios de este apoderado y todos los gastos que causen tales juicios serán de cargo del arrendatario exclusivamente.
"Cuarta: El arrendatario se obliga a admitir en sus establecimientos mineros de Supía y Marmato, los alumnos que el Gobierno designe al efecto, de la Escuela de Minas de Medellín, o de cualquiera otra de la República, y darles todas las facilidades para que conozcan y estudien las minas, presencien todos los trabajos de laboreo de las mismas minas, y conozcan todas las máquinas y procedimientos empleados por el arrendatario en la explotación de ellas y en el beneficio de los minerales.
"Quinta: De acuerdo con el Decreto mil cuatrocientos veintiocho, de veintisiete de noviembre de mil novecientos seis, la maquinaria que se introduzca para el laboreo de las minas, en las condiciones allí expresadas, está libre de los derechos de importación. Caso de que el Gobierno suspendiere los efectos de este Decreto, dichos efectos se seguirán surtiendo por lo que se refiere al concesionario, hasta por tres años después de la suspensión o derogación o reforma del Decreto. Se concede, asimismo, franquicia aduanera, por un año, a contar de la fecha de este contrato, para la herramienta menor que se introduzca para el exclusivo laboreo de las minas, aun cuando pese menos de tres toneladas.
"Sexta: Además de las minas de sal, carbón y asfalto, exceptuadas expresamente del arrendamiento en el artículo cuarto del contrato primitivo, se excluyen también del arrendamiento las minas de esmeraldas, de platino y minerales radioactivas que existan y se descubran en la Provincia de Marmato; y en consecuencia, es entendido que quedan incluidas en él todas las demás minas que existan o se descubran en dicha Provincia, o las que recupere el arrendatario en ella, en cumplimiento de la obligación que contrajo en la parte final del artículo trece de dicho contrato primitivo.
"Este contrato deberá elevarse a escritura pública.
"En consecuencia, se firman dos ejemplares de un mismo tenor, en Bogotá, a nueve de mayo de mil novecientos ocho.
"Baldomero Sanín Cano - Thos A. Turner.
"Consejo de Ministros. Bogotá, junio 1o. de 1908.
"En sesión de hoy fue aprobado el contrato que precede.
"El primer subsecretario, encargado de la Secretaría General de la Presidencia de la República, Luis Domínguez S.
"Poder Ejecutivo Nacional Bogotá 1o. de junio de 1908.
"Aprobado - R. Reyes - El Subsecretario de Hacienda, encargado del Despacho de Hacienda y Tesorero, B. SANÍN CANO.
"Parágrafo: Quedan derogadas las disposiciones contenidas en los artículos 1o. a 5o. inclusive, del Decreto número 48, de 9 de marzo de 1905, elevado a la categoría de Ley de la República por la número 6 de 1905.
"Dada en Bogotá a veintiocho de marzo de mil novecientos veinticinco.
"El Presidente del Senado, Abel CARBONELL. El Presidente de la Cámara de Representantes, Miguel ARROYO DÍEZ - el Secretario del Senado, Horacio Valencia Arango - El Secretario de la Cámara de Representantes, Fernando Restrepo Briceño.
"Poder Ejecutivo - Bogotá, abril 9 de 1925.
"Publíquese y ejecútese.
"PEDRO NEL OSPINA - El Ministro de Hacienda y Crédito Público, Jesús M. MARULANDA."
La transacción con "The Colombian Mining Exploration Company Limited".

Naturalmente que, después de aprobada la ley, la Compañía trató de desatar una lucha jurídica contra la nación. Inicialmente se firmó un contrato que necesitaba la aprobación del parlamento. Francisco de Paula Pérez, profesor de derecho constitucional y varias veces ministro de estado, en su "Memoria" al congreso nacional, correspondiente al año de 1929, en la página 40, al referirse en el capítulo de los "Bienes nacionales", dice en cuanto a Supía y Marmato:
"El contrato celebrado por el Gobierno Nacional con The Colombian Mining and Exploration Comnany Limited, que tenía por objeto poner término a diferencias surgidas entre la Compañía y la Nación con motivo de la vigencia de la Ley 38 de 1925, no fue aprobado por el Congreso por considerar que no resolvía esas diferencias de una vez por todas, pues dejaba pendiente para someter a un tribunal nacional de arbitramiento el punto relacionado con perjuicios. Consecuencias de esta determinación y con razones en que se apoyó, el Honorable Senado aprobó con fecha 16 de noviembre de 1928 la siguiente Proposición:
"El Senado de la República, oída la exposición del señor Ministro de Hacienda y Crédito Público, estima que el Poder Ejecutivo, a pesar de las Proposiciones aprobadas por el Honorable Senado en relación con el asunto de Supía y Marmato, conserva toda su facultad constitucional para llevar a cabo con los interesados en tal asunto una negociación que ponga fin a todas las cuestiones pendientes, reconociendo una suma equitativa.
"Es entendido que tal negociación debe ser sometida a la aprobación del Congreso".
"Al hacerme cargo de la Cartera de Hacienda se reanudaron las negociaciones entre el Gobierno y la Compañía, teniendo en cuenta la voluntad manifestada por el Senado, negociaciones que en forma concreta quedarán expuestas en las cláusulas del nuevo contrato que habré de someter al estudio del Congreso. En la debida oportunidad demostraré toda clase de datos para el análisis que debe hacer el Cuerpo Legislativo de lo que con estas actuaciones se relaciona."
El arreglo definitivo se convirtió en la ley 7 de 1930 'por la cual se aprueba un contrato celebrado entre el gobierno y The Colombian Mining and Exploration Company Limited', que es bueno reproducirla como síntesis y final de un proceso de un dominio imperialista en la explotación del oro de esta comarca de la patria:
"El Congreso de Colombia
DECRETA":
"Artículo primero". Apruébase el contrato celebrado con fecha 19 de julio de 1929, entre el Gobierno Nacional y la Sociedad británica denominada The Colombian Mining and Exploration Company Limited, contrato que es del tenor siguiente:
Entre el Gobierno de Colombia, representado por Francisco de Paula Pérez, Ministro de Hacienda y Crédito Público, autorizado por el Excelentísimo señor Presidente de la República, debidamente por una parte, que en adelante se llamará el gobierno y por la otra, la Sociedad Británica denominada The Colombian Mining and Exploration Company Limited, de Lohdres, representada por James Warren, su apoderado, según aparece de las escrituras públicas números 780 y 916, otorgadas, respectivamente, el 21 de mayo y el 17 de junio de 1927, ante el Notario 3o. de Bogotá, parte que en adelante se llamará la Compañía, se ha celebrado el presente contrato con el objeto de poner fin a toda diferencia entre las referidas partes y a cualquiera reclamación de la una a la otra. Son antecedentes de este contrato los siguientes:
"a) El 16 de mayo de 1905, se elevó a escritura pública por la número 921, otorgada en el Notaría 2a. de Bogotá, un contrato suscrito el 12 del propio mes, por el cual el Gobierno arrendó al General Alfredo Vásquez Cobo las minas de propiedad de la nación situadas en los Municipios de Riosucio, San Clemente, Apía, Ansermaviejo, Supía, Nazaret y Marmato. Allí se pactó que quedarían incluidas en el arrendamiento las minas que recuperara el arrendatario al dar cumplimiento al artículo 4o. del Decreto legislativo número 48 de 1905.
"b) En ese contrato se estipuló, entre otras cosas, que el término del arriendo sería el de veinte años, contados desde entonces (artículo 7o.), y que, a su expiración, el Gobierno pagaría al arrendatario el valor de las mejoras que hubiera hecho en las minas, mediante avalúo formal, y que, en caso de no cubrirle ese valor de contado, le abonaría además el 5 por 100 de interés anual (artículo 8o., numeral 9o.).
"c) En virtud del mismo contrato, el arrendatario General Vásquez Cobo promovió ante la Corte Suprema de Justicia un juicio sumario de tenencia, para recuperar algunas minas de la Nación ubicadas en el Municipio de Marmato y una vez obtenida esa tenencia, el Gobierno cedió a aquél, en propiedad y a título de dación en pago, la quinta parte proindiviso del grupo minero llamado El Guamo o Cerro de Marmato, de las dos vetas minerales llamadas San Antonio y La Cruzada, y de las casas, molinos y otros elementos destinados al laboreo, o sea la quinta parte de lo recuperado por dicho General Vásquez Cobo, como lo expresa la escritura número 1224 de 31 de agosto de 1906, otorgada en la Notaría 2a. de Bogotá.
d) El arrendamiento General Vásquez Cobo traspasó a la Sociedad Británica denominada The C. W. Syndicate Limited, de Londres, el mencionado contrato de arrendamiento, con permiso del Gobierno, y vendió a la misma Sociedad la quinta parte proindiviso expresada, que había adquirido, todo lo cual se consignó en la escritura número 1258, de 28 de noviembre, de 1907, otorgada en la Notaría 4a. de Bogotá.
"e) Entre el Gobierno, representado por el subsecretario encargado del Ministerio de Hacienda y Tesoro, doctor Baldomero Sanín Cano, y The C.W. Syndicate Limited, se celebró, el 9 de mayo de 1908, un nuevo contrato para aclarar, modificar y adicionar el de arrendamiento celebrado con el General Vásquez Cobo y traspasado por éste a dicho sindicato, contrato que, una vez aprobado por el Poder Ejecutivo y el Consejo de Ministros, fue elevado a escritura pública en la Notaría 2a. de Bogotá, por la número 910, de 16 de junio de 1908.
"f) En ese nuevo contrato, entre otras estipulaciones, se hizo la de prorrogar el término del arrendamiento por veinte años más, contados desde la fecha en que él debía terminar.
"g) Posteriormente, y con permiso del Gobierno, The C.W. Syndicate Limited traspasó a la Sociedad Británica denominada The Colombian Mining and Exploration Company Limited, de Londres, el contrato de arrendamiento que le había sido cedido por el General Vásquez Cobo, con las aclaraciones, modificaciones y adiciones contenidas en el de 9 de mayo de 1908, y la quinta parte proindiviso, ya citada, que The C. W. Syndicate Limited había adquirido del General Vásquez Cobo, todo lo cual se asentó en la escritura número 1065, de 13 de octubre de 1908, otorgada en el Notaría 4a. de Bogotá.
"h) El Congreso, por medio de la Ley 38 de 1925, sancionada el 6 de abril de ese año, improbó el contrato de prórroga de que ya se ha hecho mérito, celebrado el 9 de mayo de 1908.
"i) Acusada por la Compañía dicha Ley 38 de 1925 ante la Corte suprema de Justicia, por creerla inconstitucional, la Corte se declaró incompetente para conocer de la demanda.
"j) El 15 de mayo de 1925 se acordó, según documento suscrito ese día, que, por haber de procederse en virtud de la expresada Ley a la entrega y recibo de la cosa arrendada, la Compañía entregaría y el Gobierno recibiría dichas minas, dando comienzo a la diligencia el 29 del propio mes, ya que la Compañía había pagado el canon de arrendamiento hasta el día 28; que éste se llevaría a efecto teniendo en cuenta los contratos respectivos; que la Compañía explotaría durante los seis (6) meses siguientes, por cuenta del Gobierno y a nombre de él, las minas que habían sido objeto del arriendo, ni exclusión de aquellas que, cuando se dicté el Decreto legislativo número 48 de 1905, no eran de propiedad particular de la Nación, pagando al Gobierno, como cuota de beneficios, la suma de $8.000; y que si la Corte Suprema de Justicia declarase inexequible la Ley 38 de 1925, las cosas volverían al statuquo que tenían antes, es decir, que la Compañía continuaría en el goce del arrendamiento por los veinte años de prórroga estipulados en 1908. En ese documento se consignó que ni tal acuerdo ni la entrega que se efectuaría implicaban renuncia, por parte de la Compañía, a ninguno de los derechos que ella creía tener.
"k) Con motivo de la expedición de la referida Ley 38 de 1925, surgieron diferencias entre el Gobierno y la Compañía, de las cuales las principales han sido: Primera. Que la Compañía ha estimado que el contrato de prórroga celebrado el 9 de mayo de 1908 no requería la aprobación del Congreso, y que éste no podía improbar ese contrato, como lo improbé en 1925. El Gobierno ha estimado lo contrario, y Segunda. Que el Gobierno ha considerado que su única obligación para con la compañía era la de pagarle el valor de las mejoras hechas por ésta y los intereses correspondientes, a la tasa del 5 por 100 anual, en conformidad con el articulo 8o. del contrato de 1905; la Compañía, por su parte, ha considerado que no ha expirado el arrendamiento, y que, por lo mismo, no ha llegado el caso de aplicar el mencionado artículo 8º.
"1) Para poner término a las diferencias explicadas en el numeral anterior, el Gobierno celebró con la Compañía, con fecha 7 de mayo del año pasado, un contrato que debía ser sometido a la ulterior aprobación del Congreso, mediante el cual el Gobierno se obligaba a pagar a la Compañía la suma de $1.000.000 oro colombiano, más intereses al 5 por 100 anual desde el día 29 de mayo de 1925 hasta la fecha en que se verificara el pago como precio de las mejoras, efectuadas por la Compañía en las minas, y de la venta que hacia a la Nación de la quinta parte proindiviso de las minas de que la Compañía es dueña, y se sometía a la decisión de un Tribunal de Arbitramento, constituido de acuerdo con las leyes colombianas, lo relativo a la indemnización de perjuicios a que creía tener derecho la Compañía por haber quedado privada de las explotación de las minas en virtud de la Ley 38 de 1925. Dicho contrato no fue aprobado por el Congreso, y el Senado, en las últimas sesiones, en proposición de fecha 16 de noviembre, expresó su opinión de que era preferible hacer un nuevo arreglo con la Compañía que le pusiera fin a todas las cuestiones pendientes reconociendo una suma equitativa.
"m) Terminadas las sesiones del congreso de 1928, la Compañía y el Gobierno, de acuerdo con la mencionada proposición aprobada por el Senado, continuaron buscando un medio conciliatorio para poner fin a la totalidad de las reclamaciones de aquélla, y como resultado, después de varias propuestas y contrapropuestas, el Gobierno y la Compañía pactan lo siguiente:
"Primero. La Compañía se obliga a transpasar a la nación el dominio de la quinta parle proindiviso del grupo minero llamado El Guamo o Cerro de Marmato de las dos vetas minerales llamadas San Antonio y La Cruzada, y de las casas, molinos y otros elementos destinados al laboreo, que adquirió por cesión que le hizo The C. W. Syndicate Limited, según escritura número 1065 de 13 de octubre de 1908, otorgada en la Notaría 4a. de Bogotá. Esos bienes son los mismos que la nación transfirió al General Alfredo Vásquez Cobo, a titulo de dación en pago y que el último vendió a The C. W. Syndicate Limited por escrituras número 1224 de 31 de agosto de 1906 y número 1258 de 28 de noviembre de 1907, otorgadas, respectivamente, en las Notarías 2a. y 4a. de Bogotá. La Compañía hará la tradición indicada a favor de la Nación mediante la correspondiente escritura pública tan pronto como sea sancionada la Ley que apruebe este contrato, y entregará al propio tiempo al Gobierno todos los planos y proyectos que elaboró para la explotación de las minas del Cerro de Marmato, enumerados en la lista que se adjunta a este contrato. Dicha escritura estará exenta del pago del respectivo impuesto de registro.
"Segundo. El Gobierno reconoce y pagará a la Compañía la suma de trescientas mil libras esterlinas (£300.000), más intereses sobre esa suma computados al cinco por ciento (5 por 100) anual desde el 29 de mayo de 1925 hasta el día en que se verifique el pago, el cual será hecho en Bogotá, tan pronto como el Poder Legislativo apropie la partida correspondiente para ello.
"Tercero. En virtud del pago estipulado en el ordinal anterior, la Compañía se declara cubierta de valor de las mejoras que efectuó en las minas de Marmato y a cuyo reembolso tenía derecho según el artículo 8o. (numeral 9o.) del contrato celebrado el 16 de mayo de 1905, de que es cesionaria la Compañía, así como del precio de la quinta parte proindiviso de los bienes determinados en el ordinal primero, y además renuncia la Compañía, de la manera más formal, a toda reclamación de perjuicios, o de cualquiera otra naturaleza, contra la Nación, por causa de la cesación del contrato de arrendamiento de que disfrutaba y al cual puso fin la Ley 38 de 1925.
"Es entendido que, en lo tocante a la acequia de Arquía, el uso de sus aguas continuará teniendo la limitación que siempre ha tenido en beneficio de la mina de Echandía, perteneciente hoy a la Compañía, todo de acuerdo con la escritura que sobre el particular tiene la Compañía.
"Cuarto. El Gobierno se obliga a solicitar, al expedirse la Ley que apruebe este contrato, la cual entrará en vigencia al ser sancionada, la inclusión en el respectivo Presupuesto, de la partida necesaria para el cumplimiento del mismo; y
"Quinto. Este contrato requiere para su validez la aprobación del Excelentísimo Señor Presidente de la República, previo dictamen del Consejo de Ministros, y la del Congreso. El gobierno lo someterá al estudio del último al principio de sus próximas sesiones, y si no fuere aprobado durante éstas, la Compañía podrá darlo por no celebrado, reservándose en ese evento la plenitud de los derechos que cree tener a cargo de la Nación por causa de los hechos arriba mencionados'.
"Artículo segundo. Los intereses que el gobierno reconoce y pagará a la Compañía, según lo estipulado en el punto segundo, se liquidarán y pagarán solamente sobre la suma de ciento cuarenta mil libras esterlinas (£140.000), computados al cinco por ciento (5 por 100) anual desde el 29 de mayo de 1925 hasta el día en que se verifique el pago, no quedando obligado el Gobierno a pagar interés alguno sobre las ciento sesenta mil libras (160.000) restantes.
"Artículo tercero. El Gobierno queda facultado para convenir con la Compañía todo lo relacionado con la forma de pago y fecha en que éste debe verificarse. Para hacerlo podrá el Gobierno contratar un empréstito si lo juzga necesario.
"Dada en Bogotá a veinticuatro de septiembre de mil novecientos treinta.
"El Presidente del Senado, MANUEl OCAMPO - El Presidente de la Cámara de Representantes, ELEUTERIO SERNA R. - El Secretario del Senado, Antonio Orduz Espinosa - El Secretario de la Cámara de Representantes, Fernando Restrepo Briceño.
"Poder Ejecutivo - Bogotá, octubre 6 de 1930.
"Publíquese y ejecútese.
'ENRIQUE OLAYA HERRERA
"El Ministro de Industrias, Francisco José Chaux."

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 7
Productos de Supía y Marmato.

Al leer la "Memoria del ministro de hacienda, del año correspondiente a 1930, en la página 11, escrita por el titular de la cartera, Eduardo Vallejo, sentimos angustia por las cifras pobrísimas del aprovechamiento que logró la nación. El ministro dice:
"BIENES NACIONALES. Supía y Marmato. En la columna de promedios sacados en el producto de las rentas en el año en curso no figuran estas minas con cantidad alguna, pues no producen por no estar en explotación. Para el año entrante (1931) deja el estimativo de $3.111-10 del presupuesto actual.
"Productos, promedios y cómputos de las rentas nacionales en las vigencias fiscales de 1932 a 1930 y el cálculo fijado para la vigencia de 1931."
Bienes Nacionales.
Rentas.
Minas de Supía y Marmato:
1923: $16.000,00
1924: 16.000,00
1923: 9.333,00
1926: ...........
1927: ...........
1928: 416,17
1929: ..........
Promedio de tres años: $183,73. Promedio año, de junio de 1929 a mayo de 1930: $180,10.
Promedio de los años de 1923 a 1929: $5.964,21.
Promedio del año de 1930 o formado del resultado de los cinco primeros meses:........
Promedio de tres años, formados de julio de 1927 a junio de 1930:
$138,72.
Proyecto para 1931: $3.111,10.
Estas cifras estremecen a quienes conocen y saben de la riqueza de Supía y Marmato. iiiiNos sentimos sacudidos por una melancolía patriótica!!!!

Enumeración de disímiles noticias.

Primera:
En el libro la historia de Marmato, que escribieron Alberto Gallego Estrada y Miguel Giraldo Rodas, y que tiene una apasionante serie de datos sobre diversas materias, algunas francamente orientadas a la exaltación de los bosquejos de una cultura negra, nos refresca la memoria en torno a los términos que se utilizan en su laboreo. Ellos comienzan por definir:

"¿Qué es una mina?
"Es un lugar subterráneo de donde se extraen los metales y los minerales. Las minas de oro pueden ser de aluvión o de filón". Vamos encontrando términos, que destacan actividades muy específicas: minera materia estéril, roca encajante, ganga, mineral complejo y refractario, galena (PbS), pirita de hierro, calcopirita, cuarzo, mica, arsenio-pirita, feldespato, kaolín, oro (Au), plata (Ag), hierro (Fe). En la escala de dureza de MOHS, hallamos la siguiente lista: 1)talco, 2)yeso, 3)espato calizo, 4)espato flúor, 5)apatita, 6)feldespato, 7)cuarzo, 8)topacio, 9)corindón, 10)diamante. En cuanto a la división y descripción de las rocas, los autores anotan que se dividen en ígneas, metamórficas y sedimentarias. Mencionan parte de la peculiar terminología: fallas, nivel, cruzada, estrato, guía o galería, veta, floramiento, buzamiento, acuñarse, agua meteórica, amorfo, escollo, escoria, manto, pliegue.
Segunda:
La creación del departamento de Caldas fue de difícil aceptación en la provincia del occidente. Las ataduras con el Cauca eran de estirpe y larga travesía en los hechos históricos. El Contrato de las minas de Supía y Marmato con Vásquez Cobo incidió en forma muy aguda para la polarización de las fuerzas. En el semanario La Opinión, en uno de sus números de marzo de 1910, se enfatiza: "Este es uno de los poderosos motivos que el departamento de Manizales haya caído en desprestigio ante al generalidad de los habitantes de la provincia y que estiman en algo su altivez republicana y no besan el becerro del oro." Durante mucho tiempo se hablaba de la "reintegración del glorioso departamento del Cauca" como programa político y mensaje permanente en el sentimiento comunitario. César Valencia Trejos, en su ensayo, hace una enumeración erudita de cómo se operó el fenómeno. En La Opinión -No.6, VI-8-1910- se dice que "corresponde a las dos provincias de Pereira y Marmato el alto honor de haber luchado con heroísmo por la reintegración del Cauca".
Tercera:
En el año de 1920, el representante a la Cámara Luis Salas planteó que se tomaran medidas para una distribución de las rentas nacionales, de las cuales tenían derecho a percibir una participación los municipios donde se originaban. Fue una tesis explicada con mucha vehemencia y que trataba de interpretar un sentimiento descentralista, que aparecía agresivo contra los términos autoritarios del centralismo de la constitución de 1886. Insistió en que debía dársele prelación en siquiera un veinticinco por ciento de lo que se producía con sus recursos naturales. Era lo que, en la actualidad, se llama en el derecho público la participación.
Cuarta:
Hay otra sugerencia para dejarla aquí como incitante fuerza de exploración. Es indispensable hacer el examen de la legislación minera. Quedan demasiados vacíos que en el recuento histórico producen angustia: ¿por qué obraba así el gobierno? es una pregunta que asalta multitud de veces. ¿Cómo se operó la concentración de minas por los particulares después de la Independencia, cuando los bienes españoles entraron al patrimonio de la república? ¿Cuántos vicios de corrupción -tolerada o encubierta- van manejando los contratos, sus cesiones, las relaciones con las compañías, el poder asfixiante del imperialismo? ¿La legislación que se dictó aparece complaciente con las compañías? ¿Fue, acaso, que la comunidad se sintió subyugada, perdida en la provincia? ¿O, al contrario, reaccionó como hay constancia en estas páginas? Porque otro es el fenómeno del continente, hundido en medio de los grandes poderes. Lo que padecimos y aún estropea la vida comunitaria, ¿obedeció a falta de un criterio nacional, que no se inculcó desde el comienzo? ¿Los prejuicios anteriores de desprecio a nuestro destino determinaron, en parte, las políticas que se fueron imponiendo, laxas, sin sentido de defensa de lo nacional? ¿No se tuvo conciencia de los recursos naturales nuestros?
Quinta:
Al mencionar las regiones, hallamos que, por encima de las divisiones políticas, hay unas relaciones que vienen de otras ataduras. Por ejemplo: la costa del Pacífico con lo que le corresponde a Caldas en la Cordillera Central. Pero Cartago, en la época de la Conquista y la Colonia, tuvo una excepcional categoría como cje minero entre Arma, Anserma - que comprendía Quiebralomo, Supía y Marmato- y que colindaba con Santa fe de Antioquia.
Se insiste en la colonización de la región minera de Marmato, Supía, Riosucio, Amserma. Que ella le dio un gran impulso comunitario. Historiadores sostienen que el núcleo que daba aliento a este proceso de gentes pobres era Cartago. Es un aspecto bien sugerente. Ya hemos visto que esta ciudad tenía, también, un dominio en lo referente al oro. Hay que completar esa apreciación para darle relieve a esa ciudad. Recordemos que a don Fermín López le dio amparo y le ayudó a fortalecer sus fundaciones. Sus relaciones con el Chocó son de alcance singularísimo. Los fenómenos de identidad con los intereses de esa región los desató la ciudad del Valle actual. Mientras Francisco José de Caldas luchaba por construir, desde Antioquia, un camino que atara con el Chocó.
Sexta:
Después de 1860 se aceleró una incursión permanente hacia el Chocó. Se unían varias causas para que ello sucediera: la principal era estar fuera del control de los empleados del imperio español; desaparecían el sometimiento y el manejo tributario. Además, las labores se desarrollaban para propio provecho. Los hombres de alguna riqueza y con sentido empresarial salieron de Cartago, de Popayán, de Cali y establecieron explotaciones en la región. Naturalmente, la demanda de productos agrícolas y de ganado estimuló la conformación de haciendas.
La revolución económica del radicalismo de 1850 en adelante logró transformaciones muy primordiales. El hecho de haber liberado la mano de obra al eliminar la esclavitud; el haber cambiado el criterio acerca de qué era la propiedad, aceleró la colonización, lo mismo que el cancelar los dominios de "manos muertas". Inclusive desató muchos procesos de modificación de las condiciones sociales. Así, también, se produjo un crecimiento de la ganadería. La demanda para ésta fue acelerada desde Supía y Marmato, lo mismo que desde el Chocó. Son fenómenos que apenas ahora principian a interrelacionarse. Allí están las fuentes de nuevos estudios.

El río Cauca, los caminos.

Hay una advertencia que es bueno repetir: Santiago de Arma se fundó con el objeto de recaudar los impuestos de la región minera, que antes se pagaban en Cartago. Existe una ligazón de transportes entre estas dos ciudades y Santa Fe de Antioquia. Hay estudios en los cuales se establece que las vertientes de oro -que probablemente culminan en Buriticá, Antioquia-, llevan unas ataduras por entre los cordones subterráneos. Son parte de los misterios geológicos. Aún más: cuando los viajes se extendían hasta Popayán, eran lugares de descanso de los viajeros y de las arrierías. El oidor Mon y Velarde, en 1788, dijo que Arma dependía económica y culturalmente de Marmato. Es otra fase histórica que vale la pena profundizar.
Marmato se comunicaba con el Magdalena por el camino de Salamina, que está al otro lado del río nutricio, en el alto que desafía la mirada hacia la región minera. Se atravesaba así el páramo de Herveo. Boussingault habló directamente de éste al decir que "el páramo de Herveo, el cual siguen los cargueros que van de Mariquita a la Vega de Supía". Siguiendo muchas de las explicaciones del sabio, nos damos cuenta de que el abastecimiento dependía de Cartago y de Mariquita. Era un largo periplo el de las adquisiciones, porque las tierras no se explotaban y los alimentos que se requerían demandaban viajes muy largos. Por eso el salario de los mineros nunca alcanzaba. El precio de los bienes de las mercaderías, era más alto que sus propias entradas. Vivían en déficit en medio de la gran riqueza. Es una de las mayores tragedias sociales.
La función de Manizales abrió otras posibilidades de comunicación. Es una consecuencia de la colonización. Son oportunidades de desplazamiento que se logran muchos años después.
Charles Safray indicaba que "desde las cimas (se refiere a su paso por la Cordillera Oriental) se puede ver la extensa línea ondulada de la Cordillera Central y las colinas de Arma, Supía y Anserma, grandes centros de población antes de la conquista. Los habitantes eran ricos, industriosos e intrépidos; mas, a pesar de su civilización relativa, devoraban a sus prisioneros de guerra. El territorio de estas tribus está hoy casi desierto".
El alemán Alfredo Hettner en sus Viajes por los Andes colombianos, nos cuenta que, desde Salamina, "fuera de la visita amplia que se goza desde las salidas de la población es única, ya que abarca tanto la montaña del otro lado del valle del cauca con los pintorescos grupos de casos de Marmato como, en el horizonte atrás, la cresta principal de la Cordillera Occidental, a la vez que hacia el norte alcanza a divisarse la enorme encorvadura del río Cauca...
"Allende el río Cauca entramos al Estado del Cauca, con el río Arquía como frontera, al paso que por la orilla derecha sigue extendiéndose el Estado de Antioquia, hasta llegar al río Chinchiná. Por marcada pendiente sube el camino a Marmato, pasando a una hora escasa por la aldea de Quebrada, cuya población, compuesta de negros, está dedicada a la remunerativa ocupación de terminar de explotar, mediante lavado, los escombros dejados por las empresas mineras. Cerca de la mayor de ellas, perteneciente a una compañía inglesa, está ubicada la población de Marmato, a una altura de 1.400 metros. Al cabo de otro cuarto de hora de camino en leve ascenso llegamos a la mina Echandía, cuyo director, Herr Greiffenstein, oriundo de Gross-Gerau, amablemente me brindó su hospitalidad por un par de días. En los alrededores se hallan dispersas numerosas minas de menor escala, de propiedad, una parte, de la compañía inglesa, y otra de varios empresarios criollos. Como una de las regiones mineras más ricas del país, Marmato y sus alrededores tienen para su desarrollo el único freno de no pertenecer al Estado de Antioquia sino al del Cauca, muy decaído como tal.
"Otra ventaja que tiene Marmato en comparación con Frías es la de que la composición de su mineral permite refinarlo por medio de amalgamación, en tanto que el mineral plomífero de Frías requiere su fundición. No se puede subestimar esta ventaja, por cuanto el simple proceso de amalgamación puede realizarse en el sitio, en tanto que el establecimiento de fundiciones sería de poca perspectiva en Colombia, en vista de su alto costo inicial y de la carencia de las capacidades técnicas requeridas para su operación, valiosa información que debo a Herr Greiffenstein, experto de la industria metalúrgica y director de la fundición de Titiribí, única en su género que existe en el país. Tanto así es que la compañía inglesa que opera en Frías prefiere despachar el producto natural a Swansea para su fundición, procedimiento más económico que la instalación de una fundición propia, a pesar de los desmedidos gastos de transporte que ello supone."
El sabio Francisco José de Caldas viaja de Santafé de Bogotá a Antioquia. Le dice a su esposa que huye de las coronas y no quiere que se destaque a los reyes. Se le acoge con la consideración que merece su insigne capacidad científica. Se le designa para varias labores: abrir a la Escuela Militar, después de que ha descubierto los nitros en el departamento, materia esencial para la guerra, y piensa Juan del Corral que éste es el más "fundamental paso que ha dado la república hacia su independencia". Otro dato: puede llegar a dar una renta de veinte a treinta mil pesos. El coronel Caldas adelanta en Rionegro la construcción de los edificios para la nitrería, molino y elaboración de la pólvora. Se organizan las máquinas de acuñación, como dará "la debida dirección a este camino, el del Chocó".
Hay un trabajo básico en relación con Marmato. Sámano ocupó parte principalísima de la provincia de Popayán. A Caldas e le comisionó por Antioquia para que "fortificase los pasos del río Cauca, llamados "La Cana y Bufú". Lo acompañó Liborio Mejía. Caldas envió los planos y perfiles de las fortificaciones con nota remisoria el 28 de noviembre de 1813. Alfredo D. Bateman menciona cómo operaron estos dos trabajos primarios para la defensa del porvenir y estabilidad la república: "En el escarpado cerro que domina a Bufú levantó un fuerte de faginas y piedra, con doble recinto flanqueado hacia el frente, con baterías para once piezas de artillería y parapetos para fusilería, y con ranchos para cuarteles y almacenes; además de un espaldón aislado y cubierto, en posición más alta y dominante, para un mortero, con tronera para otra pieza. En La Cana, en Arquía y en otros dos puntos importantes, construyó otros cuatro fortines para infantería y artillería, con buenos parapetos, fosos y pozos de lobo, debidamente resguardados. Levantó también la carta militar de la línea fronteriza, para que se tuviese presente en las operaciones de defensa; y a virtud de estos trabajos quedó asegurada por aquel lado la Provincia".
Hay que detenernos en una revelación de simpatía entrañable por el río Cauca. Él separa a Marmato de las tierras del norte de Caldas. Para llegar a éstas hay que pasar sus aguas. Ellas nos han acompañado en el paso de los días. Ahora, a través del sabio Caldas, las volvemos a encontrar ceñidas al devenir de la república. Se nos revela el poema del gran poeta Jaime Jaramillo Escobar -X-504- como un canto que debemos repetir frente al río tutelar, el de la infancia, el del asombro, el de las orillas que custodiaban las faenas paternas y, más tarde, las propias, las del connubio con la naturaleza:

"El río más bello del mundo es el primer río, donde nos
bañamos desnudos,
Y los demás son los otros ríos, así como las otras mujeres,
y los otros amigos...
Yo tuve una larga conversación con el río Cauca y me lo dijo
todo, todo lo mismo que hubiera podido decirme el río
Magdalena,
pero el río Cauca me puso la mano en el hombro y me habló
al oído.
El río Cauca no sabía nada de eso porque venía de muy
lejos, de las tierras llanas.
Tan sereno, tan colmado de grandes peces - entonces -,
el río que había pasado por sus orillas donde negros
bebían en quioscos de palmiche,
vivían en chozas, trabajaban, no trabajaban, peleaban
entre sí con larguísimas peinillas de acero inoxidable,
marca Corneta,
negros que habían vertido su sangre en el río, su sudor,
sus lágrimas,
que celebraban el sábado en los puertos, cada puerto con
su estación del ferrocarril y esas botellas verdes de
Pilsen para la sed, para las ganas de beber, para el
coraje de pelear."
Ataduras, proyectos, caminos con el Chocó.

Tendremos que establecer cómo fueron las relaciones con el Chocó. Se extienden por los diversos ámbitos: por la apertura de los caminos, por la política que coincidió a veces en querer separarse de Colombia y armar su existencia administrativa con el Ecuador; por el interés de formar un estado independiente de Antioquia y del Cauca, con parte de los pueblos del occidente caldense. Sus reacciones contra lo que ellos consideraban el poder "central" son manifiestas y constantes. Las ataduras en lo económico, en lo político, en lo racial, tienen unas calidades que deben atisbarse con minucioso cuidado. Es algo muy descuidado en la historia nacional. Las relaciones con Cartago tienen características muy sugestivas. Es algo a lo cual estamos atados en forma evidente. No se deben desdeñar esas ligazones.
En esos acaeceres no se menciona a Marmato como ese algo, en relación íntima con la provincia de occidente; quizás se ha considerado innecesario destacar al municipio minero. Un error, porque hay que repetir que esta región, en su formación racial, en sus problemas sociales, en sus posturas religiosas, en sus prospectos generales, refleja unas riquísimas manifestaciones. Sólo ahora nos estamos acercando a su complejidad y sus valores de tan específicas huellas. Éstas explican su conducta. Tenemos grandes filones - para usar un término minero- que nos permitirán penetrar, agudamente, en su análisis.
Sobre el camino al Chocó se está hablando, en estos últimos años, como una aspiración incontenible y novísima de los departamentos que constituían antes el Gran Caldas. En la provincia del occidente, y especialmente en Riosucio, se tenía certeza de cómo esa comunicación no podía aplazarse. Desafortunadamente, la vida administrativa colombiana no ha sabido darle cauce a esa justa y necesaria ambición colectiva. Pero lo que queremos destacar es cómo un asunto de tanta capital trascendencia tenía en los pueblos repercusiones de sus necesarísima demanda. En La Opinión, No.38, del IX-22-1911, leemos la clarividente ambición: "El gobierno debe persuadirse de la urgente necesidad que tiene de comunicar pronto la región del Chocó con el resto del país, si no quiere que la guerra yankee alce con ese rico territorio, como complemento de la expoliación de Panamá, y la vía única es la del Chocó.
En la década final del siglo, Manuel María Sanclemente, más tarde elegido Presidente de Colombia, en su calidad de gobernador del Cauca, envió un ingeniero a su estudio y señaló el derrotero por la región del Chamí. El escrito advierte que "la vía resultó tan corta y tan factible, dada la depresión de la cordillera occidental, que del caserío de Arrayanal que dista cinco leguas (de Riosucio) al Lloró, primer puerto fluvial sobre el Atrato, no hay sino ciento veinte (120) kilómetros".
En el editorial del X-7-19 que lleva por título exactamente "Camino del Chocó", se cuenta que en 1903 el gobernador del Cauca, Pedro A. Molina, resolvió abrir dicha vía. Contrató al ingeniero Griseldino Carvajal, quien emprendió el trazado.
Otro hecho para destacar en relación con el Chocó es aquel que, cuando, desde Jericó, se propuso constituir un nuevo departamento con parte de Antioquia, otra de Caldas y el Chocó, esta región de la patria volvió a jugar un papel capital.
Tenemos la obligación de esclarecer nuestras relaciones con el departamento actual que custodia el Pacífico. No olvidemos, además, que varios de los mineros de Marmato, de solvencia económica, tenían trabajos en aquel pedazo de la patria. Los esclavos, de allí llegaban. Es parte de nuestra historia, por cierto inexplicablemente desconocida. Ya hallaremos los derroteros de las nuevas aventuras para situar este mundo de tan sugestivas irradiaciones nacionales.

Los extranjeros y el mestizaje.

La presencia de los extranjeros, de diferentes nacionalidades, fue llevando a algunas modificaciones de las costumbres primitivas. Dejaron correr sus enseñanzas y ellas penetraron a la corriente normal de la existencia. Se fortaleció de mestizaje. No hubo manera ya de desterrarlo. En la medicina, donde se obedecía a traiciones, leyendas y conjuros, éstos se reemplazaron por los conocimientos científicos de profesionales como los doctores Jervis, Williamson y Theherne, como lo señala el profesor Héctor López López en su estudio sobre yerbateros y cirujanos. El hecho es que la experticia de ellos se entrelazó con las sabias maneras de manejar las enfermedades por una tradición que venía desde las fuentes indígenas. Se cumplió un entrelazamiento.
En la construcción de las casas, en su distribución, en la manera de aprovechar al máximo los materiales, se lograron conjunciones muy particulares. La impronta mestiza volvió a tomar un cauce para la creación arquitectónica. Aún más se puntualiza que Guillermo Martín construyó la iglesia de Salamina y sus detalles corresponden a una visión religiosa protestante. No están las singularidades de las ornamentaciones exteriores del catolicismo. Hizo los planos de Pácora, que, luego, fueron transformados por un maestro de obra. La leyenda los ata a que se emplearon para construir la iglesia de La Pobreza en Pereira. Las iglesias de San Lorenzo, en Supía, y la de la Candelaria, en Riosucio, que son realmente construcciones de belleza espectacular y monumental, con una digna severidad, son ejemplares en su concepción para el contorno.
Quizás haya participado en la dirección de la de Pensilvania. Quedan estas referencias para que, en el futuro, se puntualicen más las calidades de obras excepcionales, donde la riqueza del manejo de los materiales por nuestros artesanos se armonizaba con las directrices técnicas del arquitecto. Son obras mestizas. Aquí, como en el continente, son las respuestas normales a la influencia y conjunción de varias culturas.
En coloquio con expertos he establecido cómo estos extranjeros modificaron las costumbres de la alimentación. Las que manejaban el fogón fueron mujeres que habían recibido dirección de gentes de Inglaterra, Francia, Alemania. Les aconsejaron combinaciones de nuestros productos; señalaron cómo podía llegarse a ciertas salsas que favorecen el regodeo del gusto en la mesa.
El café, por ejemplo, lo combinaban con los sabores de nuestras panelas primitivas y adquiría un peculiar sabor, que era tradicional en la región. La presentación de la mesa tenía maestrías que acudían de otros medios. La abundancia de cocciones favorecía el goce de los manteles. Era ya algo nuevo que se confundía con lo nuestro. Bernardo Arias Trujillo en una página, "Retablo de un cocinero ilustre", nos reveló la categoría espiritual de la alimentación: "La gastronomía fue (para los griegos y romanos) una ciencia y un arte dignos de respeto y de estudio, porque comer bien es jerarquía, distinción, refinamiento, disciplina y belleza. La risa y la buena comida son lo único que nos diferencia realmente de los animales".
Aún más trascendental que lo que hemos relatado es que formaron familias, de visible importancia, en el país. Arribaron a Marmato. Algunos se quedaron en la comarca entrañable. Otros se desplazaron a diferentes ciudades. El origen de la inmigración es Marmato. Si no hubiera existido este pequeño municipio, de riqueza excepcional, cuyo prestigio recorría el mundo, no se hubieran mestizado esos apellidos que son parte de nuestra estimulante fuerza de creadores, poetas, melómanos, hombres de ciencia que son los descendientes, nacidos aquí -auténticos mestizos-, que han organizado sus familias como banderas a la sombra de las cuales nos congregamos en amistad y admiración sus compatriotas. Varios de quienes pasaron por Marmato, podrán repetir lo que dijo el maestro León de Greiff: "Yo me tenía (y me tengo y me sostengo) por antioqueño neto y nato y de todo el maíz, ainda más, medellinita, y de no tan reciente promoción o data". Podrán agregar, contando con su ascendencia, cómo ha sido su mestización, como lo repitió de Greiff: "Lo de la debatida antioqueñidad de los de Greiff será de largo metraje... Que apenas están llegando -en 1826- mis bisabuelos; todavía están en Nare, con el mariscal Ney, el señor capitán Von Greifí y su esposa, doña Lovisa Petronela Faxe, y herr Haeusler, mi abuelo de Magucia, no ha llegado a la Marinilla todavía.... Será de largo metraje".
Así podrán escribir la historia de sus familias quienes estuvieron por las escarpadas breñas de Marmato. Ya hacen parte del mestizaje colombiano.
Cuenta don Daniel Samper Ortega que algún obrero, viendo tan comprometidos a los extranjeros en nuestro devenir social, le preguntó a don Rudesindo Ospina:
"-Dígame, don Rudesindo, estos ingleses de Marmato, ¿propiamente de dónde son?".
En el mestizaje, hemos hecho una enumeración muy sucinta. El problema es más complejo. ¿Cómo desconocemos el aporte negro? Seria una visión incompleta, recortada. La integración es algo que se ha logrado con naturalidad.
La fusión de costumbres, reglas, músicas, comidas, vestidos, etc, etc., la ha acentuado. Por ejemplo, en la conducta del marmateño no se puede prescindir del ambiente sobrenatural. Esa etapa histórica sin este elemento es un imposible. Es integrante de la cultura negra el ser imaginativa en dosis relevantes. El lenguaje, la riqueza y el brillo del diálogo, la espontaneidad de movimientos y expresiones y de gestos teatrales, vienen de su fuente nutricia. Lo mismo que cierto aire de desdén. Son manifestaciones integrales de ese mestizaje tan activo que se organizó en Marmato y que es ejemplo de los dones de una atmósfera social en la cual la existencia se comparte con plenitud.
Desconcierta encontrar unas palabras amargas de Hegel, el filósofo que no creyó en el destino indoamericano. Él sostuvo que el negro era un "hombre natural en su total barbarie y desenfreno". Era una actitud aristocratizante y el reflejo del prejuicio contra tal raza. Que aún prima en algunos compatriotas despistados y que presumen, equivocadamente, de "blancos". Mientras que otros filósofos o los profetas predicaban que no se puede montar ninguna ciudad, ni economía, etc., sobre la esclavitud.
En el siglo XVI ésta operaba en Marmato. A la vez trabajaban también indígenas. Los mandatos españoles obligaban a que vivieran separados los naturales de Indoamérica y los que llegaban de África. Nunca se cumplió la orden. Lo que sí operó fue la modalidad de no dejar vivir, en el mismo sitio, a los negros de igual tribu o de otras que tuvieran cercanía con las de su origen. Así el imperio español lograba que no se comunicaran, tomaran medidas para rebelarse o concertaran la huida hacia la cimarronería. Se les rompía, además, aprovechando ese sistema, la identidad cultural.
En Supía funcionó una junta de manumisión cuando el radicalismo liberal impuso la terminación de la esclavitud en la Nueva Granada. Hay documentos al respecto. Y en ellos se constata que se daba así cumplimiento a la ley de José Hilario López, dictada como parte integral de la "Revolución Económica de 1850".
En la novela La bruja de las minas de Gregorio Sánchez Gómez -quien publicó once novelas- que sitúa en 1870, describe algunos de los rituales negros en sus fiestas. Es parte del sistema mítico de los africanos. Por cierto, se les impedía asistir a los blancos y mestizos. Pero la variedad de dones culturales sí fue comunicándose en al relación de sus vidas.
Es bueno que insistamos en el mestizaje con el aporte de los negros. Éstos colaboraban en establecer el tipo del vestido, vivienda, mobiliario, alimentos, adornos, música y canto, religión, arquitectura y artesanías, en todos y cada uno de los aspectos, sin excluir uno solo. De ellos se recibieron sus influjos. Repetimos la enumeración, pues no queremos que se piense que la vislumbre viene de una sola etnia. La forma como se bebía y qué se bebía tuvo enseñanzas. Es bueno advertir que cuando en nuestras capitales departamentales los hombres de preemencia económica no disfrutaban de los buenos licores, por Marmato era un agua corriente en la demanda de las fiestas. El mestizaje ganó con los trabajos domésticos, con las ideas que se extendían a los partidos y a la conducta ciudadana, con los cantos, con la moralidad, con la limpieza de los dogmas, con la investigación de la conducta social, gracias a asistir a un mundo local con otras referencias. No sólo las excluyentes del catolicismo.
Los prejuicios han tenido más poder que la verdad. Se ha sostenido que los negros que llegaron a América eran salvajes. La realidad es que venían de medios culturales con sus propias expresiones. Los de Guinea, por ejemplo, descollaban con su arquitectura - y ésta es una manifestación superior de la cultura-, que la comparaban con la europea. Su legislación era igualmente reconocida por sus fundamentales instituciones. Quienes se introdujeron a nuestro continente tenían destrezas en la fundición de metales. Como artesanos, gozaban del dominio de demasiadas facultades creadoras. En lo agrícola y en la ganadería, sus conocimientos revelan la sabiduría sobre el campo.
Los negros que arribaron aquí no tuvieron actitud pasiva. Se ha enseñado que estaban inclinados a la subyugación. Es grave error continuar propagando algo que no coincide con la certeza. El sociólogo Gustavo Pérez Ramírez, en su apasionante libro Mirar hacia África, puntualiza:
"Mallafé, por su parte, registra así los levantamientos de negros en América: En 1537 se sublevaron los esclavos en México; al año siguiente, en Cuba; en 1546, en la Española; en 1548, en Honduras; en 1550, en Santa Marta. Entre 1555 y 1556 hubo cerca de Panamá una sublevación tan importante que el virrey del Perú, Marqués del Cañete, que pasaba por al ciudad para hacerse cargo de la gobernación, se vio obligado a concertar con ellos un armisticio. En 1573 el corsario Francis Drake, después de tomar y saquear la ciudad de Nombre de Dios, incursionó por sus alrededores y atacó las haciendas, apoyado por los cimarrones de la región. En 1612 aborté en la rica y agitada ciudad de Potosí, Alto Perú, un motín capitaneado por Alfonso Yáñez, hijo de mulata, que se proponía la liberación de los negros. En 1656 revienta una extendida rebelión en Guadalupe. Y así, sucesivamente, hasta las luchas de resistencia de los esclavos en Cuba por los años 1895".
Mariano Picón Salas en su libro San Pedro Claver, el santo de los esclavos, rememora cómo ellos no rendían con su altivez espiritual:
"Por los negreros que se enriquecen, ¡cuántas gentes vinieron a menos y cayeron en la desesperación en aquella tierras Hombrazos de suma soberbia, ímpetu y codicia, eran derribados por el clima, el engaño y la mala suerte. Veíaseles llegar, roídos de hambre y miseria física, enfermos de bubones, a esa como aduana del desamparo que era el hospital de San Sebastián. Hablábanles los sacerdotes para que se confesaran y enmendasen sus vidas, y su encono se volcaba en blasfemias. Se sentían nacidos para conquistadores y se revelaban indignados contra aquel destino de mendigos".
Son evidentes varias calidades de su expresión cultural: un arte que ha influido en el de este siglo en Europa; una literatura, una filosofía, una religión, una economía. Por ello, Pérez Ramírez, con limpieza intelectual, advierte:
"Un mejor conocimiento de África, de sus valores y potencialidades, podría tener un impacto favorable en la revalorización de las culturas negras latinoamericanas. Podría despertar entre los descendientes de los esclavos africanos el orgullo de pertenencia a una raza que no se doblegó, que luchó por su libertad y que en este siglo se empeñó en la descolonización de su continente, en la liberación de sus territorios y en la construcción de naciones independientes, que buscan la unidad y la participación en la comunidad de naciones en pie de igualdad.
"Deberían practicar América Latina y el Caribe una política reparadora de solidaridad con África y con as culturas negras por haber sido un doloroso escenario del tráfico de esclavos africanos y por colaborar ahora algunos de sus gobiernos con el régimen de Apartheid, crimen de lesa humanidad contra la raza negra que dama justicia y condenación universal."
Lyda del Carmen Díaz López, en su interesante trabajo inédito Antropología y economía del oro en Marmato, Caldas, aporta riqueza de informaciones. En cuanto a la organización de la etnia negra, afirma:
"Sobre la procedencia del negro llegado a Marmato sólo podemos valernos en este trabajo, del informe tantas veces citado del doctor de Espinosa. Cada negro denunciado se identifica con un nombre y un apellido, este último nos servirá para teorizar sobre el posible origen del negro marmateño aunque para acercarnos más a la verdad, se hace necesario el registro de ventas del Puerto de Cartagena.
"Los apellidos impuestos a negros designaban castas, etnias, nombre de la factoría que lo comerció, denominación genérica del área geográfica donde fue capturado o intercambiado, señales físicas y atributos entre otros; de ahí la poca precisión que sobre el origen regional y cultural nos puede brindar el apellido. Trataremos, sin embargo de establecer una relación entre los apellidos de esclavos africanos de Marmato y los sitios geográficos a que aluden.

Apellidos de los esclavos censados en 1.627 en el Real de Minas de Marmato

Apellidos Hom. Muj. Total Región a la que el apellido hace alusión.

Congo 6 0 6 África Central designa cualquier pueblo de lengua bantú.
Angola 6 7 13 Nombre genérico de África Central.
Biafra 0 2 2 Hace alusión al golfo de Biafra.
Carabalí También alude a grupos del golfo de Biafra.
Criollos 5 15 20 Nacidos en América, posiblemente en las Antillas, si tenemos en cuenta el año que nos ocupa.
Otros 23 4 27 Hacen alusión a los atributos o señales físicas.
Fuente: Cuadro hecho con base en la información procurada en el AHN, Fondo Visitas Cauca, folios 170 a 179. Las regiones tenidas en cuenta son las dadas por Germán Colmenares para esclavos vendidos en Cartagena (1979, págs. 47 a 49).
"Según este cuadro, los esclavos africanos llegados a Marmato a comienzos del siglo XVII procedían todos del centro y área occidental costera del continente africano.
"Sería interesante, para esclarecer más este punto, consultar los archivos notariales de Supía, Anserma y Toro, si es que se conservan, así como las patentes de venta, donde se precisa edad, sexo, costo y otras señales distintivas.
Además importaría mucho conocer y reseñar las cuadrillas conformadas en años anteriores. Sabemos que en 1634 el capitán Jacinto de Arboleda introdujo una cuadrilla de 40 hombres (Cuesta, 1923 pág. 130) y que en el siglo XVIII y comienzos del XIX los dueños de esclavos y minas eran todos distintos a los relacionados en los cuadros anteriores, los que seguramente llevaron a la región cuadrillas de su propiedad."
La antropóloga Díaz López trae una lista de los extranjeros que estaban habitando en Marmato en 1874:
"Julio Ritcher, Alemania, Artesano; Guillermo Martín, Inglaterra, Ingeniero; Francisco Evans, Inglaterra, Minero; Jorge Treherne, Inglaterra, Médico; Elisa Freherne, Inglaterra, Ad. Doméstica; Ezequiel Williamson, Inglaterra, Minero; Eliseo Chiquen o Cheguvin, Inglaterra, Artesano; María Ana Chiquen o Cheguvin, Inglaterra, Adm. Doméstica; Eliseo Chiquen o Cheguvin, Inglaterra, Estudiante; Elisa Chiquen o Cheguvin, Inglaterra, Estudiante; Tomás Eastman, Inglaterra, Minero; Santiago Evans, Inglaterra, Minero; Juan Harris, Inglaterra, Minero; Santiago Barth, Inglaterra, Artesano; Francisco Blamy, Inglaterra, Artesano; Julián Perham, Inglaterra, Minero; Guillermo Sutherlang, Inglaterra, Comerciante; Ricardo Eduas o Edvaros, Inglaterra, Minero; Fedimir Losjener, Alemania, Artesano; Ricardo Calyon, Inglaterra, Comerciante; Juan Chiquen, Inglaterra, Artesano; Guillermo Bath, Inglaterra, Minero; Julián Harry, Inglaterra, Comerciante; Jorge Gartner, Alemania, Minero; Miguel Melan, Francia, Minero."
La misma autora agrega:
"Los ingenieros de minas europeos venidos a raíz de los empréstitos ingleses, trajeron al país la mineralogía, la geología, la hidráulica, la mecánica aplicada, la teoría del calor, la química inorgánica, los métodos geofísicos, el sismógrafo, la construcción de vías, la pólvora, los reactivos químicos, la rueda hidráulica, la amalgamación y otros aparatos y conocimientos.., de estos ingenieros se destacaron entre otros: Degenhardt, Boussingault, Moore, Walter, Nisser, Paschke, de Greiff y Johnson..."
A extranjeros que persistían en este siglo en vivir en Marmato, que tenían negocios, o administraban todavía rezagos del antiguo imperialismo, los conocí en la oficina de mi padre o en mi casa a manteles. Para mí, eran personajes de máxima observación. Todavía había resistencias de grupos y, especialmente, de sacerdotes a que a ellos se les admitiera en el diario normal de comunidad. Algunos de éstos advirtieron que no podían gozar de buena salud por ser herejes y que estaban condenados a la muerte. Los miraba casi minuciosamente. Los hallaba saludables y sin ninguna intención de abandonar, de inmediato, este mundo. En mi formación, les debo a ellos variadísimas enseñanzas. Conversaban largamente de su gobiernos, de sus sistemas, de sus religiones, de sus organizaciones familiares, de la manera de comportarse unos países con otros. Ello me disciplinó para entender que la existencia tenía una fluidez y que no correspondía exclusivamente a unos prejuicios. O más puntualmente expresado: que nuestras ideas no pueden predominar en forma excluyente. Hay una serie de particularidades que nos deben permitir entender, y aceptar, como corrientes, lances de la existencia.

Marmato en la perspectiva de la historia nacional 8
Las ataduras caucanas.

Hay una categoría de la cual nos hemos preocupado poco las gentes del occidente de Caldas, lo mismo que los vecinos de Pereira: nuestro deslinde con el viejo Cauca o la continuidad de sus mandatos: los de la sangre, los culturales, los de conducta individual y colectiva, los de la pasión por ciertas tendencias y las vigencias de ciertas creencias. A veces, algunos pocos plantean la preocupación con ardentía. Pues no debe ser así: al contrario, se reclama serenidad crítica, profundidad en el análisis, identificación de posibles fuentes, que obedezcan a rigor científico y que no predomine lo emocional. No se trata de aclarar algo que pueda determinar ganancias, ventajas inmediatas o propicie definiciones doctrinarias. Sólo buscamos con una materia tan compleja precisar los alcances de nuestra vocación colectiva. De dar unas pautas para saber la razón de algunos comportamientos. Pero no se está consagrando el proceso trascendente que gobierne la inmediatez y haga clarividencia para combates circunstanciales. Es algo más profundo y que serenamente nos concierne. De suerte que necesitamos visión, lucidez, penetración, capacidad de separar dones, virtudes o vicios. Ello aparece entrelazado. Es un juicio de serena majestad, porque es reconocer cómo somos y por qué.
En Marmato, hubo minas explotadas por los conventos de Popayán; otras, por gentes nacidas en la ciudad procera y culta, formadas en su ambiente. Traían el acento de lo que había integrado sus existencias. Contribuyeron, igualmente, a acelerar el mestizaje. Como se pertenecía administrativamente al Cauca, el ascendiente era sensible. Muchos de sus hijos raciales, por aquí se quedaron. Formaron familias; acentuaron los vínculos de amor y de negocios. Es otro aspecto que es bueno identificar: apellidos, costumbres, reglas sociales, etc. Vino la separación política, y los caucanos no trataron de conservar su privanza. En cambio, el antioqueño trató de prevalecer; tener dominio en tierras y en la política; imponer sus valores que en él son tan acentuados e irradiar su concepción del mundo. Para el observador agudo, libre de prejuicios, se identificarán en ciertos caldenses una serie de cualidades, sólo explicables por el matiz caucano. De allí viene. Es bueno ir dejando en claro que no se puede plantear el tema con acento de batalla. Es una integración que se cumplió como algo natural e inevitable. Tuvo manifestaciones dramáticas de lucha en su tiempo en lo político. No en los otros caracteres, y aquélla no puede prolongarse ni tratar de revivirse. Se deben examinar las peculiaridades, para darle validez a cada pujanza regional, sin estrépitos.

Mestizaje cultural.

Hay un acontecimiento de gran importancia, que se refiere al mestizaje cultural, y que está comprobado: en Riosucio se representaban obras de Shakespeare. Ésta es influencia directa de los ingleses. Seguramente lo mismo debió ocurrir en Marmato. Se requieren más exploraciones para terminar de consagrar este potosí de matices. Que explican la formación cultural de la región. Otro rasgo primordial: si repasamos los periódicos que se publicaban, hallaremos páginas dedicadas a la literatura. Entre las citas favoritas aparecen nombres clásicos. Destaquemos algunos: Cicerón, Víctor Hugo, Castelar, Balmes, Goethe, Trajano, Adriano, Lactancio, Constantino, Servio Tulio, Plinio, Lamartine, Rabán Gamaliel, Menéndez Pelayo, Francisco Villaespesa, César Cantú, Tito Livio, Talleyrand, Platón, Rubén Darío, Lord Byron, Juan Montalvo, etc., etc. Cuando muere un hombre de la cultura -pongamos dos ejemplos: Rufino Cuervo o Carlos Arturo Torres- es noticia que facilita reflexiones sobre su obra. Algunos de estos nombres los traían en sus alforjas los extranjeros. O eran parte de la vida espiritual colombiana. Los semanarios igualmente se detenían en los asuntos principales que concernían a lo nacional, o exaltaban, con precisión en las referencias históricas, a los creadores de la nacionalidad, o citaban a los cronistas de indias con conocimiento fiel. ¡¡¡Es un bellísimo colorido de la existencia provinciana!!!

La llama ardiente de la inteligencia.

Con dedicación y penetración, un crítico de verdades intelectuales se podrá detener en relievar a escritores, poetas, estadistas, novelistas que en Marmato tienen su origen. Sólo vamos a referirnos, muy a las volandas, a cuatro de sus representantes insignes ya desaparecidos: Tomás Ociel Eastman, quien paseó sus conocimientos por revistas, periódicos y editoriales de su tiempo, hasta terminar incrustado en parlamentos y deberes de ministro por su alta sabiduría. Su libro Acentos de intensidad, de altura y de duración lo hemos perseguido por bibliotecas y librerías de viejo sin fortuna. Pero hemos hallado sus polémicas con Luis Eduardo Nieto Caballero en el volumen Ideas liberales, que publicó este último, y en donde, olvidándonos de las discrepancias ideológicas que nos separan de sus tesis, emergen su maestría en el idioma, su severa reciedumbre en sus principios doctrinarios, su ordenado reflexionar sobre los asuntos de singular y empinada fortaleza intelectual.
En el libro Eruditos antioqueños, de la selección Samper Ortega de literatura colombiana, se señala a Eastman como hombre de fecunda inteligencia, profundo en sus conocimientos, abogado, profesor de filosofía y sociología. El ensayo que se reproduce es el que él llamó "Los estudios filológicos de Caro". L. E. Nieto Caballero dice: "...había hecho excursiones tan repetidas y profundas en las selvas gramaticales que, en concepto de don Marco Fidel Suárez, era el doctor Eastman, entre los colombianos de su hora, el único que hubiera podido continuar el Diccionario de Rufino J. Cuervo". Además, lo llama "luz de la república..., máquina del raciocinio..., hombre científico...". "En ciencias físicas causó la admiración de hombres entendidos de Inglaterra cuando llegó con Dios sabe qué innovación en los tachos al vacío. En humanidades fue un clásico. En materias económicas fue e liberal amplio y cordial que espera de la libertad todas las soluciones. A este respecto tuvimos con él una polémica que es el mejor recuerdo de nuestra vida periodística".
Quedamos esperando la antología de su obra. Es esencial para la vocación intelectual de Caldas y de Colombia.
Max Grillo tuvo una larga vida intelectual. Autor de libros Santander, Ensayos y Comentarios, Emociones de la Guerra, Vida Nueva, tragedia en verso; Raza vencida, Los ignorados. Fue periodista insigne y uno de los iniciadores de la crítica de arte en el país. Su biografía Santander es uno de los libros más agudos en penetración en el examen de su pensamiento, su vida administrativa, su diafanidad en la defensa de la libertad en el momento del enfrentamiento a la dictadura de Bolívar. Sus ensayos son conceptuales, con marcada predisposición literaria. Como venía de la poesía, tiene el aliento de entregar al público una prosa estética. Como hombre de viajes - los hizo por su cuenta para completar su formación y como embajador- se encuentra la erudición que recorre su obra. En Caldas es uno de los escritores de mayor irradiación cultural.
Juan Lozano y Lozano juzga a Max Grillo como uno de los más grandes artistas, más ardientes patriotas, más nobles ciudadanos de nuestra república. Cayó en edad relativamente avanzada, pero que se mantenía alerta, fresca y vibrante; y en medio de una cruel pobreza, llevada sin embargo con el decoro magnánimo... Poeta, ensayista, dramaturgo, crítico de arte; director y redactor de ilustres revistas literarias; amigo y compañero de los prohombres, entonces jóvenes, de su gran generación: Silva, Sanín Cano, Valencia, Flórez, Arciniegas, C. A. Torres, García Ortiz, Londoño; condueño con su hermano Julio, de una librería, que era, antes que todo, una cátedra estética y una tertulia inteligente; animador oficioso de toda inquietud mental; periodista de ideas, al lado de Uribe Uribe, en el ardiente "Autonomista". Todo en él habría aparecido dispuesto para la vida fina y armoniosa de los empeños espirituales".
Rómulo Cuesta, el autor de la novela Tomás, invariablemente fue un valor intelectual, político, social en la comarca. Su influencia se hace visible en su constante preocupación por cada uno de los frentes de la acción pública. Su fabulación es una de las visiones más ricas en datos, en la conducta personal y colectiva, la manera de comportarse los partidos en la vida cotidiana, de sucesos acontecidos en nuestra región. En esas páginas se recogen muchos dislates de la acción política. Deja explícita su posición liberal. Por ello, probablemente, no se le ha dado el sitio que merece. En mi libro Momentos de la literatura colombiana me acerqué con admiración a su mensaje.
Javier Arango Ferrer, en su libro de tan aguda y certera crítica Horas de literatura colombiana, formula un juicio que fue el primero que despertó interés por su obra: "Una de las novelas mayores sobre la guerra civil es Tomás (1923), que se desarrolla entre la gente antioqueña de Riosucio, tierra natal de su autor, Rómulo Cuesta, poco menos que desconocido. Dobladas las primeras trivialidades pueblerinas, la novela se entona hasta llegar al desenlace en la Batalla de los Chancos. Siguiendo la manía de sus contemporáneos, Rómulo Cuesta pierde el tiempo en digresiones con no poca retórica y con largos parlamentos dignos de Carrasquilla, plenos de auténtico humor".
Iván Cocherín tuvo su sensibilidad y su inteligencia vigilantes en lo popular. Proclamó que era un autor proletario. Realmente, estuvo cerca de los desvelos colectivos. La miseria le producía indignación. Lo social lo sacudía, lo comprometía y le permitía protestar y, a la vez, divagar. No podía concebir que la concepción burguesa tuviera tantas durezas. Para él, el personaje principal fue el trabajador. Sus novelas - Nadie, Túnel, Esclavos de la tierra, El sol suda negro, "Carapintada", Barbacoa, Al chinchorro le han caído estrellas y Derrumbe - las juzgan los autores Fabio Vélez Correa, Alba Sofía Rivillas de Gómez, Martha Mejía Marín y Alicia Vélez Correa, del Manual de literatura caldense, como escritas por un "narrador sencillo, natural, fuerte, humano y vigoroso". Su obra contiene toda una temática social muy original que es de todos los trabajadores. Por su creación pasa la explotación social: el drama del cosechero del café o del arroz, el payaso del circo, el pescador, y en dos de su novelas está el minero en su sacudida social entre socavones.

Invitación a la historia.

Este ensayo acerca de parte substancial de la historia de Marmato lo he escrito para volver sobre los viejos caminos de mi afecto. Era repasar la historia nacional, tan entremezclada con la de este pueblo entrañable, y presentarla con anhelo de incitación. Para rememorada, ordenarla, agobiarnos con sus padecimientos y sus gozos colectivos. No hay un acontecimiento que no alcance una larga proyección en el tiempo; en el proceso de las ideas; en la abundancia de concordancias con el mestizaje de Indoamérica. Es el mundo dando vueltas, en torbellino, en torno de una aldea. Es el avanzar sobre lo local, pero sin perder la visión de la patria. Es prolongar lo regional con interés apasionado de que se consagre con la nobleza de los grandes acontecimientos. En sí, ya lo son. Pero necesitamos ennoblecerlos con la palabra, que debe volverse sapiente en los tratadistas; euritmia y canto en los poeta reminiscencias y vocación estética en los fabuladores. A este certamen es que invito.
En Marmato se habla duro en desafío al ruido infernal de los molinos. Es un aire de independencia del hombre frente a la máquina. No lo detiene nadie en su resolución humana. Eso sí, la memoria persistirá en los dolores: en los que les infligieron sus explotadores, en los que no pudo defender el gobierno, en los que éste mismo propició. Los relatos los escuché, con ímpetu, como si fueran hechos ocurridos ayer. Tenían la fuerza de la persistencia en la memoria. Repetían los versos populares:

"En Marmato yo nací,
el oro a mí me meció.
Ah, maldito inglés aquel,
que todo se lo llevó."

Allí, en Marmato, se le rinde pleitesía a la quebrada Cascabel. Está circundada de leyendas. Quien se deja mojar de ella, regresa. Quien la toma, ya no se librará del sortilegio de sus mujeres. Es una manera de rendir amor a la tierra y al agua, y ésta, al avanzar, canta y susurra.

Mi recado de solidaridad.

Rememoro mi infancia entre esas peñas duras; senderos extrañísimos de grandes lajas de piedra; una plaza irregular y brevísima; largas veladas en las casas para contar aventuras, que se entrometían entre las vidas, desvelándolas en sus apremios de justicia; tiendas donde se mezclaban los artículos de primera necesidad con los elementos de minería y unas botellas de fino licor extranjero; cafés donde se reunían las gentes, amparadas en su pobreza y su esperanza, a levantar las voces de confianza en el porvenir; me impresionaba que, en esos mismos espacios, cada cual hacía su planteamiento sobre el devenir democrático de Colombia; se respiraba una actitud radical hacia la libertad. Se proclamaba que la patria requería de una pasión vigilante. Y, de pronto, el paso de una negra, con su vestido de alegres pintas, sus trenzas recogidas en un moño de espectacular pretensión estética, con su cuerpo delgado y vibrante, paralizaba el coloquio. Era como que pasara la sombra de la ternura.
He podido escribir este estudio sólo apelando a mi memoria. Reconstruyendo lo que oí a mis padres en la mesa familiar, en las largas veladas en la oficina de sus negocios, en los diálogos con los marmateños de diferentes edades, economías y oficios, cada vez que he tenido el privilegio de compartir su parla vivaz y de tanto poder descriptivo. Los nombres citados eran parte de los que me asistían, como personajes, en mi recuerdo. Estaban en mí, vigilando y rondando las reminiscencias.
En una noche trepidante de relámpagos, mientras sonaban duras gotas de un aguacero que estremecía por el ruido de ramas desgajadas, quebradas que bramaban su furor geológico, se iluminaba a lo lejos el cerro de "Bocache". Las gentes de la región, al contar cómo eran los desfiladeros que cruzan esta montaña, habían tejido sus leyendas: sostenían que venían a rondar, en los días funerales de la Semana Santa, las "almas" de quienes enterraron el tesoro del "Pipintá". Atendíamos con aprensión. Don Olimpo Morales tomó la palabra y fue contando cómo era la opulencia primigenia de Marmato y sentenció: las gentes se equivocan buscando fantasmas: "Pipintá" es Marmato. Esto no lo aceptan, porque el hombre arma con su imaginación desatada en el apremio de la opulencia las más complicadas ficciones, perdiendo el dominio de la realidad, y se entrecruza con los más extraños delirios. No he leído - continúa - un estudio que puntualice de dónde venía el oro que hizo famosos a los "Quimbayas" por su cultura. No hay otra diferente razón a la de que de Marmato se llevaba por los indígenas el oro para que lo tejieran en obras de arte. Lo demás es eludir la confrontación real de los hechos, sentenciaba.
No he conseguido sino ordenar unas notas sobre las antiguas luchas de los marmateños. Dibujar, con las palabras, sus alborozos detonantes. Referir, casi con precipitud, cómo eran sus lances de ternura. En esas altas cumbres, estaba su esperanza. Pero, a veces, el "aire vacío" denunciaba que había llegado la muerte segadora. Los molinos no dejaban de sonar, con su ritmo precipitado, y sus goznes enmohecidos lanzaban gritos que se confundían con la angustia del minero pobre. El lodo, e color del barro, lo recogían nuestros zapatos y quedábamos con la misma marca de los trabajadores que honradamente luchaban por su pan y por su sopa. Así comprendimos, muchas veces, que Colombia, por error de sus gobernantes, era "una nación sometida". Los minerales han llevado a tantos errores administrativos, de los cuales no nos libramos ni con los avances del computador. Es elemental, porque éste no logra arreglar los comportamientos humanos. El marmateño tiene la convicción de que la autoridad, se manifestó, invariablemente, con desvío, para apabullar se lento combate; entregar su constante desvelo de reivindicación, buscando que los bienes nacionales caigan en manos arteras y lejanas. Y cuando se las otorgan a un compatriota, éste dispara con la certeza hispana del ejemplo español.
Muchas veces, en mis rememoraciones, tengo la sensación de estar parado en la cresta del cerro de Marmato. Así recibo la caricia del viento; el ímpetu del afecto; la emoción de la vida democrática. Los bosques lejanos, los árboles majestuosos cercanos al río nutriente de la patria la geografía abrupta, las veredas incipientes del hombre, los custodios en la reminiscencia apasionada. No se me escapa ni su color ni su sombra.
De pronto, reviven las voces que de niño me atravesaron de angustia: es cuando ocurre el accidente del minero. Quedan sus huesos maltrechos, y se entreoyen los lamentos de las "heroicas y gastadas compañeras de los hombres". No alcanzo a evitar el sentir que discurro por su paisaje abierto, de montaña a montaña, atravesando el río para caer en los paisajes de la nobilísima Salamina.
No logro separar de mí, las imágenes de mis años iniciales. La negra que, con su vestido de pequeños remiendos, zurcidos con preciosa delicadeza, ocultaba su miseria. Su cotidiano esfuerzo se enderezaba a evitar que la apabullara más la inquietante mesa vacía. Se le veía con una actitud humana, limpia, empinada y majestuosa, que se había amasado con la levadura de años de sufrimiento.
Tampoco alcanzo a ocultar cómo era la algarabía de la esperanza. Estaba cordialmente presente. Repartía amistad, coloquio entre chispas de ingenio, derroche de maliciosas interpretaciones del existir. No la torcía el andar entre el fausto del metal precioso, sin compartirlo. Crecía entre palabras de amor. Son estos seres la sustancia de la patria.

Gratitud que crece.

Gracias nuevamente por develar un busto que me consagra entre estas duras montañas. Mi reconocimiento por todo lo que me han entregado. Puedo repetir el verso que denuncia la generosa y noble pasión de los marmateños, quienes me rodean y estimulan siempre:

"A donde fui, estaban esperándome
la amistad, el amor y la dulzura."

Para contar lo que he dicho esta mañana, tomó en préstamo la voz de mis padres que fluía como de un "libro viejo". Ellos hablan con la solidaridad de la sangre.

Bogotá, Barrio "El Refugio", 1993

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(Algunos ajustes, y las negrillas son del titular del Blog)

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